En Bogotá, en el claustro de San Agustín, desde octubre 20 del 2018 y hasta octubre 20 del presente año, el periodista, reportero gráfico y humanista Jesús Abad Colorado, tendrá en exposición su trabajo fotográfico EL TESTIGO realizado durante 25 años sobre las víctimas del conflicto armado en Colombia.
He visitado el claustro dos veces y he recorrido detenidamente dicha exposición, la cual me ha conmovido profundamente; son muchas las sensaciones que uno experimenta al observar cada fotografía que por sí solas son muy dicientes pero que al estar acompañadas de un corto texto hacen que hablen, griten y denuncien todo el aterrador desgarro vivido y sufrido por el pueblo colombiano, sobre todo aquel rural, olvidado durante cientos de años por los diferentes gobiernos, aquel pueblo campesino habitado además por indígenas y afros que se convirtieron en las víctimas más vulnerables e involucradas en el conflicto.
En la mayoría de los casos, estas víctimas han sido obligadas a “colaborar” con cualquiera de los diferentes ejércitos armados legales e ilegales que han hecho presencia a lo largo de todo el territorio nacional, principalmente en todas las zonas campesinas que no han sido protegidas por el Estado y mas bien durante años han sido puestas al margen del desarrollo económico e industrial.
Sin embargo, las zonas rurales fértiles, aptas para grandes cultivos de diversos productos y mejor ubicación geográfica, habitadas desde siempre por las víctimas, son las más codiciadas ya que las ganancias que generan son exageradamente grandes convirtiéndose en el mejor botín de guerra, deseado por grandes terratenientes y burgueses, a quienes no les ha importado la vida de los humildes propietarios, campesinos pobres que han tenido que batallar duramente contra las condiciones geográficas dado el abandono del Estado, pero también contra la obligación de tener que tomar partido en uno u otro bando político y armado que por décadas han azotado sus territorios.
La riqueza de la tierra es una terrible desgracia para los pobres que la poseen. En 1998 en Pavarandó Urabá, un campesino dijo:“Hay mucho interés por nuestra tierra tan fértil, cruzada por cuencas que desembocan en el pacifico y el atlántico”.
En cada una de las cuatro salas que ocupan la exposición de Jesús Abad Colorado, se siente en el ambiente y se ve en los rostros y expresiones de los asistentes gran conmoción, indignación y expresiones de tristeza y rabia a la vez; hay mucha asistencia, sin embargo, se presenta un llamativo silencio, las imágenes fotográficas son muy impactantes, los asistentes toman fotos, leen, opinan en voz baja, con respeto por el trabajo fotográfico del periodista; en ciertos momentos sentí como si estuviera en una sala de velación, como si estuvieran velando un cadáver, experimenté cierto silencio fúnebre y la verdad es que no es para más. Casi murmullos, los gestos de impresión y tristeza, me llamaron mucho la atención.
Hay mucho dolor reflejado en esas fotos, hay mucha tristeza, angustia, desazón, soledad, hay mucha destrucción humana reflejada en esas fotos. Conmueve y aflige dramáticamente ver tanto desgarro social, conmueve enormemente ver el nivel tan alto de violencia sufrido por el pueblo, principalmente por nuestros hermanos campesinos pobres, indígenas y afros.
En varias ocasiones derramé algunas lágrimas, al ver tan infinita desolación de las víctimas, en medio del inmenso verdor de las montañas, manchadas por la sangre de miles de pobladores, absolutamente solos con sus muertos tendidos en medio de charcos de sangre, después del paso del ejército, grupos paramilitares y guerrilleros, quienes creyéndose dueños de la vida, la libertad y la voluntad de las victimas los ejecutaban por “colaborar” con el bando contrario.
Según Jesús Abad Colorado… “La operación Génesis fue una estrategia contrainsurgente desarrollada por la XVII Brigada del ejército, bajo el mando del general Rito Alejo del Rio, conjuntamente con grupos paramilitares. Se extendió desde los municipios del eje bananero en el Urabá hacia la zona del rio Atrato y sus afluentes, los ríos Truandó, Salaquí, Jiguamiandó, Curvaradó y Cacarica. Miles de personas tuvieron que abandonar sus sembrados, animales y ríos para vivir hacinados en improvisados albergues”.
