El Amazonas arde, el capitalismo debe perecer

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El pasado 15 de agosto se anunció en diferentes portales de internet que los agricultores, animados por el retardatario presidente de Brasil Jair Bolsonaro, promovieron el «día del fuego» en el Amazonas. Bolsonaro en diferentes oportunidades ha atacado el trabajo de los ambientalistas, incluso los culpó del gigantesco incendio que está arrasando con gran parte del Amazonas. “Necesitamos mostrarle al presidente que queremos trabajar y la única forma es derribarlo. Y para formar y limpiar nuestros pastos, es con fuego”, afirmó uno de los agricultores que participó de las quemas. Miles de hectáreas de fauna y flora boscosa se encuentran en llamas desde hace varios días.

El propósito con las quemas es fomentar la deforestación para expandir la agricultura ―principalmente soja― y la ganadería a gran escala, y si para ello los terratenientes y campesinos ricos deben acabar con la Amazonia, lo harán, porque cuentan con el respaldo de Bolsonaro, el presidente títere de las clases dominantes de Brasil y del imperialismo estadounidense.

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Como bien dice una imagen que circula en redes, “no es fuego, es capitalismo”. El ambientalismo consecuente es aquel que identifica como enemigo principal al capitalismo imperialista, que como bien lo diría Carlos Marx, destruye las únicas dos fuentes de riqueza de la sociedad: la naturaleza y los seres humanos. Para salvar al planeta de la destrucción es necesario destruir el poder económico y político de los monopolios encarnado en el Estado de los ricos, que pone al servicio del capital los recursos naturales los cuales ve como una mercancía más para extraer jugosas ganancias.

El capitalismo es el infierno en la Tierra y si los obreros y campesinos no lo destruyen por medio de la violencia revolucionaria, dicho sistema va a acabar con la vida en el planeta. Solo una producción planificada, al servicio de la satisfacción de las necesidades alimenticias de la mayoría de la sociedad como ya sucedió en la URSS bajo la dirección de la clase obrera en los tiempos de José Stalin, o como enseña la experiencia de la China socialista en los tiempos de Mao Tse-tung, podrá garantizar tanto el alimento para toda la sociedad como el respeto y supervivencia por la flora y fauna en todo el planeta.

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