De “rebeldes” a defensores de la tiranía
Con bombos y platillos la burguesía y en especial la pequeña burguesía celebraron los 30 años de la Constitución del 91. Los que por entonces eran jóvenes “revolucionarios” organizaron un movimiento llamado La Séptima Papeleta que se movilizó para lograr una carta magna que supuestamente garantizaría verdaderos derechos y libertades para el pueblo.
Hoy después de 30 años, los defensores de tal engendro reconocen que la Constitución del 91 es letra muerta y que se necesita implementarla y desarrollarla. Es decir, aceptan que no le ha servido al pueblo.
Después de tres décadas puede decirse que en el fondo sí se ha desarrollado e implementado la Constitución del 91, pues su esencia era mantener el sistema de explotación y opresión, mantener la dictadura de las clases dominantes y sacrificar a los trabajadores del campo y la ciudad para que terminaran en la situación en que se encuentran: sin libertades ni derechos y desde hace dos meses en la calle luchando.
Los hechos dejan en evidencia además, en qué terminaron algunos de esos jóvenes “revolucionarios” que siguieron el camino reformista y electorero, como Claudia López, quien hoy hace parte del Estado asesino y reprime, al igual que todos los mandatarios de ese entonces, a la juventud luchadora, pisoteando, según algunos de sus compinches de la época, la famosa Constitución por la que “luchó”.
Para entender a profundidad lo que significó la Constitución del 91 y por qué el camino no puede seguir siendo las salidas constitucionales, como pretende nuevamente la democracia pequeñoburguesa encausar la rebelión de la juventud, reproducimos el documento Dictadura Burguesa y Dictadura Proletaria publicado en la Revista Contradicción No.10 en 1992.
Invitamos especialmente a la juventud obrera de vanguardia, a profundizar en el problema del Estado, para no permitir que otra vez tanto sacrificio y sangre derramada termine en las urnas para que finalmente no cambie nada.
DICTADURA BURGUESA Y DICTADURA PROLETARIA
(A Propósito de la Constitución del 91)
Contrastando con el poco realce dado, en las publicaciones teóricas de los comunistas revolucionarios en Colombia, al asunto de la Dictadura del Proletariado, la revista «Contradicción» lo ha tratado en su lucha teórica como un problema de excepcional importancia, tal como lo exige el enfrentar la grave y profunda crisis de nuestro movimiento consciente.
El reconocimiento de la magnitud de la crisis, es lo que hace obligante ir más a fondo en la lucha teórica, remontarla hasta el rescate y defensa de los propios fundamentos del marxismo -sometidos por el oportunismo al olvido, al escarnio y a la tergiversación-, y es allí precisamente donde salta el asunto de la Dictadura del Proletariado como piedra de toque, como punto de deslinde fundamental entre el marxismo y el oportunismo, esto es, como el contenido fundamental de la Revolución Proletaria.
La Dictadura del Proletariado ha sido tratada por la revista, como parte vital en el Desarrollo Dialéctico del Marxismo -esencia de la teoría marxista sobre el Estado-, (N12); en polémica contra el «marxismo crítico», quien engolosinado con la doctrina burguesa de la conciliación de clases, presuroso se aprestó a «barrer» con la teoría de la lucha de clases, lanzando a su propio basurero teórico la «utópica» necesidad histórica de un Estado con dominación de la clase obrera, (N12); en polémica con comunistas revolucionarios quienes han cedido terreno en la defensa de la teoría marxista del Estado, (N13); en polémica con el anarquismo guevarista y neoguevarista -expresión política de la pequeña burguesía radical- quienes ilusamente creen que son los «héroes» y no las masas quienes hacen la historia, niegan la misión histórica del movimiento obrero y la histórica necesidad de un Estado, cuya clase dominante sea el proletariado, (N11); en polémica contra el anarquismo vergonzante del Partido Laboral Progresista (PLP), quien -sin más ni más- ha «reemplazado» la Dictadura del Proletariado por la dictadura del partido, o sea, por la dictadura del PLP!, (N15); en lucha contra las vacilaciones de la intelectualidad revolucionaria, suscitadas por la incomprensión de las constantes vicisitudes en el desarrollo del marxismo, y particularmente en el aprendizaje del movimiento obrero -desde la Comuna hasta la Gran Revolución Cultural- para hacer del Estado, el instrumento de emancipación económica del trabajo, (N19).
