Las voces del pasado en una lucha de clases nos recuerdan que, como jóvenes comunistas, no debemos permitir que la memoria de nuestros compañeros caídos sea utilizada por los políticos para justificar sus agendas, como frenar al fascismo mediante el voto.
En honor a todos nuestros compañeros, escribimos esto como una reflexión frente a la crueldad del Estado en su defensa de la propiedad privada.
En 1929, Gonzalo Bravo Pérez fue uno de los muchos jóvenes que marcharon en contra del imperialismo, protestando contra los abusos de la United Fruit Company y su colaboración con el Ejército Nacional colombiano. El 8 de junio de ese año, el ejército en Bogotá atacó brutalmente a estos jóvenes, y Bravo, estudiante de Derecho en la Universidad Nacional, fue uno de los caídos en esa lucha.
Desde entonces y cada año, los estudiantes realizaban marchas, pero en 1954, como era costumbre los estudiantes hicieron su marcha desde la ciudad universitaria hasta el palacio presidencial, pero la represión policial no permitió que se pudiera finalizar y justo cuando los estudiantes tomaron otro camino, por orden presidencial, la ráfaga de fusil se desplegó sobre ellos, Uriel Gutiérrez cayó el día 9 de junio de ese año tras recibir un impacto de bala en la cabeza que le cegó la vida de manera inmediata; la indignación aumentó y la represión se multiplicó, produciéndose la masacre donde fueron asesinados Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora, Hugo León Velásquez, Hernando Morales, Elmo Gómez Lucich (peruano), Jaime Moore Ramírez, Hernán Ramírez Henao, Rafael Chávez Matallana y José Carlos Grisales. Desde entonces el 8 y 9 de junio se convirtieron en dos días memorables para todos los estudiantes y jóvenes.
La represión del movimiento estudiantil es un claro ejemplo de lo que los comunistas siempre hemos sostenido: que el Estado es una herramienta de dominación de una clase sobre otra, diseñada para defender los intereses de las clases dominantes. El Estado nace de la necesidad de contener los antagonismos de clase, se origina en medio de esos conflictos y se convierte en una fuerza al servicio de la clase más poderosa, la que domina económicamente. Esta clase, a través del Estado, se convierte también en la clase preponderante desde el punto de vista político, creando así nuevos medios para la represión y explotación de las clases oprimidas, como bien lo explica Federico Engels.
Al pensar en la juventud combativa, nos viene a la mente una gran mujer revolucionaria: Luisa Toledo, una incansable luchadora en busca de una verdadera justicia tras el asesinato de sus hijos a manos del Estado chileno. Proveniente de una familia pobre, Luisa tuvo cuatro hijos, entre ellos Rafael y Eduardo Vergara. Ambos jóvenes eran militantes del grupo clandestino MIR y la familia sufría constante asedio por parte de la inteligencia policial debido a su activismo político. Eduardo, de 20 años, fue expulsado de la universidad por ser considerado “revoltoso”, y su hermano Rafael de 18 años, fue expulsado de la escuela secundaria por ser un “agitador político”. Junto a otros dos militantes, fueron interceptados por una patrulla; los carabineros atacaron, hiriendo a Eduardo. Rafael logró escapar, pero regresó a auxiliar a su hermano, siendo capturado y asesinado junto a su hermano el 29 de marzo de 1985.
A partir de ese momento se conmemora el día del “joven combatiente” recordando no solo a Rafael y Eduardo, sino a todos los jóvenes caídos en la dictadura fascista de Pinochet, incluyendo a los jóvenes mapuches que han sido desplazados por las fuerzas militares, en la actualidad por ello también, cada 29 de marzo: ¡la rebelión se justifica!
Según el reformismo, en contubernio con el oportunismo, la lucha decisiva es en las urnas, pues según ellos a través del terreno parlamentario y en una apertura democrática se detendrán las masacres de quienes luchamos, pero olvidan la naturaleza del capitalismo como fuerza armada e ideológica.
Para aplastar definitivamente a la represión burguesa sobre nosotros, debemos recordar la enseñanza que nos dejó Lenin respecto a que la doctrina de Marx y Engels sobre el carácter inevitable de la revolución violenta se refiere al Estado burgués. Este no puede sustituirse por el Estado proletario (por la dictadura del proletariado) mediante la «extinción», sino sólo, por regla general, mediante la revolución violenta.
Por eso cualquier clase de oportunismo parlamentario es impotente. Cualquier gobierno en un Estado burgués, por más democrático que parezca, no puede ser ninguna garantía para los jóvenes, ni para que sus derechos e intereses sean tenidos en cuenta, eso solo será posible cuando se hayan destruido completamente las fuerzas reaccionarias de la burguesía.
Para lograr frenar la génesis de la violencia es necesario la organización y la acción directa, muy de acuerdo con el siguiente discurso de la compañera revolucionaria Luisa Toledo: Ustedes tienen el coraje, pero hay que estudiar, hay que pensar, hay que organizarse. Compañeros, estamos en una guerra; asumamos eso. Esto no es un juego, no es solo tirar piedras. Aquí se nos va la vida, como se le fue a mi Rafael, a mi Eduardo. Los asesinos son los que están arriba, no ustedes, no los jóvenes.
Compañeros jóvenes revolucionarios, no importa que el gobierno sea de “izquierda”, no importa si hablan de derechos humanos, la violencia represiva siempre vendrá y en honor de nuestros compañeros caídos en Colombia, Chile y en todo el mundo, invitamos a toda la juventud internacional al levantamiento popular, retomar las asambleas populares como embriones de poder popular. No más ilusiones en el parlamento burgués, democracia directa del pueblo.
¡Honor a los compañeros caídos en Colombia y lucha popular internacionalista!
Escrito por
Jóvenes revolucionarios para toda la juventud combativa de Colombia