El 14 de septiembre de 1977 aconteció un gran paro nacional conocido popularmente como Paro Cívico Nacional. Hoy 39 años después el pueblo necesita y está preparando una acción de esta magnitud, por tanto las lecciones de aquel entonces son de enorme valor para el movimiento de masas.
El remoquete de «cívico» que se le dio a ese histórico paro es muy afín al reformismo, siempre respetuoso de la institucionalidad burguesa, siempre presto a apagar cualquier chispa de la lucha de clases que ponga en entredicho el dominio de la burguesía. La esencia de ese acto no tuvo nada de cívico; todo lo contrario, fue un movimiento revolucionario, un combate de clase desafiante del poder de los ricos. Fue una poderosa Huelga Política de Masas, que hizo retroceder las reformas antiobreras y antipopulares del gobierno de Alfonso López.
Las condiciones de aquella época eran propicias para que se generalizara cualquier levantamiento popular, con países todavía socialistas como China, con guerras de liberación nacional en varios continentes; a nivel nacional con un movimiento guerrillero revolucionario en pie, influido para mantenerse en la lucha armada y no claudicar ante el imperialismo y los explotadores, pero con la desventaja de su dirección pequeño burguesa, que lo separaba de las masas, haciéndolo ajeno a la lucha por las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores.
En general, el movimiento revolucionario de aquella época era fuerte, respaldando la justa rebelión de las masas, pero por desgracia se encontraba permeado por el «izquierdismo», al punto que importantes cuadros, organizaciones sindicales y campesinas muy combativas y beligerantes de la época no recibieron orientación para participar en ese paro de 1977. El pretexto de la dirección era que estaba dirigido por los conservadores.
El Partido de la clase obrera en Colombia en ese momento, el Partido Comunista de Colombia (Marxista-Leninista), ya había sido malogrado por el oportunismo de «izquierda» cambiando la dirección política revolucionaria, lo cual explica que el magnífico paro del 14 de septiembre, no contara con su participación. Lo anterior explica por qué si el movimiento huelguístico de la época, según la estadística, estaba encabezado por el sindicalismo independiente y revolucionario, importantes organizaciones sindicales como Fenasintrap estuvieron al margen de un evento como estos.
Esa actuación de la organización revolucionaria de la época, algo sectaria, contrasta con la acción heroica y enorme disposición del pueblo colombiano para movilizarse por sus reivindicaciones, quien siempre lucha ─aun cuando algunos inconsecuentes críticos y hasta cómplices del reformismo y el oportunismo lo culpan de pasividad─. En este momento los partidos y organizaciones reformistas y oportunistas tenían la iniciativa, y como bien se sabe los partidos políticos tratan de dirigir ese movimiento, de encausarlo por el camino de la lucha de clases que conduce hacia la revolución o de desviarlo para perpetuar el estado de cosas. Y aunque el reformismo tenía el campo libre, tanto era el empuje revolucionario de las masas, que el movimiento rebasó su dirección conciliadora y entreguista.
El ejercicio de la dictadura de clase capitalista contra el pueblo en nombre de la democracia, respaldado por los partidos reformistas y oportunistas encabezados por el Partido Comunista Colombiano, no difiere mucho de la situación de hoy; al fin de cuentas el reformismo y el oportunismo siempre han sido ayudantes del régimen burgués, mientras los capitalistas brutales dictadores contra el pueblo. Quizá algo especial en estos momentos es la alianza de los partidos burgueses, llamados de la «unidad nacional», con los pequeño burgueses que se llaman a sí mismos obreros, revolucionarios y hasta comunistas, que esperan lo que caiga del plato de lentejas del llamado postconflicto.
Fue de las bases de los partidos reformistas y oportunistas de la época, arrodillados al poder de la burguesía, de donde salieron la mayoría de activistas que sirvieron a la preparación y realización de este paro. Hay que aprender que la base de los partidos políticos reformistas puede y debe actuar revolucionariamente a favor de la huelga política de masas. Hoy los partidos comprometidos con la paz de Santos, también dividen a sus bases y es por ello que éstas deben tomar la iniciativa como antaño para servir a los intereses del pueblo colombiano.
