El 23 febrero se conmemoraron 56 años de la Masacre de Santa Bárbara. Rescatar la memoria de la lucha de clase obrera, esa historia escrita con sangre, es responsabilidad de los comunistas, quienes deben extraer las lecciones para elevar el nivel de comprensión de los obreros sobre su importancia social y su misión histórica, sobre el papel del Estado y la forma de luchar contra éste y los capitalistas, sobre el papel del oportunismo en la dirección del movimiento obrero… Por tal razón y con motivo de los hechos luctuosos del 23 de febrero de 1963 en Santa Bárbara, Antioquia, reproducimos apartes de un artículo publicado en Revolución Obrera el año pasado y que sigue teniendo plena vigencia.
Masacre de Santa Bárbara, Sin Olvido
La sangre de los trabajadores derramada en Santa Bárbara hace 55 años, no ha sido olvidada por los obreros revolucionarios; es un ejemplo que los luchadores recuerdan y exaltan como parte del combate por mejores condiciones de vida y por la transformación radical de la sociedad.
Para la década del 60 en Colombia las condiciones era similares a las actuales: un sistema económico en crisis que arremete contra los explotados a través de despidos masivos, rebaja de salarios e incontables medidas para que la ganancia de los dueños de los medios de producción no se vea afectada. Sin embargo, para esa época existían características particulares: un período de post-guerra donde la influencia de los logros de la Dictadura del Proletariado, así como de la revolución en China y Cuba permeaba a los obreros del mundo; ese ejemplo, que representaba un peligro para la burguesía en todos los países, empezó a ser combatido con algunas reformas, lo que llamaron Estado de Bienestar, con el fin de detener el levantamiento de los oprimidos en cada país. Pero a la par con ello, cada idea distinta o que oliera a socialismo fue combatida con la fuerza de las armas; esta política fue impuesta en Latinoamérica por el imperialismo yanqui con el conocido plan “Alianza para el Progreso”.
Todo este panorama internacional se reflejó en Colombia: crisis económica con la caída del precio del café, arremetida generalizada contra los trabajadores no solo en términos salariales y condiciones laborales, sino con medidas represivas institucionalizadas con el Estado de Sitio. El Frente Nacional apareció además con cierto aire de democracia luego de la dictadura militar de Rojas Pinilla, pero en realidad no fue más que la repartición de los puestos del Estado entre liberales y conservadores y el turnarse el poder en cada período, para ejercer la dictadura de imperialistas, burgueses y terratenientes. Pese al supuesto aire de democracia, el movimiento respondió con un auge en huelguístico, que para 1963 alcanzó un desarrollo de 76 huelgas donde participaron más de 160 mil trabajadores.
Y precisamente una de esas valerosas huelgas fue la de los obreros de Cementos El Cairo, donde además de producir cemento, surtía klinker (materia prima en la producción de cemento) para las demás empresas cementeras. La huelga se aprobó luego de que la empresa no quisiera atender el pliego. Los dirigentes cementeros afiliados a la Federación de Trabajadores de Antioquia – FEDETA, dirigida a su vez por el falso Partido Comunista, cometieron por lo menos 2 errores, tanto en la negociación del pliego como en la conducción de la huelga: el primero, fue aceptar la negociación por separado permitiendo que se firmaran acuerdos en Cementos Nare y Argos también en conflicto, con lo cual se dividió a los trabajadores y se le restó fuerza al movimiento; el segundo, aceptar que de la mina propiedad de El Cairo se siguiera sacando la materia prima para surtir a las demás cementeras, con lo que se permitió cubrir la demanda de cemento de El Cairo.
Sabotajes con el cierre de las oficinas, esquiroles pagados, intervención de las Fuerzas Militares y del Estado directamente con el apoyo del presidente de la época, Guillermo León Valencia, del Ministro de Gobierno Eduardo Uribe Botero accionista de Cementos El Cairo, del Ministro de Trabajo Belisario Betancourt y del Gobernador de Antioquia Fernando Gómez Martínez, quien ordenó el 22 de febrero hacer pasar el klinker de Santa Bárbara a Medellín “COSTARA LO QUE COSTARA”.