Esa estrategia contrainsurgente combinada con la creación de grupos armados, en coordinación con las instituciones de policía y militares, le ha dado efectivos resultados a la burguesía, los ganaderos, los terratenientes y obviamente a los imperialistas principalmente norteamericanos.
En 1998, en Urabá aparecieron vallas donde las llamadas CONVIVIR junto con la Policía Nacional llamaban a unirse contra la violencia y denunciar la delincuencia.
Pero también dicha estrategia contrainsurgente implicaba promover al Senado y otros espacios gubernamentales a los más sanguinarios asesinos para difundir sus ideas y darle legitimidad política a la guerra y despojo contra el pueblo.
Luego de visitar la exposición de Jesús Abad Colorado, he reflexionado bastante sobre la violencia en Colombia, al respecto considero que ésta ha sido desatada desde hace muchos años contra el pueblo por las clases dominantes burgueses, terratenientes e imperialistas y que siempre se han valido del Estado con su ejército legal e ilegal, llámese paramilitares, hoy BACRIM; que dicha violencia ha sido por apropiarse de las tierras fértiles mejor ubicadas y en posesión de los campesinos pobres; pero que también se ha enfocado en el exterminio de los grupos políticos del pueblo como la Unión Patriótica; según Abad Colorado en Apartadó, Urabá en septiembre de 1995 “En el barrio el Bosque, donde vivían muchos simpatizantes y líderes de la Unión Patriótica, dieciocho personas perdieron la vida a manos de paramilitares en la matanza del Aracatazo”.
Sin embargo, también llevaron el terror estatal a las ciudades y comunas pobres de éstas. Entre muchas urbes del país, la tristemente famosa Comuna Trece de Medellín ha sido particularmente azotada por la violencia de diversos grupos guerrilleros, milicianos, ejército gubernamental y paramilitar.
La posición geográfica de esta comuna y su irregular planeación urbanística ha permitido que todos estos actores armados hagan fácil nido allí, pero su ubicación estratégica es la más atractiva ya que le da grandes ventajas a estos ejércitos y posibilidades de maniobra fácil para transportar armas, municiones, hombres, drogas y secuestrados, entre muchas cosas más. Ubicada al occidente de la ciudad, se presenta como puente entre Urabá y Medellín, donde el túnel de occidente hace que la distancia entre estos dos municipios sea muy corta, siendo aprovechada para diversas actividades turísticas, comerciales y obviamente las descritas más arriba.
Son varias las operaciones contrainsurgentes implementadas en la Comuna Trece durante el año 2002, como la operación Mariscal y Orión, donde los asesinatos, desapariciones y desplazamientos generaron muchos cuestionamientos al recién posesionado régimen narcoterrorista y paramilitar del cartel de Medellín liderado por Álvaro Uribe Vélez desde la casa de Nariño. Ver: Vidas Silenciadas, Operación Orión Comuna 13.
Habiéndose creado en la comuna trece quizás la mayor fosa común de Latinoamérica con aproximadamente 300 cadáveres allí enterrados. Ver: La Escombrera: la mayor fosa común.
El trabajo de Jesús Abad Colorado es muy importante por cuanto pone de presente a las víctimas y todo el sufrimiento de éstas, las hace públicas y las coloca en el lugar necesario para que el mundo las conozca, las valore, vea la dimensión tan grande de la injusticia. Y aunque especialmente muestra los actores armados directos, en su testimonio se puede entrever la barbarie ocasionada y generada por los grandes empresarios de las ciudades y el campo colombiano: banqueros, industriales, ganaderos, terratenientes, políticos e inversionistas norteamericanos. Estos son los Caín, aclaración que se le puede hacer a Jesús Abad Colorado cuando dice que no ha podido saber quién es Caín y quien es Abel en Colombia. Son ellos, los capitalistas quienes a partir de la violencia y el terror del Estado realizaron la salvaje contra-reforma agraria por la renta del suelo durante estos años de victimización de nuestros hermanos pobres del campo: los miles de Abel asesinados, quemados, desmembrados, desaparecidos y desplazados.
El trabajo fotográfico de Jesús Abad Colorado es muy serio ya que invita a la reflexión sobre los acontecimientos sucedidos en un periodo de violencia durante 25 años, entre 1992 y 2018, aunque la cruel violencia contra el pueblo ha sido desatada por muchos años más.