Me corresponde ahora, confrontar la mentira burguesa sobre la «democracia en general» -apoyada y aplaudida por el miserable reformismo de los partidos pequeñoburgueses-. Pretendo mostrar a los lectores, cómo en Colombia, la tan mentada «democracia para todos» no es más quedictadura burguesa y el Estado, su dócil instrumento de explotación; y por qué, sólo un nuevo Estado de Dictadura del Proletariado, será en verdad la más amplia democracia para los explotados, e instrumento para la derrota definitiva del poder del capital.
Se preguntarán los lectores, particularmente los obreros, por qué una revista que ha participado abierta, plena y decididamente en la lucha teórica sobre asuntos de la importancia que revisten la Defensa del Marxismo, el Programa, el Partido y la Dictadura del Proletariado, dedique un artículo a un problema -la Constitución Política de Colombia- aparentemente trivial, si lo juzgamos por la escasa importancia -por no decir nula- que los trabajadores le prestaron a la multimillonaria propaganda de los partidos burgueses y pequeñoburgueses, llamando a «elegir» la Asamblea que debía reformar la Constitución. En efecto menos del 30% de los «electores» convocaron la Asamblea.
Pero no debemos confundir el desprestigio que las instituciones burguesas se han ganado entre los trabajadores, con la poca importancia que se le da a los asuntos del Estado entre los explotados.
Y es que el Estado burgués además de oprimir y garantizar la explotación del trabajo por el capital, también facilita su labor embaucadora, enredando, confundiendo y distrayendo la conciencia de los explotados con sus podridas teorías sobre la «democracia en general»; y para tal fin encuentra su principal apoyo, en el oportunismo y en revolucionarios de la pequeña burguesía, quienes hoy se pavonean en la dirección de buena parte del movimiento obrero.
Este adormecimiento de la conciencia del proletariado, que aletarga su voluntad de lucha y nubla el horizonte de su misión histórica, nos obliga a los comunistas revolucionarios a disputar con la burguesía cada ápice de la conciencia de las masas, sobre todo en lo que se refiere al trascendental asunto del Estado. Su aparición, esencia, carácter de clase, necesidad histórica y desaparición, son cuestiones que deben ser entendidas cabal y profundamente por los proletarios.
LA LUCHA POR ARRANCAR A LAS MASAS TRABAJADORAS DE LA INFLUENCIA DE LA BURGUESÍA EN GENERAL Y DE LA BURGUESÍA IMPERIALISTA EN PARTICULAR, ES IMPOSIBLE SIN UNA LUCHA CONTRA LOS PREJUICIOS OPORTUNISTAS RELATIVOS AL ESTADO
LENIN
EL ESTADO: UN ÓRGANO DE DOMINACIÓN DE CLASE
Desde que la sociedad se dividió en clases, y las contradicciones entre éstas se agudizaron hasta hacerse inconciliables e imposibles de ser evitadas y controladas por la sociedad en su conjunto, se hizo necesaria la organización de la fuerza de una de las clases en pugna, la económicamente dominante, para poder someter y explotar a la clase adversaria, evitando que la sociedad se destruyera a sí misma y logrando que continuara su desarrollo dentro del «orden» impuesto por la clase más fuerte.
Esa organización de la fuerza de la clase dominante, es el Estado. Bien dice Lenin: El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse [El Estado y la Revolución].
El capitalismo que no es más que una etapa en el desarrollo de la sociedad, destruyó el viejo Estado feudal, conservando y perfeccionando su contenido (arma de opresión y explotación en manos de una minoría), pero cambiándole su forma, adecuando su envoltura a las necesidades de este nuevo modo de producción basado en la propiedad privada, garantía para que pueda reproducirse explotando al trabajo asalariado.
En el Estado burgués, la vieja democracia formal, logra su más alto desarrollo, o lo que es lo mismo, la democracia burguesa es la máxima expresión de la democracia formal; en la teoría, democracia para toda la sociedad, pero en la realidad: democracia solo para la minoríaposeedora del capital, y dictadura contra la mayoría expropiada de medios de producción.
Aclarando que el propósito de este artículo no es hacer el análisis de clases y del carácter del Estado en Colombia -ese es precisamente el conocimiento a lograr con la investigación socioeconómica-, la existencia del Estado en Colombia es un indicativo de que en esta sociedad existen clases con intereses antagónicamente irreconciliables, clases que los comunistas revolucionarios debemos analizar, estableciendo con exactitud -cualitativa y cuantitativa- su posición frente a la producción.