El viernes 22 se dio a conocer una propuesta de arreglo muy vaga, que fue rechazada por el sindicato y el inspector del trabajo comunicó a la asamblea que se le había ordenado a la empresa un reajuste salarial desde el 1 de enero hasta el 23 de enero cuando empezó la huelga, reajuste que sería entregado el sábado 23. Pero el sábado 23 lo que llegó a Santa Bárbara fue una ambulancia y volquetas cargadas de militares al mando del coronel Armando Valencia Paredes quien notificó que iba a cumplir las órdenes del gobernador y a garantizar el tránsito de la materia prima. Los obreros se opusieron alegando que su huelga era legal y estaba acorde con los requisitos del Código Sustantivo de Trabajo; por ello decidieron acostarse en la carretera para impedir el paso de las volquetas que a las 4 de la tarde aparecieron con el klinker…
Ese 23 de febrero en Santa Bárbara no hubo arreglo alguno, ¡solo muerte! los militares al mando del Coronel Valencia arremetieron a bala contra los trabajadores. Sin ningún escrúpulo quisieron acabar a sangre y fuego la huelga, allanaron viviendas, persiguieron, hirieron, detuvieron y hasta mataron a domicilio a María Edilma Zapata, una niña de apenas 10 años, hija de uno de los huelguistas.
Pese a la masacre, los obreros no regresaron al trabajo; por el contrario, se mantuvieron en pie de lucha contando con la solidaridad de los campesinos que fue muy activa, y sobre todo del sindicato de cementos Argos, que por Asamblea ordenó trasladar todos sus fondos como préstamo a largo plazo al sindicato de El Cairo; además se desató un movimiento nacional de protesta el 26 de febrero, concretado en un paro de 50 empresas de Bogotá, 26 de Bucaramanga y otras tantas en Medellín, en contraste con las manifestaciones de la prensa burguesa que arguyó la defensa de los militares supuestamente emboscados por los huelguistas. Presionada por la huelga política en solidaridad con los obreros de El Cairo y la creciente indignación de los trabajadores en todo el país, la patronal se vio forzada a conceder las peticiones obreras.
La huelga de los obreros cementeros de El Cairo, la masacre y el desenlace con la conquista de sus exigencias, es parte del camino transitado hacia la noble tarea de exterminar toda forma de explotación del hombre por el hombre. Los hermanos cementeros en Santa Bárbara lograron con sus vidas convertir su huelga en lucha política contra el poder del Estado, pues toda huelga cuando se generaliza en todo el país, representa una amenaza para el poder de la burguesía.
Sus enseñanzas son vigentes y los obreros revolucionarios deben esforzarse en reproducirlas a toda su clase. Hoy 55 años después, en medio de mentirosos cantos de paz, de una nueva farsa electoral, de la crisis económica, del desempleo, la miseria, el hambre, la rebaja de salarios, el asesinato a campesinos y líderes sociales a manos de Fuerzas Militares y paramilitares, el movimiento de masas continúa en ascenso; un movimiento que igual que los obreros cementeros en Santa Bárbara, requiere de una correcta dirección, lo que se concreta actualmente en:
- Elevar la conciencia en cuanto a que el Estado es un órgano de dictadura de clase; no se puede confiar en él cuando la burguesía está en el poder. La masacre de Santa Bárbara demostró que el Estado de los ricos está al servicio de los capitalistas y es capaz de desplegar todas sus fuerzas para aplastar al pueblo trabajador.
- El movimiento sindical necesita conquistar su independencia de clase y desprenderse del sindicalismo burgués manifiesto en el papel de los dirigentes de las centrales sindicales; en aquella época la UTC y CTC no se solidarizaron con la huelga porque eran afines al gobierno y no a los intereses de la clase obrera.
- Es necesario aislar de toda lucha el reformismo y el oportunismo, que creen posible la conciliación con los enemigos y sacrifican los intereses de los obreros por ventajas pasajeras, como ocurrió en la huelga bajo la dirección del reformista Partido Comunista.
- En la actualidad se necesita un movimiento sindical independiente que retome la Huelga como la forma principal de lucha, que rescate la Huelga de Solidaridad con la lucha de cualquier sector como expresión de la unidad de la clase obrera, y que eduque a las bases en las ideas del socialismo científico para que el movimiento sirva a la lucha general por la emancipación de la clase obrera y la liberación del pueblo colombiano.
- Los obreros no pueden olvidar la necesidad de su propio partido político como expresión máxima de su independencia de clase. Un Partido que dirija su lucha por la revolución socialista y la abolición de la explotación capitalista, no un partido politiquero para engañar a los obreros.