Lecciones de la Gran Revolución China
Muchos, al pasar por la universidad o incluso desde el bachillerato, hemos pensado en soluciones para atender los problemas que aquejan al pueblo. Nuestros anhelos son tantos que no son pocas las iniciativas del pueblo para crear espacios de educación popular en los que se pueda trabajar por una educación liberadora.
Así es que vemos la Misak Universidad en Guampia (Cauca), que busca poner la educación al servicio de la agricultura local, respetando la cosmovisión Misak. Y no solo allí, en numerosas ciudades y pueblos la juventud demanda la creación de universidades que pongan la ciencia y el arte al servicio de sus comunidades. Para hacer realidad estos anhelos, es esencial abandonar la fe en los politiqueros reformistas, unir las fuerzas populares y tomar el poder para ejecutar directamente las tareas que aseguren una educación al servicio del pueblo.
Precisamente eso fue lo que nos legaron los revolucionarios en China. Desde el primer momento de la Revolución, la educación fue vista no solo como un derecho de las masas populares, sino como una herramienta fundamental para su emancipación. El camarada Mao Zedong señalaba que: «A lo largo de la historia de China, solo se ha permitido que los terratenientes fueran escolarizados, mientras que a los campesinos se les negaba este derecho»; dado que esta injusticia debía ser erradicada, la Revolución no solo se planteó la tarea de liquidar el analfabetismo, sino de transformar la educación en una herramienta revolucionaria que sirviera a los intereses del proletariado y el campesinado.
El PCCh entendió que la educación debía ser una prioridad y, en 1923, encargó a Cao Dianqi de preparar planes de educación para los campesinos, incluso se impulsó la creación de escuelas como la de Hunan (1924), donde también trabajó como docente y director el camarada Mao Zedong. Durante la Guerra de Resistencia contra Japón y la Guerra de Liberación, se cosecharon importantes éxitos en la implementación de la educación campesina, vinculando la lucha militar con la alfabetización y la formación política de las masas. Se fundaron numerosas escuelas y universidades, todas con el objetivo de formar a los hijos del pueblo y preparar a los cuadros revolucionarios que dirigirían la transformación socialista del país.
El establecimiento de la República Popular China, el 1 de octubre de 1949, inicia el periodo de la Nueva Democracia en la que coexistían remanentes de la burguesía y los terratenientes, pero en la cual el proletariado y los campesinos era quienes estaban al mando a través del PCCh.
En la «Conferencia Política Consultiva Popular», que funcionó como Asamblea Nacional, las personalidades democráticas y revolucionarias de los distintos partidos se unieron bajo un objetivo común: rechazar por completo el viejo régimen y apoyar el nuevo liderazgo del Partido Comunista. Estas fuerzas comenzaron a implementar sus decisiones a través del Frente Unido, incluso antes de octubre de 1949. La educación, como pilar clave de la construcción socialista, no quedó al margen. En las décadas siguientes, el gobierno revolucionario promovió grandes reformas educativas para erradicar la enseñanza elitista y alinearla con las verdaderas necesidades del pueblo.
Este nuevo poder popular se manifestó en la creación de una serie de órganos y comisiones que tenían la tarea de organizar la economía, la educación y la vida política del país. Entre ellos se encontraba la Comisión Cultural y de Educación, que jugó un papel fundamental en la reorganización del sistema educativo.
El PCCh asumió la responsabilidad de resolver estos problemas a través de los planes quinquenales iniciados en 1953. Durante este periodo, el Estado expropió tierras y bienes de terratenientes y grandes capitalistas, lo que permitió la colectivización de la agricultura y la nacionalización de la industria; recordemos que para 1950, el 83,5 % de la población trabajaba en el campo.
Estos planes buscaban aprender de los errores de Rusia —que priorizó la industria pesada en detrimento del sector agrícola y la industria de artículos para el hogar—, por ello Mao propuso tomar la agricultura como base de la economía y la industria como factor dirigente para equilibrar ambos sectores.
Esta centralización económica mejoró significativamente las condiciones materiales del pueblo. En el ámbito educativo, se crearon universidades y escuelas en todo el país, brindando acceso a las masas populares que antes no tenían esa oportunidad. Se promovió el desarrollo científico y técnico, y se capacitó a campesinos y obreros para mejorar la agricultura.
El Gran Salto Adelante, iniciado en 1958, impulsó una transformación radical del sistema educativo en el marco de la industrialización y la colectivización del campo. El objetivo central fue integrar la educación con el trabajo productivo, involucrando a los estudiantes en tareas agrícolas y manufactureras. Este enfoque rompió la barrera entre el trabajo manual e intelectual, formando jóvenes preparados para la construcción socialista; las escuelas y universidades se convirtieron en centros de producción donde los estudiantes aplicaban sus conocimientos para resolver problemas prácticos del pueblo.