La sola idea de que en Colombia la sociedad se divide en clases, desvela a los oportunistas, apremia a los partidos burgueses y a los maltrechos pero «radicalmente» reformistas partidos pequeñoburgueses, a no ahorrar esfuerzo para ocultar esa realidad.
Unos y otros han pregonado a los cuatro vientos que Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto a la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general (Art.1 c.p.c.) (Carne de perro con piel de cordero!
Y continúan en el artículo 21: Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política,… (bla, bla, bla!). Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, en su honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades…
Esta apestosa palabrería exhaltando la «dignidad humana», la «igualdad de todas las personas», el «interés general», recorre la Constitución de principio a fin. Qué se pretende con ello? Ocultar que la sociedad colombiana se divide en clases y no en personas, ni en ciudadanos, ni en etnias. Ocultar que ese «benévolo» Estado, tan tiernamente pintado en la Constitución, es una máquina de opresión al servicio de la burguesía y el imperialismo para explotar hasta la última gota del trabajo de los proletarios.
Es tan feroz y rapaz la «ternura» del Estado en Colombia, que un año después de promulgada la Constitución, la propia intelectualidad reformista de la pequeña burguesía, hoy se espanta ante su propio engendro: El primer artículo de la Constitución del 91… es, como muchos otros la indiscutible manifestación de lo que puede verbalizar la voluntad humana y, al mismo tiempo, de la distancia entre esta y la realidad de un país como el nuestro [Revista «Izquierda» N14—Publicación del Centro de Estudios e Investigaciones Sociales, CEIS; circula con «Voz», semanario del partido burgués «comunista» colombiano, cuyo reformismo sirve de guía ideológica a los artículos de «Izquierda».]
La ignorancia supina de estos adocenados reformistas, les impide entender que la distancia entre la «voluntad humana» y la realidad, es precisamente la distancia que existe entre lo formal -«democracia en general» predicada por la voluntad humana burguesa-, y lo real -dictadura burguesa que se ejerce mediante el Estado-.
Hoy el oportunismo en Colombia (desde el pacifismo armado hasta los arrepentidos de haber ofendido a la burguesía), se sonroja al constatar que su «nueva» Constitución prometedora de un Estado al servicio de «todos los ciudadanos», «democrático» a más no poder, que «suprimiera» esa «maldita» lucha de clases, por el contrario la ha avivado, al profundizar las condiciones de explotación. Pero no es más que eso: el rubor que cubre su desfachatez oportunista, que tal como en sus antepasados Bernstein y Kautsky, consiste esencialmente en la renuncia expresa a la teoría marxista del Estado, en negar su carácter de clase, así se situé cada vez más por encima de la sociedad y aparente no tener relación alguna con las clases que luchan en esa sociedad.
Son tan genuinos oportunistas, que en el papel del Estado como amortiguador de los choques de clases, sólo ven «concertación de clases«; en la opresión de clase ejercida por medio del Estado, sólo ven un particular «estilo de gobierno«. La «Voz» de los «comunistas» mamertos, así lo editorializa: Se ignoran el pluralismo, la tolerancia y la concertación que están consagradas en la nueva constitución como práctica de la relación del Gobierno con los gobernados. Priman el autoritarismo y la arrogancia como estilos del gobierno [«Voz», julio 2/92].
EN OPINIÓN DE LOS POLÍTICOS PEQUEÑOBURGUESES, EL ORDEN ES PRECISAMENTE LA CONCILIACIÓN DE CLASES Y NO LA OPRESIÓN DE UNA CLASE POR OTRA. AMORTIGUAR LOS CHOQUES SIGNIFICA PARA ELLOS CONCILIAR Y NO PRIVAR A LAS CLASES OPRIMIDAS DE CIERTOS MEDIOS Y PROCEDIMIENTOS DE LUCHA PARA EL DERROCAMIENTO DE LOS OPRESORES
LENIN
En qué consiste entonces, ese «extraño pase mágico» del Estado, que teniendo en su Constitución «un texto avanzado» con «lo mejor» que «puede verbalizar la voluntad humana», es sin embargo, un órgano de dominación de clase?
Consiste en que su fuerza fundamental no es la letra -pues siempre la burguesía ha proclamado literalmente sus privilegios de clase, como los «privilegios de toda la sociedad»: Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación… (bla, bla, bla!) (Art.13 c.p.c.)–, su fuerza fundamental consiste en losdestacamentos especiales de hombres con el monopolio de las armas (ejército, policía, das, goes, etc), quienes tienen a su disposición las cárceles y tribunales.
