Bolivia es hoy uno de los principales focos en América Latina, pero no precisamente por la pandemia de COVID-19, sino por la agudización de la crisis política: ante la dura situación económica, social y sanitaria, y el anuncio de aplazar por tercera vez las elecciones por la golpista presidente interina Jeanine Áñez, el pueblo se levantó paralizando al país con bloqueos en puntos estratégicos de las principales ciudades y carreteras, y la Central Obrera Boliviana declaró el paro general a partir del 8 de agosto.
Las organizaciones sociales interpretan la nueva postergación de las elecciones para el 18 de octubre y su no realización el 6 de septiembre, como una maniobra de la reaccionaria Áñez para atornillarse en el poder. Por su parte, grupos paramilitares intervienen para levantar los bloqueos por la fuerza, mientras la “Coordinadora Nacional Militar” se propone activar un plan para dar un nuevo golpe de Estado, sacar a Áñez del gobierno, aplastar la rebelión popular e ilegalizar el Movimiento Al Socialismo – MAS, que encabeza Evo Morales, ahora exiliado en Argentina; quien a su vez está llamando a levantar los bloqueos y el paro aceptando la nueva fecha de las elecciones, así como a vincularse al “diálogo” promovido por la Iglesia y la ONU para resolver la crisis.
Las clases dominantes y los reaccionarios saben que la crisis política por arriba puede conducir a una guerra civil, la cual pondría en peligro sus privilegios si las masas se deciden a actuar con independencia de los politiqueros que aspiran a la presidencia para darle continuidad al régimen de explotación y opresión que no ha cambiado en Bolivia.
Rechazamos las calumnias de los medios de comunicación oficiales y sus secuaces en los distintos países que están culpando a las masas y sus bloqueos de impedir la atención en salud para mitigar las consecuencias del COVID-19. Una mentira que pretende ocultar el hecho real de que el gobierno de facto no está brindado las mínimas medidas para ayudar a la población, ni los medicamentos, ni el oxígeno, ni la realización masiva de pruebas, etc. Esa ineptitud y desprecio aberrante de las clases reaccionarias y su Estado para con el pueblo, son los únicos responsables de los muertos por la pandemia, que en el caso de Bolivia, son solo una mínima parte de la tragedia, pues ya la situación del pueblo venía en pésimas condiciones.
El pueblo boliviano está en las calles, pero no solo porque se hayan aplazado las elecciones, esa fue la gota que rebozó la copa; pues la realidad es que la ola de protestas y combates en las calles se ha venido presentando desde el mismo gobierno de Evo Morales, quien a pesar de las reformas sociales llevadas a cabo en su primer mandato, dejó intactas las relaciones de explotación, opresión y sometimiento al imperialismo, así como incólume el Estado burgués-terrateniente garante de los privilegios de los explotadores. Las grandes transformaciones en beneficio del pueblo se esfumaron y el respaldo de las masas a Morales y su partido, fueron disminuyendo y provocando entre muchos la rabia por la traición a sus expectativas.
Por eso no es casual que ahora un sector de las masas se disponga a enfrentar la violencia reaccionaria con la violencia revolucionaria, armándose con lo que encuentre y oponiéndose a las componendas por arriba: “¿Para qué luchamos en las calles y bloqueos?, ¿Para que la fecha de elecciones se corra del 18 al 11 de octubre? El MAS y la COB pretenden traicionar y dar espalda al pueblo movilizado.
Nosotros no luchamos con afanes políticos, no somos masistas, luchamos históricamente por algo más grande y justo que es la liberación política, económica y social…”
Tales son las ideas que rondan en la base las organizaciones obreras, campesinas y populares. Ideas que se corresponden con la necesidad de trasformar la crisis política en crisis revolucionaria por el poder para el pueblo.
Y con justa razón, porque el gobierno encabezado por la presidente interina Áñez ha sido una terrible pesadilla para el pueblo boliviano. El hambre, la ineptitud y falta de interés en salvaguardar a la población de la tragedia de la pandemia, la desatención en salud, la mortandad por enfermedades curables, los miles de campesinos arruinados, la corrupción en todas las esferas estatales, el terrorismo de Estado, el desempleo y la miseria que se extiende como una peste, etc. todo ello es el cuadro en que se enmarcan las protestas, los bloqueos y el paro.
El pueblo boliviano tiene una importante trayectoria de rebeldía, durante décadas ha cultivado una tradición de lucha, es un pueblo guerrero que ha demostrado su enorme poderío como fuerza, y una parte importante de él ha logrado asimilar la lección de que los resultados a su favor no han venido nunca de los escritorios de los politiqueros, ni de los contubernios de sus falsos representantes en mesas de diálogo con los enemigos, sino de la lucha directa, en las calles y con la fuerza poderosa de los levantamientos y las huelgas políticas de masas.
El pueblo de Bolivia está hoy nuevamente en las calles luchando por sus hijos, contra el hambre, por su libertad, contra la podredumbre del Estado; y esa situación es muy beneficiosa para la solución real y definitiva de las lacras de este asqueroso sistema basado en el apetito insaciable de la ganancia. Las calles en Bolivia hoy se ven bellamente adornadas con los miles y miles de hijos del pueblo que están levantando con fuerza su voz y sus manos para luchar; y aunque esa escuela de la lucha forja el espíritu y destaca nuevos combatientes, hace aún más urgente la necesidad de unidad de los comunistas y revolucionarios para encausar toda esa poderosa energía e iniciativa de las masas hacia una auténtica revolución proletaria que destruya el viejo aparato de dominación de los explotadores, para darle vida al nuevo Estado, donde sean los órganos del poder armado de los obreros y campesinos quienes lo gobiernen todo, abriendo el camino de la construcción del socialismo como primera etapa del tan necesario nuevo mundo comunista.
Bolivia es un ejemplo de las grandes posibilidades que se abren para el triunfo de la revolución en los distintos países, pues la pandemia, al poner en cuestión todo el capitalismo, en todos sus aspectos, económico, social y político, eventualmente desencadenará crisis políticas profundas, a la vez que la rebeldía de las masas se manifestará de una forma más decidida y los comunistas deben prepararse para ello, de tal forma que en caso de presentarse una insurrección sean capaces de dirigirla y conducirla al triunfo de la revolución.