Evocando el año 1977 y lo que trajo para el movimiento revolucionario luego de aquella inolvidable huelga, tendremos que decir que lo que vendrá será potencia política y reagrupamiento organizativo para las fuerzas revolucionarias que le han dicho la verdad a las masas y le han propuesto un camino promisorio por la Huelga Política de Masas y la Revolución Socialista.
La huelga política de masas de 1977 no fue dirigida por las centrales obreras. Aquí la iniciativa fue tomada por las masas y los revolucionarios de base, acompañados por la juventud y los dirigentes sindicales intermedios. De la UTC, central sindical de la época dirigida por el odiado conservatismo, salieron más fuerzas para la realización del paro en la industria, en un momento donde eran profundas las contradicciones de clase entre los explotadores, las mismas que las masas aprovecharon para sumar fuerzas al paro de 1977.
Hoy cuando también son profundas las contradicciones entre distintas facciones de la burguesía, salen irrisorios argumentos para evitar que los activistas empujen un paro de manera independiente, con el chantaje reaccionario de que hay que estar con la paz de Santos para ser independientes de la caverna uribista. Si el paro nacional de 1977 fue un claro movimiento revolucionario de masas donde el pueblo dijo ¡NO A LA POLITIQUERÍA! ¡SÍ A LA LUCHA DIRECTA!, un paro en estos momentos, tiene que superar esa consigna, lo cual es un compromiso histórico para los organizadores de la manifestación del 24 de enero del presente año, que tienen en la trampa del apoyo a la paz burguesa un señuelo miserable que de caer en él, los aislará del movimiento revolucionario.
El movimiento sindical de hoy en día está en desventaja comparado con aquella época, porque no tiene ni el número de organizaciones, ni de activistas, ni mucho menos el fogueo de décadas de acciones huelguísticas como en ese momento, pero a diferencia, son menos los aspectos que amarran a los obreros a no ir de la mano de la lucha del pueblo colombiano, pues los despidos sin previo aviso, la persecución a los dirigentes sindicales y la cancelación de las personerías jurídicas de sus organizaciones, que son las amenazas ofrecidas por la burguesía para los que se sumen al paro, son hoy pan de cada día.
Debemos referirnos a la camarilla sindical que atranca la realización de un verdadero paro en Colombia. Hoy por su compromiso con la burguesía y el apoyo a la reelección de Santos, les impide organizar un verdadero paro, sin embargo, se ven obligadas a hablar de paro por la rebelión creciente de sus bases y el desprestigio ocasionado por sus traiciones. En 1977 una similar camada de vendeobreros, rodeada de acciones huelguísticas, no podía más que respaldar de palabra el paro.
La actual lucha de resistencia económica de los obreros, diezmada y maniatada por la camarilla dirigente de las centrales, golpeada fuertemente por el poder estatal, tiene el reto de desarrollar su actividad y luchar por su centralización revolucionaria en una nueva organización nacional. En estos momentos es magnífica la situación para canalizar la inconformidad de la base hacia una nueva Central Sindical independiente que logre concentrar y potenciar el sindicalismo revolucionario, haciéndolo protagonista en las actuales luchas por las reivindicaciones de los trabajadores.
El vínculo de las direcciones ejecutivas de las centrales sindicales con el gobierno de Santos, con la pacificación imperialista y su compromiso general con la defensa de la explotación, les impide a esas organizaciones una actuación revolucionaria desde la dirección nacional, por esto los activistas deben participar en la organización independiente del paro y tomar la iniciativa movilizando a sus compañeros y organizándolos en comités de paro.
Las lecciones del paro de 1977 tienen diversas interpretaciones de clase. Para los que no creen en el valor que tiene la clase obrera y en particular el proletariado industrial, este sector de las masas no merece alguna alusión, cuando por el contrario, su participación como parte de la clase más numerosa del país hoy sin lugar a dudas, fue protagónica con sus sindicatos a la cabeza, organizando el paro en los centros fabriles, dándole un peso enorme a las abundantes acciones callejeras de bloqueos de vías y movilizaciones. La contradicción principal en Colombia hoy es entre la burguesía y el proletariado, lo cual imprime un dinamismo especial y un carácter profundamente revolucionario a la base de todo el movimiento. El impetuoso dinamismo interno de las formas de lucha y de organización revolucionarias en el pueblo, tiene en la clase más numerosa y revolucionaria del país, a la fuerza dirigente y principal no solo por su misión sino también por su número.