En la letra, un poder político de toda la sociedad: «Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político» (Art. 40 c.p.c.). En la realidad, la burguesía mediante el poder del capital imperialista, tiene a su disposición, a su servicio, en defensa de su propiedad privada, bajo su control, una fuerza especial de hombres armados, esto es, la burguesía -y no todos los «ciudadanos»- es la que tiene el poder político.
Desde el momento en que los antagonismos de clase dieron origen al Estado, su fuerza fundamental se concentró en los destacamentos especiales de hombres armados; y esta comenzó a ser una de las características del Estado separado y por encima de la sociedad. El capitalismo ha llevado al extremo esta separación, al disimular totalmente la relación entre la fuerza especial de represión y la clase dominante -la burguesía-, presentando dicha fuerza como un «poder público» al servicio y en defensa de toda la sociedad.
Así lo expresa la Constitución: La fuerza pública estará integrada en forma exclusiva por las Fuerzas Militares y la Policía Nacional (Art. 216). La Nación tendrá para su defensa unas Fuerzas Militares permanentes constituidas por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Las Fuerzas Militares tendrán como finalidad primordial la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad del territorio nacional y del orden constitucional (Art. 217). La ley organizará el cuerpo de Policía. La Policía Nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz (Art. 218).
Con este maquillaje, la dictadura burguesa queda con cara de «democracia en general», y Colombia convertida en una «sociedad sin clases» en donde sus destacamentos especiales de hombres armados velan por el orden constitucional, que como lo conciben los domésticos oportunistas consiste en fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo… (Preámbulo c.p.c.)
Pero el proletariado no puede distraerse con esa insulsa palabrería. Los proletarios debemos comprender por qué la burguesía y el imperialismo necesitan un poder político sustentado en la fuerza de las armas. Lo necesitan para proteger y defender su sagrada propiedad privada; lo necesitan para garantizar la producción y reproducción de un sistema de explotación basado en la propiedad privada; lo necesitan para someter a la clase explotada proporcionándose todos los medios necesarios que les garanticen vivir -a expensas de la plusvalía- sobre las espaldas de la explotación asalariada.
Y para completar su desvergüenza, los oportunistas, los reformistas, y los «inocentes» revolucionarios de la pequeña burguesía -quienes a un solo coro se desgañitan alabando las «bondades» y los «aspectos positivos» de la Constitución del 91-, guardan un elocuente silencio frente a su apoyo incondicional al artículo 58: «¡Se garantiza la propiedad privada!». Y esa es ni más ni menos que la médula de la Constitución Política de Colombia!, así se encuentre entreverado como «un artículo más»; es esa la concentración de la ley burguesa, que convierte en simple y vana palabrería, todos los artículos «positivos» que hablan de la «democracia en general» y de la «igualdad de todos los ciudadanos».
COMO TODOS LOS GRANDES PENSADORES REVOLUCIONARIOS, ENGELS SE ESFUERZA EN DIRIGIR LA ATENCIÓN DE LOS OBREROS CONSCIENTES PRECISAMENTE HACIA AQUELLO QUE EL FILISTEÍSMO DOMINANTE CONSIDERA COMO LO MENOS DIGNO DE ATENCIÓN, COMO LO MÁS HABITUAL, SANTIFICADO POR LOS PREJUICIOS NO YA SÓLIDOS, SINO PODRÍAMOS DECIR QUE PETRIFICADOS. EL EJÉRCITO PERMANENTE Y LA POLICÍA SON LOS INSTRUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA FUERZA DEL PODER DEL ESTADO
LENIN
EL ESTADO: UN ARMA DE EXPLOTACION
Si bien, el ejército y la policía permanentes, constituyen la fuerza fundamental del Estado, éste necesita de otra institución, que también lo caracteriza: el aparato burocrático. Miles de funcionarios, situados por encima de la sociedad, que dictan leyes contra el trabajo -a favor del capital-que promulgan y cobran impuestos para poder sostenerse y sostener a la fuerza armada, como aparatos separados de la sociedad.
La burguesía como clase económicamente dominante, usa el poder político del Estado -ejército y burocracia- como instrumento para mantener y aumentar la explotación de los asalariados. Ya Engels, en el siglo pasado había señalado cómo es el poder del capital lo que logra mantener a los funcionarios como órganos del poder Estatal, situados por encima de la sociedad y como dóciles instrumentos de la burguesía:
En la república democrática “La riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un modo tanto más seguro», y lo ejerce, en primer lugar, mediante la corrupción directa de los funcionarios» (Norteamérica), y, en segundo lugar, mediante la «alianza del gobierno con la Bolsa» (Francia y Norteamérica).
