Al celebrar un nuevo aniversario de la primera edición del Manifiesto lo hacemos convencidos de que, parodiando a sus autores, aunque las condiciones hayan cambiado mucho en los últimos 172 años, los principios generales expuestos en él siguen siendo, en su conjunto, enteramente acertados.
Y aún más, la certeza y la exactitud de las ideas expuestas en el Manifiesto nunca antes habían estado tan brillantemente corroboradas por la realidad y en una extensión tan grandes, como en la época presente.
La sociedad capitalista, allí criticada en la forma más científica y punzante que ha conocido la literatura política, y la lucha de clases entre proletarios y burgueses, allí descrita con la agudeza del genio, no ha hecho más que extenderse a todo el mundo, en la época del imperialismo. Efectivamente el capitalismo se ha hecho un sistema mundial de opresión y explotación.
Que la “existencia de la burguesía es… incompatible con la de la sociedad”; que “los obreros no tienen patria”, y que se impone como una necesidad la “abolición de la propiedad privada”; que los objetivos de los comunistas (convertir al proletariado, mediante la revolución, en clase dominante, para suprimir las viejas relaciones de explotación y las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general) “sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente”; que los proletarios no tienen nada que perder con la revolución comunista y “tienen, en cambio, un mundo por ganar”; que “en la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra”; son algunas de las ideas que resuenan hoy con extraordinaria actualidad en medio de las crisis económicas, del aumento del pauperismo en todo el mundo, de la concentración de la riqueza producida por toda la humanidad en las manos de unos pocos magnates del capital.
Las ideas del comunismo no surgen espontáneamente en el cerebro de los obreros, tienen que ser aprehendidas como una ciencia; pero su posición de estar vinculados de manera directa a la producción socializada de los bienes materiales y desvinculados por completo de la propiedad privada sobre los medios de producción, los convierte en una clase que tiende a la conciencia socialista, tal como la planta busca la luz. Así lo percibimos hoy, en el hecho de que esta maravillosa obra de Marx y Engels vuelva a ser ansiada y solicitada por círculos de obreros y de intelectuales revolucionarios. Y no podía ser de otra manera, pues tanto la inmensa socialización del trabajo realizada por el capitalismo imperialista en el mundo, como el particular desarrollo del capitalismo en Colombia materializan nuestra propia sociedad, en forma tal vez cruel pero inapelable, verdades del Manifiesto referidas a que la burguesía ha bajado del pedestal a todas las profesiones respetables convirtiendo en sus servidores asalariados a médicos, jurisconsultos, sacerdotes, poetas, sabios; que ha violentado el sentimentalismo de las relaciones familiares reduciéndolas a simples relaciones de dinero; y lo más terrible y a la vez esperanzador para los proletarios: la burguesía se ha tornado en una clase incapaz hasta de asegurarle su existencia aún como esclavos asalariados.
El Programa Comunista del Manifiesto tiene plena vigencia, siendo la principal diferencia que en 1848 lo que era cierto solo en los países avanzados, hoy lo es en todo el mundo. Cuanto más resalta en las actuales condiciones del mundo la consigna de “¡Proletarios de todos los países, uníos!”
Quien lea hoy el Manifiesto, no podrá dejar de sentir que allí se habla de los problemas que enfrenta la sociedad de hoy y se convencerá que la salida históricamente inevitable sigue siendo el socialismo, que la constitución del proletariado en partido político para alcanzar su dominio sigue siendo, al menos en Colombia, la tarea del momento para todos los obreros con conciencia de clase.
(Texto adecuado de la Nota del editor para una nueva edición del Manifiesto en Colombia, realizada por Fénix Ediciones en octubre del 2001).