Algunos compañeros dicen que fue un error darle el peso en el paro a la lucha por alza general de salarios, lo cual es errado, pues es de este ingreso que depende la mayoría de los trabajadores en el país y es la principal reivindicación, tanto ayer como hoy, cuando el incremento del costo de vida está por las nubes y el salario no alcanza a suplir la tercera parte de lo que necesita una familia obrera para mantener, reproducir y desarrollar su fuerza de trabajo.
Finalmente, en cuanto al método de realización de este grandioso acto de masas, algunos creen que el los comités de paro su unión alrededor de una plataforma de lucha que recoja las reivindicaciones de los oprimidos y explotados no tiene peso alguno. En 1977 ─según ellos─ esos aspectos no tuvieron importancia, cuando fue todo lo contrario. Si había claridad en el movimiento era de lo común de sus peticiones contra el gobierno de López, que con su «Mandato Caro», atacó el salario, la salud y la educación, donde la plataforma de lucha del pueblo estaba clara en las mentes de los manifestantes. En cuanto a los comités de paro, tuvieron un peso enorme organizando la interrupción del transporte, los piquetes en las fábricas para impedir el ingreso de los obreros, el movimiento de la producción y la actividad de los esquiroles, para organizar las movilizaciones y bloqueos y enfrentar a la policía y el ejército.
En cuanto al régimen de López, era popular por el encarecimiento de la vida para el pueblo, que redujo el poder adquisitivo del salario terriblemente como lo es hoy bajo el gobierno de Santos, lo que hace que los problemas del salario y del contrato no sean algo más del montón de reivindicaciones, sino el punto central de una plataforma de lucha del pueblo colombiano. Mientras el gobierno de López atacó en su época autorizando despidos masivos, pretendiendo rebajar aún más el salario y desmejorar el contrato laboral imponiendo el salario integral, dando trato militar a las huelgas y desmantelando el Instituto de Seguros Sociales, Santos corona algo similar, pero más brutal contra el pueblo, ahondando las reformas antiobreras y antipopulares.
Mientras en 1977 la lucha común de todo el pueblo trabajador apuntaba contra el hambre, la miseria y la represión, hoy en medio de la crisis económica mundial del capitalismo y con un Estado podrido hasta los tuétanos, estas mismas reivindicaciones se presentan con más fuerza y están magníficamente consignadas en la Plataforma de Lucha del Pueblo Colombiano, que tiene como consigna principal de acción: ¡Por alza general de salarios, salud, educación y vivienda para el pueblo, Huelga Política de Masas!
En 1977 el total de la población del territorio nacional era 26 millones de habitantes, hoy solo el proletariado con sus familias suman 30 millones, de los más de 46 millones con que cuenta el país. De estos solo 22 millones de proletarios están activos laborando, el resto es peso muerto para el ejército en activo, que presiona la rebaja del salario. Por esto las reivindicaciones del proletariado tienen el principal peso en las reivindicaciones de un paro nacional indefinido; por ello también se explica el éxito que tuvo el paro de 1977 al concentrarse en este problema, seguido de la salud y la educación.
El «Mandato Caro» de López quería acentuar la dominación imperialista en el país, obedeciendo a su política, para a su vez fortalecer la alianza burguesa con las aves de rapiña, principalmente yanquis, las medidas de Santos hacen todavía más daño al pueblo. Vivimos en la época del imperialismo, la burguesía y los terratenientes de América Latina son clases lacayas, cuya alianza con los imperialistas les permite un máximo de ganancias. Los trabajadores no deben confiar en los capitalistas, así como no confiaron en el gobierno de López, no pueden hacerlo ahora con el de Santos, ni en ninguno otro, así sea reformista.
