La Planta de Cementos El Cairo ubicada en Santa Bárbara Antioquia es recordada por la Masacre que ocurrió el 23 de febrero de 1963; un asesinato masivo perpetrado por los representantes del Estado en contubernio con la empresa, donde los militares arremetieron a bala contra los trabajadores sin ningún escrúpulo, con la intención de acabar a sangre y fuego la huelga. Fue así como asesinaron a 10 adultos y a María Edilma Zapata, una niña de apenas 10 años, hija de uno de los huelguistas. A pesar de la masacre, los trabajadores mantuvieron el cese de actividades productivas y obtuvieron unas conquistas que hoy en día están plasmadas en la convención colectiva.
La planta de Cementos El Cairo ahora pertenece a Argos S.A. y la quieren cerrar, olvidando las jugosas ganancias que permitieron crecer al monopolio y sacar sus capitales a Estados Unidos, Centroamérica y Panamá. Esta expansión internacional y la importante transformación tecnológica del monopolio se ha convertido en una pesadilla para los trabajadores debido a que Argos ahora quiere mantener funcionando solo las cuatro plantas de cemento más modernas del país: Río claro, Cartagena, Sogamoso y Nare, mientras cerrarán el resto por considerarlas obsoletas.
Hasta el momento ya van tres plantas de cementos cerradas en los últimos años, y aunque los trabajadores trasladados mantuvieron la convención colectiva vigente, los cierres han ocasionado despidos masivos camuflados mediante planes de retiro voluntarios. La producción del monopolio exige el desplazamiento de los trabajadores y muchos lo han hecho, pero no todos se pueden ir con sus familias y algunos se resisten a ser despedidos negándose a un arreglo voluntario.
Por directriz de Argos se dio la unificación de todos los sindicatos de la empresa a nivel nacional, conocido hoy como Sutimac; se creía que esto sería benéfico para los trabajadores por tener más fuerza al contar con 1750 afiliados, pero en la práctica no fue así, pues se han presentado despidos, traslados, pensiones diferidas o acuerdos de retiro voluntario; se ha desaprovechado la posibilidad de atacar a la patronal y no se han realizado denuncias de magnitud por la idea nociva que predomina de concertación con diálogo social.
La idea de Argos es cerrar completamente la planta de El Cairo en los próximos meses y, de manera indirecta borrar los rastros de la masacre perpetrada allí, pues frente a estos hechos hasta el momento no hay ni un solo detenido, quedando en completa impunidad. En la planta hasta el 2018 eran 180 trabajadores con contrato a término indefinido afiliados en la organización sindical, ahora quedó como molienda de cemento únicamente y el 31 de julio se paralizó toda la producción, lo cual produjo el trasladado de 110 trabajadores con sus familias desde Santa Bárbara en Antioquia hasta Cartagena, Río Claro en San Luis Antioquia y Yumbo en el Valle del Cauca. Hasta el momento hay 75 trabajadores en la planta de El Cairo, entre los cuales se encuentran 50 trabajadores de Sodexo, 10 de la empresa de vigilancia Fortox y algunos trabajadores de servicios eléctricos de la empresa Sigma; el plan en la empresa es dejar solo una molienda con 62, incluyendo administrativos y temporales.
En El Cairo existe un grupo de obreros sindicalizados en la subdirectiva de Sutimac en Santa Bárbara, que se resisten a ser masacrados laboralmente por la transformación monopolista de Argos, no quieren dejar impune la historia de la masacre en 1963, ni permitir que se acabe la pequeña planta de cemento sin que deje algo como indemnización para las comunidades del pueblo; todo lo cual merece el apoyo del proletario consciente.
Esta situación demuestra que lo único que le interesa a los capitalistas es el crecimiento económico, sin importar por ejemplo las maniobras de legalización del despojo de los pobres del campo en Colombia, protagonizadas por el Grupo Empresarial Antioqueño al que pertenece Cementos Argos, ni la plusvalía extraída a los trabajadores y a las comunidades de Santa Bárbara, Montebello y Abejorral, más 13 veredas que están alrededor de la planta y, que mínimamente se beneficiaban de la fuente ingreso derivada de los salarios de cada uno los obreros, quienes con un salario de 2 millones de pesos en promedio, generaban un impacto socioeconómico sobre la comunidad, pues de eso vivían los habitantes de estos pueblos, que nunca recibieron ningún beneficio en su infraestructura, vías, puentes u otros por la presencia durante décadas de esta empresa cementera.
Ya con los bolsillos llenos de ganancia gracias a la explotación de los trabajadores y los recursos naturales a su paso, simplemente se van a explotar nuevos recursos y otras fuerzas, para seguir hastiados de riqueza, mientras a la clase obrera, solo le queda el cansancio y desgaste de años de trabajo. El llamado es a difundir esta situación, a apelar al camino de la huelga y la unidad de todos los sectores en conflicto, pues los capitalistas arremeten por todos lados y los despidos masivos, son apenas uno de sus blancos.