En 1845, un joven apasionado de 25 años dedicaba a la clase obrera de Inglaterra un estudio minucioso y científico sobre su existencia y desarrollo. En sus palabras había devoción por la causa de la clase que sufre y padece, mientras los parásitos burgueses se enriquecen; “¿cómo podrían los obreros cambiar radicalmente su situación?”, se preguntaba frecuentemente ante las injusticias que vivían. Rompiendo con la clase burguesa a la que pertenecía, se apartó de lujos y comodidades, y se propuso estar del lado de la clase proletaria; como si ésta lo hubiese parido, se sintió parte de ella; por tanto, asumió la responsabilidad de defenderla y estudiar las condiciones que generaban su opresión y explotación.
Los obreros lo acogieron en sus brazos, haciendo que sus vidas y luchas se convirtieron en la escuela de aquel joven revolucionario. Con entusiasmo, aprendió de cada combate y así lo reflejó en sus escritos, haciendo notar cómo de cada conflicto obrero brotaban las llamas de un incandescente clamor por la revolución. Conmovido por las pésimas condiciones, pero también por la tenaz lucha del proletariado inglés, Engels se dispuso a profundizar la situación y el objetivo de la lucha de la clase obrera; en el folleto “La situación de la clase obrera en Inglaterra” en particular, se propuso desenmascarar a la burguesía y demostrar que es de las peores lacras sociales: aparte de explotar a una inmensa capa de la sociedad, es capaz de asesinar y robar con tal de conseguir sus objetivos.
Rendimos homenaje a uno de los maestros del proletariado mundial y a propósito de la conmemoración de los 200 años de su natalicio, reproducimos la dedicatoria que hace parte del folleto “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, e invitamos a que lean todo el folleto, el cual hace parte de la amplia bibliografía que los obreros debemos conocer y estudiar.
A la clase trabajadora de Gran Bretaña
Trabajadores:
A vosotros dedico una obra en la que he intentado poner ante mis conciudadanos alemanes una fiel pintura de vuestra situación, de vuestros sufrimientos y luchas, de vuestras esperanzas y perspectivas. He vivido bastante entre vosotros para conocer algo de vuestra condición; a vuestro conocimiento he dedicado mi mayor solicitud; he estudiado, cuando me fue posible, los varios documentos oficiales y no oficiales; no me contenté con esto; quise, más que el conocimiento abstracto de mi asunto, sentí la necesidad de veros en vuestras mismas casas, de observaros en vuestra vida cotidiana, de charlar con vosotros respecto de vuestras condiciones de vida y sufrimiento, de asistir a vuestras luchas contra el poder político y social de vuestros opresores. He hecho así: abandoné la compañía, los convites, el vino de oporto y el champaña de las clases medias, y he dedicado mis horas de ocio, casi exclusivamente, a establecer relación con simples trabajadores. Estoy contento y orgulloso de haberlo hecho así. Contento, porque así dediqué horas felices a conocer la realidad de la vida –muchas horas que de otro modo habrían estado ocupadas en discursos a la moda y etiquetas cansadoras– orgulloso, porque de esta manera encuentro una oportunidad de hacer justicia a una clase de hombres oprimida y calumniada, los cuales, a pesar de sus posibles errores y de las desventajas de su condición, sin embargo, imponen respeto a todo el mundo, excepto a un especulador inglés; orgulloso, también, porque de este modo estoy en situación de defender al pueblo inglés del desprestigio creciente en que ha caído en el continente, como necesaria consecuencia de la política brutalmente egoísta y de la conducta general de nuestra clase media gobernante.
Al mismo tiempo, habiendo tenido amplia oportunidad de observar a vuestros adversarios, las clases medias, he llegado pronto a la conclusión de que tenéis razón, perfecta razón en no esperar de ellas ningún apoyo. Sus intereses son diametralmente opuestos a los vuestros, aun cuando se esfuercen siempre en sostener lo contrario y en haceros creer en su más cordial simpatía por vuestra suerte. Espero haber recogido en abundancia pruebas evidentes de que -por más que digan lo que quieran- las clases medias no piensan, en realidad, nada más que en enriquecerse con vuestro trabajo y abandonaros al hambre apenas no puedan continuar sacando provecho de este comercio de carne humana. ¿Qué han hecho para probar la buena disposición que dijeron tener hacia vosotros? ¿Han escuchado alguna vez vuestros lamentos? ¿Qué otra cosa ha hecho que pagar el gasto de una media docena de comisiones de encuestas, cuyos voluminosos informes están condenados al sueño eterno entre el montón de papeles de las estanterías del ministerio del interior?
¿Han pensado alguna vez, no digo otra cosa que componer, con estos gastados libros azules, un solo libro legible, en el cual todos puedan fácilmente encontrar cualquier información sobre la condición de la gran mayoría de los free-born Britons?1. No, verdaderamente, éstas son cosas de las cuales no gustamos hablar. Han dejado a un extranjero la tarea de informar al mundo civilizado el estado de degradación en que vosotros debéis vivir.
Un extranjero para ellos, aunque, lo espero, no para vosotros. Aun cuando mi inglés pueda no ser puro, todavía me auguro que queráis encontrarlo simple. Ningún hombre trabajador, en Inglaterra y en Francia, me trató como extranjero. Con la más grande satisfacción os he visto libres de esa maldición destructora, el prejuicio y la soberbia nacional, los cuales, después de todo, no son más que grosero egoísmo. He observado que tenéis simpatía por quien ha combatido por el progreso humano, sea o no inglés; he visto que admiráis las cosas grandes y buenas, estén en vuestro suelo nativo o no. Encontráis que sois, más que simples ingleses, miembros de una nación aislada; encontráis que sois hombres, miembros de la gran familia humana, conscientes de que son los mismos vuestros intereses y los de la raza humana. Y como tales, como miembros de esta familia humana «una e indivisible», como seres humanos en la más amplia acepción de la palabra, como tales, yo y otros muchos en el continente, saludamos vuestro progreso en todas direcciones y os auguramos un rápido éxito.
Adelante, pues, como habéis hecho hasta este momento. Mucho queda todavía por sufrir; manteneos firmes e intrépidos; vuestro éxito es seguro y ningún paso de vuestra marcha hacia adelante se perderá para vuestra causa común, la causa de la humanidad.
1 Ingleses nacidos libres.
FEDERICO ENGELS
Barmen (Prusia Renana), 15 de marzo de 1845.