El capital solo está interesado en amasar riquezas y no en el pueblo colombiano; las inexorables leyes de desarrollo y hundimiento de este sistema económico social, descarga sobre sus hombros el peso del desempleo, el hambre, la miseria y la superexplotados, por ello hay que ir al paro nacional indefinido manteniendo la independencia de los capitalistas, el Estado y sus partidos.
El paro del 14 de septiembre de 1977 desarrolló acciones contundentes y simultáneas en diversos sitios estratégicos, bloqueando permanentemente el tráfico, parando importantes centros de la producción como Ecopetrol, concentrando en la capital del país una avalancha de movilizaciones, tomas de vías, paro de instalaciones… demostrando que no hay poder estatal que pueda con un movimiento de millones de oprimidos en furia popular.
Si las principales fuerzas sociales del Paro Cívico Nacional de 1977 vinieron de los obreros, de los asalariados en general, de los campesinos y pequeños propietarios, de desempleados, destechados y marginados de los cinturones de miseria sobre todo en Bogotá. Estas fuerzas seguro que se harán presentes en un nuevo paro con más fuerza aún.
Solo se puede hacer archivar la legislación antiobrera y antipopular con un movimiento sindical rebasando la dirección liberal, socialdemócrata y oportunista, pasando por encima de la camarilla sindical y manteniendo la independencia frente a ella, además rompiendo las ataduras de la conciliación y la concertación que impone su dirección burguesa, por esto hay que generalizar también la reestructuración del movimiento.
Y aun cuando todavía falta mucho para que el movimiento huelguístico se afiance en cada fábrica y rama de la producción, hay que trabajar en ello si se quiere hacer retroceder la ofensiva de las clases dominantes. La sangre de la burguesía es la ganancia y si se para la producción esta se va al piso. Es un momento propicio para avanzar en la reestructuración del movimiento sindical, de la mano de la preparación del paro nacional, organizando comités de activistas en cada factoría, de lo contrario un movimiento podrá parar las calles ─que ya se mantienen infartadas por el tráfico vehicular─ y cambiar la rutina de las ciudades, pero mientras no se paren las fábricas, el mal podrá ser remediable para los capitalistas.
Mientras el año 1977 estuvo precedido de un cúmulo de huelgas y paros grandes y radicales, atizados por las ideas revolucionarias que elevaron el nivel de conciencia del movimiento, hoy las permanentes huelgas políticas de masas y paros económicos están motivados en la crisis del sistema, en la exacerbación de las contradicciones pero también en las ideas de la revolución socialista, la táctica de huelga política de masas y de la reestructuración del movimiento sindical sobre la base de la independencia de clase. Ideas que interpretan de manera coherente las aspiraciones revolucionarias de los activistas y que son un aporte grande del movimiento revolucionario para cualificar la conciencia social y hacerla razonar en el poder de la lucha directa e independiente de la politiquería.
El paro de 1977, preparado sobre la base de comités de paro y asambleas obrero populares, logró parar la industria fabril en un 65%, el transporte urbano en un 95%, el comercio y la construcción civil en un 75%. Por esto hay que trabajar en estas formas de organización para igualar estas cifras y obligar al gobierno a ceder ante las reivindicaciones del pueblo.
Tal como antes del paro nacional de 1977, hoy el movimiento obrero es impotente por separado para luchar por sus reivindicaciones comunes. Este defecto se reconoce en estos momentos por los activistas. Hemos visto en el 2013 el paro campesino de los pequeños y medianos propietarios, que llegó incluso a influir en ciudades tan importantes como Bogotá y parar importantes corredores viales, así como vitales zonas de la producción agrícola del país; también el paro camionero, e incluso huelgas políticas de masas locales y regionales como las del Pacífico, Boyacá, Guajira, entre otras, con su radicalidad y magnitud de fuerzas, no han podido conquistar las reivindicaciones comunes para todos los trabajadores. El movimiento aprendió desde aquella época de los 70’s, que luchar aislados por sectores, cuando las reivindicaciones son comunes y generales, no puede con el poder centralizado de los capitalistas y su legislación antiobrera y antipopular.
¡Adelante con la preparación del paro nacional indefinido!
¡A crear comités de paro y organizar asambleas obrero populares!
¡Adelante con la huelga política de masas y por la revolución socialista!