Si esto lo evidenciaba Engels hace cien años, ¡qué diremos hoy cuando los propios burgueses levantan banderas corruptas contra la corrupción!
Y es que la burocracia en el Estado moderno es un aparato mastodóntico, aún en un país como Colombia. La constitución dedica una buena parte de su cháchara (desde el título V hasta el XII incluido), sólo a describir la composición y las funciones de dicho aparato: ejecutivo: presidente, ministros, directores de departamentos administrativos, gobernadores, alcaldes, superintendentes, establecimientos públicos, empresas industriales y comerciales del Estado, etc.; legislativo: congreso (senado y cámara de representantes), organismos de control (contraloría y ministerio público [procurador y defensor del pueblo]), etc.; judicial: corte constitucional, corte suprema de justicia, consejo de Estado, consejo superior de la judicatura, fiscalía general de la nación, tribunales, jueces.
Una escandalosa cantidad de burocracia, que junto al ejército permanente son las instituciones características del Estado moderno, y son como dijera Lenin: un «parásito» adherido al cuerpo de la sociedad burguesa, un parásito engendrado por las contradicciones internas que dividen a esta sociedad, pero, precisamente, un parásito que «tapona» los poros vitales [El Estado y la Revolución].
Un parásito que vive a expensas del trabajo de la sociedad, con el poder para legislar y cobrar impuestos para sostenerse; impuestos, que dicho sea de paso, son intocables aún en la letra demagógica constitucional: «Un número de ciudadanos equivalentes a la décima parte del censo electoral, podrá solicitar ante la organización electoral la convocación de un referendo para la derogatoria de una ley… [y un párrafo más abajo, agrega:] No procede el referendo respecto de las leyes aprobatorias de tratados internacionales, ni de la ley de presupuesto, ni de las referentes a materias fiscales o tributarias» (Art. 170 c.p.c.).
Parásito que aparenta una inmensa labor pública, pero en realidad En el Estado burgués -dice Lenin- la verdadera «labor de Estado» se hace entre bastidores y la ejecutan los ministerios, las oficinas, los Estados mayores. En los parlamentos no se hace más que charlar, con la finalidad especial de embaucar al «vulgo».
Y este gigantesco parásito al ser instrumento para garantizar «la propiedad privada» (Art. 58), en verdad que tapona los poros vitales de la sociedad, porque salvaguarda la explotación del trabajo por el capital, coadyuva a que en el polo de la riqueza se sitúen cada vez más pocos, y en el polo de la miseria la inmensa mayoría de la sociedad, la mayoría que trabaja, que la nutre. El parásito amenaza entonces con matar a la sociedad.
Y cuando hablamos de parásitos, no podemos evitar recordar a los oportunistas, a quienes en Colombia también la burguesía ha cedido un lugar en el establo, pues mediante la circunscripción electoral los ha convertido en parásitos senadores. Estos oportunistas han llegado a la desfachatez de declarar ostentosamente que se prohíben la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres humanos en todas sus formas (Art. 17 c.p.c.), a la vez que han prestado todo su apoyo, en cuerpo y alma, a la burguesía para «garantizar la propiedad privada», esto es garantizar la moderna esclavitud: el trabajo asalariado.
La teoría marxista del Estado al demostrar que éste es un instrumento de explotación del trabajo por el capital, les causa repulsión, pues también a los oportunistas les apetece vivir de las migajas de plusvalía que les dispensa la burguesía y el imperialismo. Corroídos por su prejuicio de que la democracia burguesa es el máximo y último Estado a que puede aspirar la humanidad, centran su atención en utilizarlo para conciliar el capital con el trabajo.
Sólo les preocupa hacer «más llevadera» la explotación asalariada, de ahí que exhalten cómo La Constitución del 91 abrió perspectivas para una nueva normatividad laboral, al autorizar al Congreso de la República [al capital!] para expedir un estatuto del trabajo (Art. 13) y enumeró como fines esenciales del Estado promover la prosperidad general, facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la nación (Art. 2). Por otra parte, el Art 25 expresa que «el trabajo es un derecho y una obligación social y goza en todas sus modalidades de la especial protección del Estado». Así mismo el Art. 64 impone al Estado [al capital!] el deber de mejorar el ingreso y la calidad de vida de los trabajadores del campo y establece que la seguridad social es un servicio público de carácter obligatorio Art.48. La carta consagra también la especial protección para los menores contra la explotación laboral o económica [Revista «Izquierda N14]
Mientras de un lado, se retozan sobre el encanto de estos «bondadosos» propósitos del capital, de otro, se retuercen cual plañideras ante el tratamiento autoritario y represivo dado a las luchas obreras y populares en 1992 [Idem].