Es un noble, decente, digno, ético y muy serio trabajo fotográfico utilizado como invitación a la reconciliación entre víctimas y victimarios a partir del perdón para lograr una verdadera paz entre los colombianos. Lamentablemente es aquí donde me distancio del periodista y fotógrafo Jesús Abad Colorado.
En un país dirigido y gobernado por grandes ricos, políticos, militares y empresarios extranjeros, donde son particularmente crueles, inhumanos e infinitamente aferrados al poder, por las vías de hecho más descaradas y bárbaras, la invitación al perdón y la reconciliación por parte de Jesús Abad Colorado mediante este trabajo fotográfico es difícil de aceptar y obviamente es imposible de lograrlo.
No es para nada fácil dejar a un lado el dolor causado a una familia luego de ser desmembrado su hijo, violadas y asesinadas sus hijas, desaparecido el padre o la madre y desplazada toda una comunidad; no es posible aceptar la invitación de Abad Colorado luego del despojo de miles de campesinos y donde cínica y descaradamente aparecen después señores desconocidos con títulos de propiedad de las tierras abandonadas por las víctimas; no es posible dar perdón y aceptar pasivamente el olvido y la reconciliación con los victimarios, cuando son estos los que actualmente gozan y disfrutan libremente del botín de guerra obtenido principalmente de las masas campesinas, mientras que las victimas están en los andenes, semáforos, laderas de las comunas en las ciudades lejos de sus tierras o en cementerios y fosas comunes.
Cómo decir que nos sentaremos con degenerados malhechores como Mancuso, Jorge Cuarenta, Ramón Isaza, los Castaño, Álvaro Uribe Vélez, Sarmiento Angulo, Ardila Lule, el Grupo Santo Domingo, el Grupo Empresarial Antiqueño y tantos más que han financiado a los asesinos del pueblo, y tantos más que han picado y quemado en hornos cantidad de gente humilde defensora de sus hijos, sus animales, sus tierras y sus propias vidas. Cómo sentarnos con los enemigos del pueblo cuando han abusado hasta lo más allá de lo imaginablemente humano. No es posible hacerlo, no es posible aceptar la invitación de Jesús Abad Colorado. Por todos los muertos del pueblo no es posible pregonar la reconciliación y la paz con los asesinos del pueblo.
Esa invitación mesiánica de lograr la paz con perdón para los enemigos del pueblo tragándonos todo el dolor del mundo por nuestros muertos es desproporcionada, ilógica e injusta. No es posible esto pues sin la lucha armada del pueblo los poderosos no dejarán de abusar, no entregarán lo que le pertenece al pueblo, no permitirán que los de abajo disfruten de las riquezas generadas por ellos mismos.
Aunque la guerra es derramamiento de sangre, por más organizada y planeada que sea, la guerra es justa y necesaria para el pueblo por el derrocamiento de la burguesía, los terratenientes y los imperialistas. Queremos y necesitamos la paz pero hay que prepararnos para la guerra si pretendemos lograr ese noble ideal de vivir y disfrutar tranquilamente del mundo material y sus riquezas, la guerra es la continuación de la política por otros medios, al decir de Karl von Clausewitz en De la guerra.
La paz se conquista con la guerra del pueblo; y la riqueza para el pueblo se distribuye con el terror de las armas contra los burgueses, terratenientes e imperialistas, porque la paz solo se logra con la toma del poder por parte del pueblo, la eliminación de la propiedad privada, la posesión de las armas en las manos del mismo pueblo y la instauración del socialismo no solo en Colombia sino en el mundo entero. La paz no es posible sin una guerra justa contra los enemigos del pueblo.
Las clases dominantes están utilizando a Jesús Abad Colorado por todo el país y mostrando su trabajo fotográfico para llevar el mensaje de la reconciliación, el perdón y la paz con el objeto de desmovilizar al pueblo, para apagar el altivo espíritu de lucha que florece poco a poco, día a día en la conciencia del proletariado colombiano, para ayudar a los opresores a que sigan tranquilamente con su asquerosa dictadura, para que perviva aún más su decadente y nauseabundo sistema capitalista.
El trabajo fotográfico del periodista y reportero gráfico Jesús Abad Colorado, por más serio y bien realizado que sea, es una desproporcionada y vergonzosa invitación para las víctimas y el pueblo en general a seguir sufriendo con resignación los vejámenes y atroces abusos por parte de burgueses, terratenientes e imperialistas.