En este contexto surgieron las Comunas Populares, avanzadas organizaciones socialistas que unificaban la producción, la educación y la vida comunitaria, disminuyendo la brecha entre campo y ciudad y promoviendo la autosuficiencia, tras la retirada del apoyo soviético. A pesar de dificultades como la falta de maquinaria y transporte, la cooperación y la creatividad del pueblo, bajo la dirección del Partido, consolidaron a las comunas como auténticos bastiones del poder popular, gestionando escuelas, fábricas y servicios públicos.
Entre 1954 y 1965, los esfuerzos por erradicar el analfabetismo beneficiaron a 957,7 millones de personas, convirtiendo este periodo en el más exitoso de la Nueva China en materia educativa. Durante el Gran Salto Adelante, la tasa de alfabetización alcanzó 731,3 millones de personas en solo tres años, representando el 75 % del total de alfabetización de esa década.
En cuanto a la educación superior, el Segundo Plan Quincenal, aprobado en 1956, previó un aumento significativo de estudiantes universitarios, pasando de 500.000 en 1957 a 850.000 en 1962, prácticamente duplicando la matrícula en un corto plazo y demostrando el éxito de los esfuerzos educativos durante el Gran Salto Adelante.
Todo este periodo no estuvo exento de una fuerte lucha ideológica al interior del Partido y en el Estado contra las ideas burguesas que se manifestaron. Sobre esto pueden leer más ampliamente en diferentes artículos especiales sobre este tema en www.revolucionobrera.com
Precisamente en respuesta a las crecientes influencias burguesas y revisionistas dentro del Partido y del Estado se abre paso la Revolución Cultural, iniciada en 1966. Durante este periodo, el camarada Mao Zedong impulsó una crítica radical a todas esas manifestaciones, en especial contra personalidades académicas y miembros burocráticos en el Estado, promovió la participación directa de los estudiantes y los trabajadores en la gestión de escuelas y universidades.
Este proceso permitió profundizar las ideas de la educación al servicio del pueblo, integrando aún más la teoría con la práctica. Los Guardias Rojos desempeñaron un papel fundamental en la crítica a los elementos burgueses dentro del sistema educativo y en la promoción de una pedagogía revolucionaria que ponía la política en el centro del aprendizaje. La Revolución Cultural fue un momento clave para la consolidación del poder popular en la educación, permitiendo que las masas participaran activamente en la transformación de su propia realidad.
El que el pueblo, en particular la juventud, haya librado la batalla por conquistar una educación al servicio de los intereses de la clase obrera en China se debe a que: supo reconocer el poder que surge de las masas organizadas, y contó con la claridad política que brinda la ciencia del proletariado para hacer frente con independencia a las intenciones de las clases enemigas. Fue de esta manera que el pueblo supo imponer, en las Asambleas Populares y formas organizativas previas a la conquista del poder, los intereses de los obreros y campesinos.
China nos señaló el camino, ahora es nuestro deber y nuestra oportunidad de luchar porque la educación deje de ser un instrumento de dominación capitalista y se transforme en una herramienta de formación revolucionaria, donde las nuevas generaciones se eduquen en la lucha de clases y los principios del socialismo. Para que la educación responda a los anhelos de la juventud y de todo el pueblo, es urgente exigir que vincule a los jóvenes universitarios con las tareas productivas del campo o las tareas de la educación y la cultura en instituciones públicas, contribuyendo a impulsar un desarrollo económico respetuoso de la naturaleza y que garantice la autosuficiencia de las comunidades.
Ante estos deseos, y por una juventud proletaria y campesina que ponga su educación al servicio del pueblo, las Asambleas Populares Independientes son los espacios donde se discute y define el programa político revolucionario inmediato, que coloque la educación del pueblo y para el pueblo entre sus principales reivindicaciones.
Para conquistar una educación verdaderamente popular, es indispensable que la juventud se organice y contribuya a que el pueblo luche de manera decidida y consciente. Las Asambleas Populares no deben limitarse a la deliberación, sino convertirse en órganos de poder real, capaces de tomar el control mediante la lucha en las calles, la paralización de la producción y un gran levantamiento popular que conquiste las demandas más urgentes.
La Revolución China nos enseñó que la educación es un campo de batalla crucial en la lucha de clases. Solo a través de la movilización popular y la toma del poder por parte del proletariado es posible transformar la educación en un verdadero instrumento al servicio del pueblo.