Independientemente de sus deseos (buena o mala fe), el carácter de clase burgués del oportunismo lo lleva a postrarse ante la propiedad privada, lo hace devoto de la conciliación de clases, lo inhabilita -esa es su miseria intelectual- para entender que el Estado burgués, es ante todo un instrumento al servicio del capital para lograr la más profunda explotación del trabajo. Nunca podrán dejar de ser parte del parásito, del que hay que liberar a la sociedad.
LA OMNIPOTENCIA DE LA «RIQUEZA» ES MÁS SEGURA EN LAS REPÚBLICAS DEMOCRÁTICAS, PORQUE NO DEPENDE DE LA MALA ENVOLTURA POLÍTICA DEL CAPITALISMO. LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA ES LA MEJOR ENVOLTURA POLÍTICA DE QUE PUEDE REVESTIRSE EL CAPITALISMO, Y POR LO TANTO EL CAPITAL, AL DOMINAR (A TRAVÉS DE LOS PALCHINSKI, LOS CHERNOV, LOS TSERETELI Y CÍA.) ESTA ENVOLTURA, QUE ES LA MEJOR DE TODAS, CIMENTA SU PODER DE UN MODO TAN SEGURO, TAN FIRME, QUE NINGÚN CAMBIO DE PERSONAS, NI DE INSTITUCIONES, NI DE PARTIDOS, DENTRO DE LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA BURGUESA, HACE VACILAR ESTE PODER
LENIN
DICTADURA DELPROLETARIADO: UN INSTRUMENTO PARA LOGRAR LA EMANCIPACIÓN ECONOMICA DEL TRABAJO
El capitalismo le dio continuidad al proceso de desarrollo de la sociedad y representó un gran salto en comparación con el viejo modo de producción feudal.
La concentración de los medios de producción en manos de una cada vez más pequeña minoría de propietarios, y el inusitado impulso que el capitalismo dio al proceso social de producción, sólo podía realizarse a condición de que el obrero libre -el que solo posee su fuerza de trabajo para vender- creciera también, hasta convertirse en una formidable fuerza en la sociedad.
Esta inexorable ley del capitalismo que privatiza cada vez más la propiedad sobre los medios de producción, y socializa cada vez más la producción, arrasó con la vieja consigna revolucionaria burguesa de «igualdad general», y destapó sin contemplación desde el comienzo mismo, las lacras de este nuevo modo de producción. Inmediatamente se suscitaron las críticas al capitalismo: unas, desde el punto de vista retrógrado del pequeño propietario (asustado por su inminente ruina) ora añorando retroceder al (para él) más «benevolente» modo de producción feudal, ora ilusionándose en una «distribución equitativa» dentro del capitalismo; otras, desde el punto de vista utópico del pequeñoburgués, soñando en reemplazar al capitalismo por una «nueva sociedad» surgida de sus «ideales» y no de las propias y vivas contradicciones del capitalismo.
Sólo el socialismo científico, descubrió y comprendió las leyes del desarrollo histórico, y encontró en el propio capitalismo, las leyes, las contradicciones y la fuerza material -el movimiento obrero-, para hacer avanzar la sociedad a su etapa siguiente -el socialismo-, no utópica, sino proveniente y edificada sobre el desarrollo alcanzado por la vieja sociedad.
LOS SUEÑOS SOCIALISTAS SE CONVIRTIERON EN LUCHA SOCIALISTA DE MILLONES DE SERES, ÚNICAMENTE CUANDO EL SOCIALISMO CIENTÍFICO DE MARX VINCULÓ LAS ASPIRACIONES TRANSFORMADORAS A LA LUCHA DE UNA CLASE DETERMINADA
LENIN
Sólo el marxismo comprendió que para llegar al socialismo, la mera revolución política no era suficiente; era absolutamente indispensable la revolución social que transformara radicalmente la sociedad, esto es, que «expropiara a los expropiadores» y depositara en toda la sociedad, la propiedad sobre los medios de producción. Científicamente el marxismo había concluido en 1848, que esta nueva sociedad -con contradicciones de clase irreconciliables entre el proletariado triunfante y la burguesía derrotada- tenía la necesidad histórica de un Estado cuya clase dominante fuera el proletariado.
