La tensa calma en Francia rápidamente se interrumpió. Las vacaciones de verano no fueron de descanso, sino una ocasión para preparar las fuerzas y continuar la lucha contra el gobierno y especialmente contra la nefasta reforma laboral que se ha impuesto por decreto del presidente Francois Hollande. Prácticamente todo lo que ha corrido del año, la lucha de clases ha estado a flor de piel en las calles francesas; y todo a cuenta de la decisión implacable del gobierno de dar un duro golpe a toda la clase obrera, a través de la imposición de medidas que desmejoren significativamente las condiciones de vida de los trabajadores.
La disculpa infame del gobierno es que al flexibilizar las relaciones laborales, bajando los salarios y permitiendo a las empresas despedir con facilidad a los empleados, se puede enfrentar el creciente índice de desempleo, pues según él se estimulará a los inversionistas para contratar más personal. Una burda mentira ya demostrada en muchos países donde se usó la misma cantinela y se vio la cruda realidad, caso concreto en Colombia por ejemplo, donde el resultado es el empeoramiento general de las condiciones de la clase obrera para salvarle a la burguesía del descalabro producto de la crisis de la que ellos son los únicos responsables.
La realidad es que la crisis económica del capitalismo mundial ha golpeado tan fuerte a la burguesía, que está tomando medidas desesperadas para impedir la baja de ganancia de sus inversiones, y lo primero que ve es sin duda el salario obrero. Es por ello que busca explotar en un mayor grado a los trabajadores en activo y condenar a muchos otros a la miseria y al paro forzado a través del desempleo, que entre otras lo maquillan con los supuestos empleos «por cuenta propia».
El pasado 21 de julio, luego de una tensa discusión en el parlamente francés que preveía muchos tropiezos para que pasara la mentada ley, el presidente expidió un decreto promulgándola por directa orden presidencial, sin importar las opiniones encontradas de los legisladores y mucho menos el rechazo generalizado del pueblo francés que en las calles expresaba su total repudio a la medida. Pero claro, la orden viene de las altas esferas de los acuerdos entre imperialistas y se impone a sangre y fuego si es necesario.
Por eso las masas francesas nuevamente han salido a las calles; el 19 de septiembre fue un punto alto en las últimas manifestaciones, más de 170 mil personas en todo el país de las que 40 mil salieron en la capital. Cerca de 170 marchas se registraron en toda Francia y el clamor generalizado es multiplicar la lucha hasta obligar al gobierno a echar atrás la reforma. La clase obrera francesa está jugando un papel importantísimo en estas jornadas; de hecho ha obligado a los dirigentes de las centrales sindicales a adoptar una postura beligerante ya que desde las bases de los sindicatos y el grueso de los trabajadores han estado en pie de lucha permanente, adquiriendo un papel de vanguardia en las confrontaciones, y eso ha sido de mucha valía para que las familias obreras, las organizaciones estudiantiles y la mayoría de los progresistas y revolucionarios engrosen este caudaloso mar de rebeldía en contra del mentiroso y vergonzoso gobierno que se autoproclama «socialista». Un gobierno abiertamente reaccionario y enemigo a muerte de los derechos de los trabajadores. Un gobierno que no sólo es cavernario y retardatario en las políticas sociales, sino que se pasa por la faja sus propias instituciones imponiendo cual burdo monarca sus decretos, apoyado con la fuerza del fusil y el terrorismo de Estado.
La clase obrera francesa está dando una gran batalla, de tal magnitud que representa el camino que deben seguir todos los obreros del mundo ante las medidas antiobreras de sus gobiernos de turno. Esa es la forma de desarrollar la lucha de resistencia, y sin duda, es la mejor escuela para prepararse para las grandes batallas, no solo para obligar a la burguesía a retroceder, sino derrotarla con la revolución proletaria mundial. Levantar y enaltecer a los obreros franceses por su ejemplar actuación, es parte del verdadero internacionalismo revolucionario.