Francia es el país anfitrión de la Eurocopa 2016. Allí se dan cita 24 equipos de futbol para competir durante cerca de un mes, por el segundo torneo en importancia de este deporte en todo el planeta. Su desarrollo, sin embargo, no puede darse como una fiesta deportiva como se esperaría; las calles de este país europeo se encuentran inundadas por cientos de miles de personas que recorren las principales ciudades, pero no por amor al futbol, sino por una responsabilidad con la clase obrera francesa, europea, y si se quiere, con todo el proletariado del mundo.
Desde hace más de 2 meses, el proletariado francés enfrenta una durísima batalla contra el gobierno, mal llamado socialista, quien ha lanzado un golpe fuerte golpe contra las condiciones laborales del proletariado, y que traducido a hechos materiales, es una usurpación abrupta, alevosa y sin compasión, de las conquistas logradas por los proletarios de todos los países del planeta; condiciones laborales que uno a uno, han ido perdiendo en los cinco continentes en una curva sostenida de desmejoramiento de la clase obrera, y en beneficio de la burguesía que descarga la crisis económica del capitalismo mundial sobre los hombros de los proletarios.
Los partidos de la Eurocopa, han tenido que desarrollarse, rodeados por protestas multitudinarias que exigen al gobierno el retiro de una nefasta reforma laboral, que el gobierno ha decidido imponer a cualquier precio, toda vez que hace parte de un plan general de todo el imperialismo para arrebatar a toda la clase de los proletarios, la mayor cantidad de derechos, cortar de raíz el poder de la organización obrera, impedir la unión fraternal de los explotados, centuplicar la explotación, arrebatar la estabilidad laboral; y con ello, dejarle las manos sueltas a la burguesía para hacer y deshacer con quienes todo lo producen en esta sociedad.
Ya van más de dos meses de este pulso entre el gobierno y la clase obrera; y se han realizado decenas de manifestaciones caracterizadas por la movilización permanente y masiva; el pasado 14 de junio fue un punto alto. Según las centrales obreras, fueron cerca de un millón de personas las que participaron en las movilizaciones, y todo el día las fuerzas represivas se vieron ahogadas por la fuerza de las masas en movilización. Los intentos de disolver por la fuerza las concentraciones, desencadenaron en grandes batallas campales con la represión, lo que dejó, solo ese día, un saldo oficial de 60 detenidos y 40 heridos (29 de ellos, policías).
Los hechos en los últimos meses en Francia, muestran con plenitud el papel destacado que juega la clase obrera en la lucha de masas; aún a pesar de algunos medios de comunicación, e incluso de organizaciones que se dicen comunistas, quienes minimizan la importancia de la clase obrera, que desprecian estas luchas, o que si las reportan, lo que ven allí es personas sin vínculos de clase. La realidad es que la composición de las manifestaciones es esencialmente obrera; pero además, grandes sectores fabriles, de transporte, de servicios, etc., han parado la producción y han atestado duros golpes a la ganancia de los capitalistas, lo que ha fortalecido la lucha y debilitado la unidad de los explotadores.
Además, siendo Francia un país imperialista, cobra capital importancia el que sea la clase obrera la fuerza principal de las movilizaciones, toda vez que los capitalistas siempre han sobornado a una parte de los proletarios en esos países mediante emolumentos a costa de la superexplotación de los obreros en los países oprimidos. Que los proletarios en un país imperialista se lancen a la huelga contra el gobierno, es un hecho que tiene una enorme importancia, pues es la fuerza obrera golpeada por la soga de la explotación, pero es la propia fuerza obrera golpeando la médula del poder imperialista, que se convierte en fuerza de vanguardia para el resto de pueblos y países de todo el planeta.
El pulso está muy fuerte en Francia; el gobierno ha endurecido su postura y los últimos días ha sido enfático en que no retirará la Reforma Laboral, que están dispuestos a ceder en algunos puntos (de orden secundario), pero que según ellos, su aprobación no tiene reversa. A esto, se ha sumado la exigencia del presidente de que cesen las manifestaciones, y dentro de las medidas que tiene, está la de declararlas ilegales, según él, porque las fuerzas de policía deben encargarse del desarrollo de la Eurocopa y de cuidar a Francia de los atentados terroristas del Estado Islámico.
Para debilitar la fuerza de las manifestaciones, el gobierno está buscando acercamiento con los jefes de las centrales obreras para persuadirlos de que reduzcan sus exigencias, y que llamen a las bases de sus organizaciones a que retornen a las labores normales y cesen las movilizaciones. Esos coqueteos, hasta el momento han sido impedidos por la fuerza combativa de las bases que están literalmente en las calles dispuestas a luchar con la única meta de impedir la aprobación de la Reforma. La efervescencia de la lucha en Francia tiene a los dirigentes de las organizaciones obreras, por ahora, obligados a mantenerse radicales. Y, de esa fuerza, depende el futuro de esta importante batalla.
Cualquiera sea el resultado de esta cadena de huelgas y movilizaciones en Francia, ya hay un portentoso triunfo para el camino de la revolución; la clase obrera continúa el camino de la lucha contra todo la clase burguesa y contra las medidas imperialistas. Desconocer la fuerza de esta clase como la más revolucionaria y combativa en la actualidad, es pura miopía política, o el más craso oportunismo y vacilación ante el poder que tiene la fuerza poderosa del obrero. Y la experiencia que sigue acumulando el proletariado francés se vuelve conocimiento y estímulo para la lucha en el resto del mundo. Una de esas enseñanzas, sin duda alguna, es la necesidad de contar con fuertes partidos comunistas revolucionarios, destacamentos esenciales para que estas grandes batallas se vuelvan agua que acreciente el torrentoso río de la revolución proletaria mundial.