Si bien, el dominio de las leyes sociales, y la experiencia histórica habían proporcionado al marxismo los elementos de juicio para afirmar en 1848 que la sustitución del dominio burgués en la sociedad debía lograrse con la violencia revolucionaria -única forma de derrotar la fuerza armada del Estado burgués-, aún no se sabía cómo hacer la sustitución, cómo hacer del proletariado la clase dominante en la sociedad.
Este interrogante lo resolvió el propio movimiento revolucionario de la clase obrera, que en las revoluciones de mitad del siglo XIX, le proporcionó al marxismo los datos de la realidad para comprender cómo hasta ese entonces todas las revoluciones perfeccionaban esta máquina [el Estado], en vez de destruirla [El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Marx].
Dice Lenin que con esta conclusión sacada del movimiento práctico de la clase obrera, el marxismo da un gran salto en su doctrina sobre el Estado, pues pasa del resumen de los resultados generales de la historia (Manifiesto 1848), al problema concreto de cómo sustituir el Estado burgués: destruyendo, demoliendo, pulverizando esta máquina de represión, sustentada en la burocracia y el ejército permanente.
Y si en 1852, pudo el marxismo comprender cómo sustituir la máquina, sólo en 1871, el movimiento obrero proporcionó los datos -la Comuna de París- para desarrollar aún más la teoría marxista del Estado, al enseñar prácticamente con qué habría de sustituirse el Estado destruido: ¡con la Comuna!
Y efectivamente, la Comuna había por fin revelado la forma del nuevo Estado, la forma de la dominación política del proletariado: sustitución del ejército permanente por el armamento general del pueblo, y de la burocracia parásita por funcionarios elegidos por las masas, removibles por ellas en todo momento y con salarios de obrero.
AQUÍ COMO SIEMPRE, LA DOCTRINA DE MARX ES UN RESUMEN DE LA EXPERIENCIA, ILUMINADO POR UNA PROFUNDA CONCEPCIÓN FILOSÓFICA DEL MUNDO Y POR UN RICO CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA LENIN
Pero la Comuna, fue más allá de la revolución meramente política y señaló el camino para ligarla a la revolución social: «¡expropiación de los expropiadores«!
No basta con la reorganización política del Estado, es necesaria la reorganización radical de la sociedad, es necesario aniquilar el carácter privado de la propiedad sobre los medios de producción para que ésta quede en manos de toda la sociedad, esto es, que corresponda al carácter socializado que ha adquirido la producción.
No nos cansaremos de insistir en que la teoría marxista del Estado pasa por la Comuna, y extrae de allí la esencia más profunda de la Dictadura del Proletariado: el poder omnímodo de las masas, sustentado en la fuerza armada de las masas, legislado y ejecutado directamente por las masas, no sometido a ningún poder por encima de ellas. Es recuperar para la sociedad el poder público, para que lo ejerza directamente, y no por fuerzas especiales situadas por encima de ella.
Es la antítesis de la dictadura burguesa, cuyo poder omnímodo -así se ofendan los oportunistas- lo tiene la burguesía, el capital imperialista y lo sustenta en el ejército permanente y la burocracia, así lo coloque aparentemente por encima de la sociedad.
De ahí, que el Estado de Dictadura del proletariado, a la vez que representa por vez primera el poder de toda la sociedad, es también el último tipo de Estado, pues será el instrumento absolutamente necesario, para que el proletariado en todo el período histórico del socialismo, destruya hasta sus raíces al capital, condición indispensable para la emancipación del trabajo, y para la terminación de las contradicciones irreconciliables de clase. Significa esto que no se trata de suprimir los privilegios de clase, sino de acabar con las clases mismas, y con ellas con la explotación asalariada. Al extinguirse las clases, y con ellas sus contradicciones irreconciliables, no habrá necesidad de un Estado que amortigüe sus choques; ya no se devorará a sí misma la sociedad.
