¡Desechar las Ilusiones en el Acuerdo de La Habana!

Paz de los ricos

¡La Paz de los Ricos es Guerra Contra el Pueblo!

La firma del acuerdo del “cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de armas” entre el gobierno de Santos y los jefes de las FARC en La Habana el 23 de junio, se presentó como el “fin del conflicto armado” y la firma de la paz. Los partidos, representantes de la burguesía, los terratenientes y la pequeña burguesía respaldan el acuerdo; la única voz discordante, entre las clases que viven de la explotación del trabajo asalariado, es la pequeña facción mafiosa representada por Uribe, y no porque se oponga a la legalización del despojo de los pobres del campo, la base más profunda de las negociaciones, sino porque considera exagerados los beneficios concedidos a los jefes guerrilleros.

Los partidos oportunistas, que se llaman a sí mismos proletarios o representantes de la clase obrera, que han respaldado los diálogos de La Habana, también se sumaron a la algarabía del acuerdo, a las mentiras de los discursos sobre la paz entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, y a la culminación de la trampa tendida por los enemigos del pueblo para legalizar el despojo de 10 millones de hectáreas usurpadas a cerca de 7 millones de desplazados y dar un nuevo impulso al desarrollo del capitalismo en el campo por la vía reaccionaria.

Los comunistas revolucionarios, auténticos representantes de la clase obrera y portavoces de las aspiraciones de los pobres del campo, así como han denunciado la guerra contra el pueblo de los últimos 30 años, también han rechazado la mentira de que las negociaciones en La Habana serán el fin del conflicto y traerán la paz al pueblo colombiano.

La Unión Obrera Comunista (mlm) y su órgano de expresión Revolución Obrera han enfatizado en que la paz negociada en La Habana es paz para los ricos y guerra contra el pueblo, explicando las causas económicas de la guerra y denunciado el carácter de las actuales negociaciones.

Las páginas de este medio, desde su número 1 en 1998 (en momentos de las negociaciones del Caguán) hasta el presente, han sido insistentes en desnudar la mentira de que entre las clases antagónicas en que está dividida la sociedad colombiana pueda haber paz; han demostrado la lucha irreconciliable de clases cuya dirección histórica inevitable es la derrota total de la burguesía los terratenientes y sus socios imperialistas y la instauración de la Dictadura del Proletariado, condición indispensable para el avance socialista hacia la abolición de la propiedad privada y la supresión de toda forma de explotación del hombre por el hombre, el Comunismo, donde por fin podrá alcanzarse la verdadera paz social.

En tal sentido, los combatientes de base de las FARC no pueden seguir pasivamente a unos jefes que hace años olvidaron las causas y las banderas sobre las cuales surgió esa organización. Pero además, no pueden caer en la trampa que les costará la vida como ha sucedido a lo largo de la historia de los acuerdos de paz, amnistías y constituyentes en Colombia: siempre, después de cada acuerdo han salido beneficiados unos cuantos individuos, gran parte de los combatientes desarmados han sido asesinados y los que no han caído en la trampa han sido tratados y perseguidos como criminales.

Después de la firma de la falsa paz continuará la guerra bajo la forma del post-conflicto, como dice tajante el acuerdo firmado el 23 de junio: “El Gobierno Nacional garantizará la implementación de las medidas necesarias para intensificar con efectividad las acciones contra las organizaciones y conductas criminales objeto de este acuerdo que amenacen la construcción de la paz.” Es decir, quien no se someta al acuerdo de la falsa paz, será tratado como un criminal y terrorista.

Los revolucionarios de verdad, los que aspiran a construir una sociedad distinta sin explotación ni opresión, no pueden sumarse a las mentiras y a la trampa de los enemigos del pueblo, sino alertarlo del peligro y llamarlo a buscar la verdad en los hechos, y a persistir en el camino de la lucha revolucionaria como parte de su preparación para la inevitable Guerra Popular que pondrá fin a la dominación de sus enemigos y a su sistema de explotación asalariada, causantes de sus sufrimientos.

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