En las bibliotecas también se forja la revolución

En las bibliotecas también se forja la revolución 1
Biblioteca de Lenin (Ahora bibilioteca del Estado ruso)

Ilich se pasaba días enteros en la enorme biblioteca de la Sociedad de Lectura, que reunía magníficas condiciones para trabajar y recibía inmensa cantidad de periódicos y revistas en francés, alemán e inglés. Vladímir Ilich elogiaba sin cesar la cultura suiza y soñaba en cómo serían organizadas las bibliotecas en Rusia después de la Revolución.

N. Krupskaya

Las bibliotecas públicas son templos del conocimiento acumulado, disponible para quienes no poseen los medios para acceder a costosos libros o no tienen espacio donde albergarlos. Son trincheras de conocimiento al servicio del pueblo, pues en ellas reside un arma poderosa para la clase obrera: el saber.

Hoy, 24 de octubre, en el Día Internacional de las Bibliotecas, reconocemos su papel esencial en la historia humana, no solo como guardianas de la cultura, sino como cimientos de las revoluciones que han estremecido el mundo. Sin las bibliotecas públicas, la revolución proletaria no hubiera contado con las herramientas intelectuales que forjaron su teoría y su práctica revolucionaria.

En sus textos, la camarada Krupskaya nos cuenta que Lenin fue un usuario asiduo de las bibliotecas públicas, aprovechó sus vastos acervos para consolidar su pensamiento revolucionario; incluso en prisión o durante su deportación en Siberia, con ayuda de su familia, se las arreglaba para que le llegaran los libros de las bibliotecas públicas. Consultó cientos de libros y tomó miles de notas que más tarde darían forma a sus escritos fundamentales; no hubiera sido posible escribir El desarrollo del capitalismo en Rusia sin el acceso a los 583 textos que utilizó en su análisis.

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La revolución proletaria le debe mucho a las bibliotecas públicas, pues sin la riqueza intelectual que almacenan, nuestra teoría revolucionaria habría quedado sin el sustento necesario para enfrentar al nauseabundo capitalismo imperialista. Así pues, las bibliotecas son una de las palancas fundamentales del progreso histórico, cuyo acceso universal se convierte en una demanda popular básica.

Las bibliotecas públicas no solo permitieron a los maestros del proletariado construir el andamiaje teórico que ha guiado al pueblo hacia la revolución, sino que, una vez instaurado el socialismo, se transformaron en baluartes de lucha contra el analfabetismo y en instrumentos para la educación de las clases laboriosas. Las organizaciones juveniles revolucionarias, como el Komsomol, las impulsaron como herramientas indispensables para el aprendizaje colectivo y la autoformación, para que el proletariado y el campesinado pudiera adquirir conocimientos y habilidades para la transformación social.

En los primeros años después de la toma del poder en Rusia (1917), la lucha por liquidar el analfabetismo adquirió un ritmo vertiginoso: surgieron más de 80.000 isbas[1] de lectura, cerca de 30.000 bibliotecas, toda una red de escuelas políticas, clubs, etc. Esta poderosa fuerza de lucha contra la ignorancia y la incultura llevó al pueblo ruso, bajo la dirección de proletariado revolucionario, a señalar un esperanzador futuro para la humanidad.

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Esa visión del futuro, del progreso ligado a la cultura y especialmente al valor de las bibliotecas, también es sentido por el pueblo colombiano. No son pocos los proyectos de bibliotecas populares independientes en los que se unen jóvenes y adultos en plazas, parques, colegios, casas comunales, veredas… luchando ahora contra el analfabetismo funcional y promoviendo miradas críticas de la realidad. Estos espacios incluso han vivido un crecimiento mayor luego de los últimos grandes levantamientos populares de 2019 y 2021, en los que el pueblo se atrevió a convertir los CAI de policía en bibliotecas.

A esto se suma el gran esfuerzo que hacen los profesionales en promoción y animación de lectura que trabajan para el Estado a través de las bibliotecas públicas, pese a que actualmente en Colombia las bibliotecas públicas están siendo devastadas dado la continua desfinanciación y el abandono que se agudiza con la corrupción. Los trabajadores de las bibliotecas públicas de nuestro país soportan condiciones de inestabilidad laboral permanente, con contratos temporales de unos pocos meses y sometidos al retraso en el pago de sus salarios, con la zozobra del despido para que los politiqueros coloquen en sus puestos a personas sin ningún conocimiento de libros ni de gestión cultural, lo que termina por sobrecargar la labor de quienes realmente trabajan por el saber y la cultura. Además, las bibliotecas públicas muchas veces carecen de los enseres básicos para enfrentarse al cambio climático, su infraestructura se cae a pedazos y están mal dotadas de material bibliográfico. Todo ello es una afrenta a las clases trabajadoras y a su derecho al saber, el arte y la cultura.

Es indispensable que la juventud, los maestros, los promotores de lectura… bebamos de la experiencia revolucionaria para guiar nuestro quehacer en los campos de la cultura y, en particular, de la lectura, la escritura y las bibliotecas. Tal como lo señalaba la camarada Krupskaya: «Debemos despertar la conciencia de los niños y para ello tenemos que recurrir a los libros. Ahora es muy importante crear nuevas bibliotecas infantiles y ampliar su labor. Pero no sólo se trata de eso. Es también muy importante lo que van a leer los niños, la selección de libros. Ahora, cuando se plantea el problema de acercar el nivel cultural de la aldea al de la ciudad, debemos esforzarnos porque haya la mayor cantidad posible de libros para niños en las escuelas rurales y por qué sean buenos, comprensibles e instructivos».[2]

¡Es hora de levantarnos y luchar por nuestras bibliotecas! No podemos permitir que estos bastiones de sabiduría caigan en el olvido o se conviertan en un simple fortín del clientelismo. Defender las bibliotecas es defender la educación del pueblo, es garantizar que las futuras generaciones de revolucionarios cuenten con las armas teóricas necesarias, porque la revolución no solo se hace en las calles, también se forja en las páginas que nos enseñan a soñar y a luchar por otro mundo que tenemos por ganar.


[1] Isbas: vivienda rural de madera, propia de algunos países septentrionales del antiguo continente, y especialmente de Rusia.

[2] Hay que preocuparse del desarrollo múltiple de los niños. Artículo publicado en la revista «Vozhati» Guía N.º 6, año 1937.

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