Las palabras de Trump en su discurso de posesión, aseverando que con él iniciaba una “era dorada” para Estados Unidos y el “fin de su declive” fue una frase para reafirmar la decisión de la parásita oligarquía imperialista yanqui de recuperar el terreno perdido en la arena mundial; sin embargo, no pasa de ser oropel para ocultar la decadencia del sistema moribundo que representa.
Las medidas tomadas inmediatamente contra los migrantes, la suspensión de las “ayudas” a países como Colombia, mientras evalúa su “eficiencia y coherencia con su política exterior”; el llamado a que los países de la OTAN eleven su presupuesto de defensa al 5% del PIB; endurecer las medidas arancelarias contra sus socios de Europa y reafirmar su guerra comercial a los países del BRICS; la desvinculación de Estados Unidos del Acuerdo Climático de París; la eliminación de los programas de diversidad, equidad e inclusión “DEI”, y otras medidas regresivas en el terreno social como la salida de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud… van de la mano con la preparación para la guerra imperialista en contra del anuncio de “detener las guerras”.
Rodeado de la élite más parásita y reaccionaria, el gobierno Trump está levantando piedras para dejarlas caer sobre sus propios pies, porque las masas migrantes se levantarán en contra de esas políticas como lo han hecho en contra de la agresión policial y racista, por ello los revolucionarios deberán estar atentos a la dirección de ese movimiento.
La macartización, persecución y expulsión de los migrantes, si bien es aplaudida por los sectores más cavernarios y nacionalistas yanquis, es un tiro a los pies de la burguesía que se beneficia de la mano de obra barata del ejército migrante que sobrevive en la metrópoli en peores condiciones que los obreros nativos, a la vez que solo puede acentuar el odio hacia el sistema y el principal país agresor de pueblos, destructor de la naturaleza, expoliador de pueblos y causante de la diáspora mundial.
La suspensión de las “ayudas” a los países oprimidos, pretende ajustar el dogal sobre los países que oprime y expolia en su rivalidad con los demás imperialistas; sin embargo, ocasiona que sectores de las burguesías de tales países afiancen sus vínculos y negocios con otros socios en Europa y Oriente que les brinden mejores oportunidades; ocasiona fisuras en la metrópoli por los jugosos negocios que pierden los contratistas yanquis, a la vez que acrecienta el odio antiimperialista y la lucha revolucionaria de los pueblos.
Estrujar a sus socios europeos exigiéndoles mayores compromisos en la carrera armamentista y aumentándoles los aranceles, es un juego peligroso que empuja a sus subordinados de la OTAN y a los monopolios imperialistas europeos a buscar y establecer nuevas alianzas comerciales y militares, generando fisuras y divisiones entre sus socios imperialistas y entre los monopolios en su lucha por el nuevo reparto del mundo y su afán de ganancias.
Igual sucede con sus amenazas a los BRICS cuya competencia, hasta ahora comercial es una puerta de entrada de las nuevas burguesías monopolistas con apetitos imperialistas a la competencia mundial por establecer nuevas reglas de juego; medida que puede intimidar y comprometer a algunos de sus subordinados, pero de conjunto solo estimulará el plan imperialista de Rusia y China de un “mundo multipolar” quitándole el poder protagónico a los imperialistas estadounidenses.
Sus posiciones y medidas antisociales, homofóbicas y retardatarias que buscan reconquistar su prepotencia e imponer el oscurantismo medieval solo pueden ser aplaudidas por la ínfima minoría neofascista y rechazadas por la inmensa mayoría de la humanidad que defiende la libertad y comprende la gravedad de la destrucción de la naturaleza y el medio ambiente, y la terrible situación creada en el terreno social y de salubridad, ocasionando una mayor indignación y aumentando la lucha del proletariado y los pueblos del mundo.
Como se ve, detrás de las frases triunfalistas y rimbombantes de Trump y sus secuaces sobre “primero América” y “nueva época de oro” de Estados Unidos, y sus medidas para alcanzarla, son oropel que brilla, pero sobre todo, es el hedor de la podredumbre y descomposición del imperialismo en decadencia.
Por eso todo cuanto haga el nuevo inquilino de la Casa Blanca agudizará aún más las contradicciones económicas, sociales y políticas; exacerbará la lucha de clases y fomentará la lucha revolucionaria del proletariado y los pueblos del mundo contra el parasitismo y la tiranía, contra la esclavitud de la sociedad y la destrucción de la naturaleza, contra la agresión a los pueblos y la guerra de rapiña, acercando el triunfo de la Revolución Proletaria Mundial y la instauración del socialismo.