Y, DESDE EL MOMENTO EN QUE ES LA MAYORÍA DEL PUEBLO LA QUE REPRIME POR SÍ MISMA A SUS OPRESORES, NO ES YA NECESARIA UNA «FUERZA ESPECIAL» DE REPRESIÓN! EN ESTE SENTIDO, EL ESTADO COMIENZA A EXTINGUIRSE. EN VEZ DE INSTITUCIONES ESPECIALES DE UNA MINORÍA PRIVILEGIADA (LA BUROCRACIA PRIVILEGIADA, LOS JEFES DEL EJÉRCITO PERMANENTE), PUEDE LLEVAR A EFECTO ESTO DIRECTAMENTE LA MAYORÍA, Y CUANTO MÁS INTERVENGA TODO EL PUEBLO EN LA EJECUCIÓN DE LAS FUNCIONES PROPIAS DEL PODER DEL ESTADO TANTO MENOR ES LA NECESIDAD DE DICHO PODER
LENIN
Este «resumen de la experiencia» (Dictadura del Proletariado), es el más «olvidado», tergiversado y desacreditado por el oportunismo, con el propósito de empañar la conciencia de los proletarios al presentarles la democracia burguesa como la panacea, y al Estado burgués como eternamente necesario.
Olvida el oportunismo que la vieja democracia formal, logra en la democracia burguesa su máximo desarrollo, su límite de lo que históricamente podía y tenía que dar. Ha caducado la fase de la libre competencia, y el monopolio ha ocupado su lugar: el capitalismo ha avanzado a su fase imperialista cuya superestructura -la reacción política- ha desplazado la anacrónica libertad política burguesa, que ya no es posible remozarla, ni «ampliarla», ni hacerle «aperturas»; menos aún es posible pensar en emancipar a los trabajadores, utilizando precisamente el instrumento principal de opresión y explotación del trabajo: el Estado burgués, ahora bajo el poder del capital financiero.
Y precisamente el imperio del capital financiero es la fase del capitalismo en la cual sus contradicciones llegan a su grado máximo de exacerbación, y lo convierten en un sistema agonizante, antesala del socialismo.
Y allí, en esa nueva y necesaria etapa del desarrollo de la sociedad -el socialismo- es a donde el movimiento obrero debe colocar su mira, pues su misión es dirigir esa reorganización radical de la sociedad convirtiéndose en clase dominante -instaurando su dictadura-, y para lograrlo los proletarios necesitamos destruir el poder político del Estado burgués, sin distraernos con las estúpidas declaraciones del artículo 40, sobre el «derecho de todo ciudadano a ejercer el poder político» en el actual Estado.
En el Estado de Dictadura del Proletariado, no necesitaremos de los destacamentos especiales de hombres armados que «protejan a toda la sociedad». Necesitaremos es armar a la mayoría de la sociedad para que se proteja ella misma del parásito burgués, que una vez separado insistirá por todos los medios, por la fuerza de la costumbre, en seguir succionando trabajo asalariado, y seguir taponando los poros vitales de la nueva sociedad.
Los proletarios no nos esperanzamos en las insípidas declaraciones de «protección al trabajo» de los artículos 25, 44, 48 y 64. Los proletarios solo confiamos en lo que podemos conquistar con nuestra lucha de clase, ahora para resistir al capital, pero iremos más allá: hasta la total emancipación económica del trabajo, valiéndonos de nuestro propio órgano de represión: el Estado de Dictadura del Proletariado!
Los proletarios no confiamos nuestro futuro a que cumplan las dulzonas declaraciones de los parásitos parlamentarios prometiendo mejorar nuestra situación. Por el contrario, nos proponemos es suprimir esa institución de charlatanes, y sustituirla por una institución de trabajo, tipo Comuna, que legisle y ejecute directamente las leyes contra el capital, y que compruebe directamente los resultados. Una institución, esa sí representativa, elegida por las masas, que como lo expresara Lenin: tome a su servicio, en nombre de toda la sociedad a obreros, inspectores y contables.
La sociedad capitalista y su Estado burgués han dado lo que tenían que dar, ya sólo pueden ofrecer al proletariado más y mayor, opresión y explotación, endulzadas en Colombia claro está, con una meliflua Constitución reaccionaria y burguesa.
Solo nos queda a los proletarios clarificar nuestras conciencias, precisar nuestros objetivos, diferenciar a los enemigos y a los amigos, organizar nuestras fuerzas y disponernos a seguir el camino de la Comuna: destruir violentamente el Estado actual y sustituirlo por la Dictadura del Proletariado -represión para los explotadores, democracia para los explotados-. Con un instrumento así, en verdad que podremos los proletarios en Colombia, reorganizar radicalmente la sociedad.