La Asamblea Nacional Popular Independiente, que se realizará en Cali el sábado 13 y el domingo 14 de julio, será el mejor espacio para que los jóvenes de Colombia no solo levantemos nuestras voces, sino también para organizar nuestras fuerzas y transformar nuestra justa rabia en acción revolucionaria. Y no puede ser de otra forma si se tiene en cuenta que los jóvenes de entre 15 y 28 años, nos encontramos atrapados en una telaraña de explotación, desempleo y represión.
Hasta las cifras de entidades oficiales como la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del DANE nos revela esta abyecta realidad: durante el trimestre de febrero a abril de 2024, la tasa de ocupación de los jóvenes colombianos apenas alcanzó el 44,3 %, mientras que la tasa de desocupación aumentó alarmantemente al 19,2 %. Y si vamos a hablar de los trabajos que tienen quienes están empleados, son estos empleos poco dignos y mal remunerados, en sectores como el comercio y la reparación de vehículos (19,2 %), la agricultura (14,4 %) y las industrias manufactureras (11,2 %). Trabajamos en condiciones indignas y con salarios de miseria.
A parte de eso, el 24,7 % de los jóvenes en Colombia no tenemos la oportunidad ni de estudiar ni de trabajar, y este porcentaje se traduce en 2.753.000 de jóvenes obreros sin oportunidades. Esta tragedia golpea con mayor dureza a las mujeres jóvenes que representan el 66 % de los jóvenes en esta situación, lo que quiere decir que por cada hombre joven que no puede estudiar ni trabajar, hay dos mujeres en la misma condición; muchas de ellas quedan obligadas a realizar trabajos de cuidado no remunerado, perpetuando así la opresión y la explotación contra la mujer.
Este podrido sistema capitalista no tiene para los jóvenes más que trabajos absolutamente precarios e informales, sin ninguna estabilidad laboral y sin los derechos conquistados por el movimiento obrero. Según la burguesa OIT, en el segundo trimestre de 2023, el 64,7 % de los jóvenes ocupados en Colombia (6 de cada 10 jóvenes) trabajaban en la informalidad. Condenados a la inestabilidad espantosa, sin derecho a pensión, a salud, a vacaciones; privados de toda seguridad social.
Yéndonos al ámbito educativo, la situación no es nada mejor. En 2019, 1 de cada 3 estudiantes universitarios no culminó sus estudios, pues los jóvenes proletarios o campesinos se ven obligados a abandonar sus sueños de profesionalización a razón de la pobreza; la deserción es especialmente alta entre los estudiantes más pobres y que provienen de regiones saqueadas como La Guajira, donde la tasa de deserción alcanza un escandaloso 21,6 %.
Bajo este oprobioso sistema de explotación y opresión somos desplazados, amenazados, asesinados. En julio del 2021 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) informó que, aunque los jóvenes representamos el 27,9 % de la población, constituimos el 35,3 % de las víctimas del conflicto armado; en cifras 3.134.492 adolescentes y jóvenes hemos sido víctimas de desplazamiento forzado, 163.188 amenazados, 113.372 asesinados, 25.875 confinados, 19.498 desaparecidos forzadamente. Los departamentos de Antioquia, Bolívar, Valle del Cauca, Nariño, Magdalena y Chocó registran el 50 % de todas las víctimas del conflicto armado que son adolescentes o jóvenes.
Y ante todo ese insoportable panorama la juventud obrera se levanta y la represión estatal no se queda atrás: según informe de La Silla Vacía, en 30 de mayo de 2023, durante el Levantamiento Popular de 2021, 300 jóvenes fueron encarcelados, muchos injustamente acusados de terrorismo y concierto para delinquir. De ellos, 111 siguen en prisión y 41 están en casa por cárcel. ¡Todo un despliegue del terrorismo de Estado, propio del Estado burgués, para silenciar nuestras voces y mantenernos sumisos!
Pero, recordando los versos del camarada Miguel Hernández, «Sangre que no se desborda, /juventud que no se atreve, /ni es sangre, ni es juventud, /ni relucen, ni florecen». Por eso los jóvenes proletarios, los jóvenes campesinos, los jóvenes revolucionarios cumpliremos con honor la cita popular y combativa que se nos extiende para este 13 y 14 de julio, en la Universidad el Valle (sede Meléndez, Cali), pues nuestra lucha es legítima y absolutamente necesaria.
Juntaremos nuestras voces y nuestras luchas contra los imperialistas, la burguesía y los terratenientes que nos condenan a una vida de privaciones. Asumiremos con orgullo nuestra tarea desarrollar la conciencia de clase, de fomentar el odio contra nuestros opresores y unir nuestras voluntades dispersas para destruir los cimientos del podrido sistema capitalista.