En este libro, Engels defiende la concepción científica del socialismo frente a la amalgama de ideas que se autoproclamaban innovadoras, por parte del profesor de filosofía Eugen Düring y sus partidarios, entre ellos Bernstein, Most, Bracke y en cierta medida Bebel, afiliados al Partido Socialdemócrata Alemán y quienes, en su mayoría, representaron a su tiempo el ala revisionista de dicho partido. La concepción de Dühring consistía en una serie de teorías que estaban en boga y las cuales tanto Marx como Engels rebatieron, entre ellas estaban la concepción materialista de Feuerbach en filosofía, el economismo vulgar de List y Carey en economía y el “societarismo” o sistema de comunidades que sostienen relaciones de mercado basadas en valores morales de socialismo.
Engels expone y explica las tres partes integrantes del Marxismo: La filosofía (el materialismo histórico y dialéctico), la economía política y el socialismo (socialismo científico) legándonos un ejemplo de cómo se defiende de manera consecuente la concepción científica del mundo y los intereses del proletariado, un ejemplo de intransigencia marxista frente a las tergiversaciones de la ciencia y al oportunismo en política.
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“las tres clases de la sociedad moderna, la aristocracia feudal, la burguesía y el proletariado, tienen cada una su propia moral, no podemos sino deducir de ello que, en última instancia, los hombres toman, consciente o inconscientemente, sus concepciones éticas de las condiciones prácticas en que se funda su situación de clase, es decir, de las situaciones económicas en las cuales producen y cambian.
Pero en las tres teorías morales antes indicadas hay cosas comunes a todas: ¿no puede ser esto, por lo menos, una pieza de la moral válida para las tres? Aquellas teorías morales representan tres estadios diversos de una misma evolución histórica. Tienen, pues, un trasfondo histórico común y, ya por eso, necesariamente, muchas cosas comunes. Aún más. Para estadios evolutivos económicos iguales o aproximadamente iguales, las teorías morales tienen que coincidir necesariamente en mayor o menor medida […] Rechazamos, por tanto, toda pretensión de que aceptamos la imposición de cualquier moral dogmática como ley ética eterna, definitiva y por tanto inmutable, por mucho que se nos exhiba el pretexto de que también el mundo moral tiene sus principios permanentes, situados por encima de la historia y de las diferencias entre los pueblos. Afirmamos, por el contrario, que toda teoría moral que ha existido hasta hoy es el producto, en última instancia, de la situación económica de cada sociedad. Y como la sociedad se ha movido hasta ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral de clase; o bien justificaba el dominio y los intereses de la clase dominante, o bien, en cuanto la clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó la ira de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de dichos oprimidos orientados al futuro”