Donald Trump sigue con sus posturas de gran monarca del mundo; ahora el turno fue para los palestinos, a quienes lanzó una bomba con la declaración de que su gobierno reconoce a Jerusalén como la capital del Estado sionista de Israel. Contra esta imposición imperialista, las masas palestinas han tomado las calles para expresar su absoluto rechazo a la intromisión yanqui, con la consiguiente reacción en cadena de las fuerzas de ocupación del asesino ejército israelí, cuya represión a la población dejó en los primeros 5 días de protestas un saldo de 9 muertos y más de 1000 heridos.
Donald Trump se cree el dueño del mundo, por ser el presidente de una de las potencias imperialistas, que por su brutal opresión y explotación, algunos creen erróneamente que es la única enemiga de los pueblos del mundo, perdonándole la vida a los demás buitres imperialistas. El gobierno yanqui tiene claras intenciones con esta declaración y el traslado de su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, de posesionarse con mayor poder económico y político en la región, para contrarrestar a sus competidores que han hecho lo propio en la carrera por apoderarse de nuevos mercados, del petróleo y del control militar estratégico de esa zona del planeta. De ahí que al Estado sionista de Israel se le conozca como el perro de presa del imperialismo yanqui pues es el mismo Estados Unidos el que traza la política de Israel, lo provee de armamento, lo asesora en todas las áreas, y lo ha posicionado como una potencia en la región. Fue el propio Estados Unidos el que impulsó e impuso al final de la II Guerra Mundial la creación del Estado de Israel en 1948, ocupando y usurpando por la fuerza los ancestrales territorios palestinos, extendiendo la ocupación en guerras como la del 67 siempre sobre la sangre del pueblo palestino.
El pueblo palestino como el pueblo de Israel, tienen derecho a un Estado y un territorio. Pero los imperialistas no solo se niegan a reconocer el Estado Palestino, sino que ocupan sus territorios causando muerte, hambre, confinamiento y destierro del pueblo palestino a manos del sanguinario Estado sionista, que a su vez es una dictadura de clase sobre las masas trabajadoras de Israel. El Estado de Israel se ha convertido en instrumento de los imperialistas para aplastar sin compasión al pueblo palestino y esa monstruosidad tiene su fuente en los intereses de los imperialistas, no solo gringos, sino antes de ellos de los británicos y luego de todos los demás cómplices por participación o por omisión ante la tragedia en que se ha sumido al pueblo palestino. Todos los imperialistas tienen las manos untadas con la sangre palestina; y los pueblos del mundo, incluido el de Israel deben movilizarse revolucionariamente como ya en varias ocasiones se han manifestado trabajadores y activistas israelíes en contra de los imperialistas y de sus socios reaccionarios que dirigen al Estado sionista de Israel.
Los odios viscerales entre el pueblo de Israel y el pueblo palestino son infundidos por la ideología burguesa reaccionaria que azuza los odios nacionales, religiosos, de raza, de sexo, etc. A los pueblos del mundo los debe unir la fraternidad y solidaridad con sus hermanos de todos los países, y deben juntarse como una sola fuerza para derrotar a sus enemigos comunes; en este caso, el imperialismo y su perro de presa, el Estado sionista de Israel. Solamente derrotando la opresión y explotación imperialista-sionista que sufre el pueblo palestino, podrán convivir fraternalmente los pueblos de Israel y Palestina, como ejemplarmente lo mostraron las naciones que por décadas hicieron parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.