Contra todos los pronósticos de la burguesía, encuestadores y medios de comunicación no ganó el SÍ en el Plebiscito. Tampoco ganó el NO como pregonan. Se impuso la abstención mayoritaria del pueblo que espontáneamente se negó a participar en esa mentirosa consulta y con ello, rechazó la paz de los ricos.
Votaron todos los ricos capitalistas a conciencia; y votaron engañadas, una gran parte de la pequeña burguesía y solo una minoría de la clase obrera. Engañadas por las mentiras que desde el gobierno, los partidos burgueses de la «unidad nacional» secundados por sus acólitos de los partidos pequeñoburgueses reformistas y oportunistas (falsos comunistas), hacen aparecer el acuerdo de La Habana como el fin de la guerra. Y engañadas también por los cavernarios uribistas con la mentira de que el acuerdo de La Habana le entrega el país a las FARC reclamando justicia hipócritamente, para dejar oculto y en la impunidad que han sido ellos los principales patrocinadores, ejecutores y beneficiarios de la guerra contra el pueblo; y con la invención de que en La Habana el Estado quedó de rodillas ante las FARC, cuando fueron éstas las que se prosternaron ante el poder de la burguesía, se comprometieron a deponer sus armas y a reconocer el derecho burgués del monopolio de éstas en manos de las fuerzas armadas del Estado reaccionario.
Fue una venenosa y violenta campaña de mentiras desde ambos lados que apenas logró conseguir de conjunto un poco más de 13 millones de votos. Solo el 37% y entre ellos, ganó el NO; pero no como lo hacen aparecer los apologistas del orden burgués que mienten diciendo que el NO fue respaldado por el 50.21%, cuando en verdad corresponde al minoritario 19% de la población en capacidad de votar, y apenas con unos cuantos votos por encima del SÍ.
La verdad completa es que a pesar del poder utilizado para silenciar la campaña por la abstención, el 63% de la población, más de 21 millones de trabajadores, no acudió a las urnas en respaldo a un acuerdo en contra suya, quedando empatados el SÍ y el NO como muestra de la división existente en el seno de los explotadores.
Nuevamente por instinto, el pueblo adoptó el camino de la independencia frente a los representantes de sus enemigos que buscaron polarizarlo y dividirlo alrededor de la mentirosa paz de los ricos. Una vez más el pueblo desechó las ilusiones en el Estado rechazando la engañosa consulta del Plebiscito.
Perplejos quedaron todos los mentirosos. Tanto los del SÍ como los del NO, pues daban por sentado que el SÍ barrería estruendosamente. El santismo daba por hecho que con el poder del Estado y el apoyo de la mayoría de los partidos ganaría el respaldo y no tenía otro plan. El uribismo calculaba que perdiendo tendría dos años más para seguir su campaña de mentiras con miras a las próximas elecciones presidenciales. Pero a TODOS, como dice la sabiduría popular, les salió el tiro por la culata y tratan afanosamente de recomponer un acuerdo en el que TODOS los explotadores están interesados y el cual comparten en esencia: legalizar el despojo de los pobres del campo que ha dejado la guerra contra el pueblo en los últimos 30 años.
Pero la perplejidad de los ricos explotadores no significa una fractura de su poder. Es una pequeña y momentánea crisis que resolverán cocinando un nuevo pacto o Frente Nacional, como lo hicieron en 1957, para ratificar el acuerdo de La Habana con otra forma o figura, bien sea mediante una Asamblea Nacional Constituyente o simplemente haciendo el trámite normal en el Congreso, una vez se renegocien algunos puntos secundarios del acuerdo.
Y ante la situación de los explotadores, los jefes de los partidos oportunistas cumplen su asqueroso papel de auxiliares de las clases dominantes: no solo llevaron a los trabajadores a la cola de sus enemigos en el engaño del Plebiscito y contribuyeron a la pretensión de desarmarlo ideológicamente para la lucha revolucionaria con el pregón de la paz social; no solo han hecho ese sucio trabajo sino que ahora, nuevamente, salen en defensa del interés de los capitalistas como el senador Robledo del MOIR quien se apresuró a convocar a Santos y a Uribe a reunirse para salvar el acuerdo de paz; o del partido PST trotskista y el falso Partido Comunista (ml) que siguen sembrando ilusiones en el Estado de los ricos, haciendo creer que una «Asamblea Nacional Constituyente Popular» podrá cambiar la situación del pueblo, sin necesidad de destruir las fuerzas armadas del Estado que defienden el poder de los holgazanes capitalistas y sus privilegios, causantes del sufrimiento de los trabajadores.
Otro tanto hacen los jefes patronales sindicales que no contentos con sumarse al engaño de los explotadores y prestarse para dividir a los asalariados, además de su mala fe al señalar a los revolucionarios como uribistas, siguen en la actitud de respaldar al gobierno criminal, desmovilizar al pueblo y apaciguar su lucha para garantizar la estabilidad que necesitan los capitalistas para resolver sus diferencias.
Así, reformistas en general, oportunistas y jefes vende-obreros cumplen su papel de respaldo al gobierno, al Estado y sus instituciones, de abrazo conciliador con los empresarios en torno a la paz, mientras ellos arrecian su política antiobrera y antipopular de despidos masivos, persecución a las organizaciones sindicales y populares, criminalización y trato policial a la lucha popular, asesinato de dirigentes obreros y populares, a la par que siguen ejecutando los planes para legalizar las tierras usurpadas, acabar con la red pública hospitalaria, imponer reformas tan lesivas para los pobres como la tributaria, y seguir descargando el peso de la crisis económica sobre el sufrido pueblo trabajador, con tal de preservar sus enormes ganancias.
La obligación de quienes aspiran a conquistar la verdadera paz no es el lloriqueo de los engañados y medrosos, que sin fe en las masas culpan al pueblo por no haber apoyado la farsa del Plebiscito y achacan su incoherencia, incapacidad e impotencia a los revolucionarios. Por el contrario, los revolucionarios no se equivocaron al interpretar la desconfianza espontánea del pueblo en el Estado y en los politiqueros, desconfianza que lo llevó a no respaldar la paz de los ricos y por ello no salió a votar. Pero la abstención mayoritaria, si bien expresa un germen de conciencia en los trabajadores, no es suficiente.
El triunfo de la abstención y el rechazo espontáneo del pueblo a la paz de los ricos es una correcta actitud que se debe transformar en organización y en acción revolucionaria consciente. Urge tomar la iniciativa persistiendo en la denuncia a la farsa de la paz y en el camino de la lucha para frenar la voracidad de los explotadores y conquistar las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores. Se precisa la unidad del pueblo en torno a una Plataforma de Lucha a conquistar con el Paro Nacional Indefinido, con la Huelga Política de Masas para que obreros, campesinos, desplazados y las masas populares en general no sean sacrificados en el altar de la paz de los ricos, que seguirá siendo guerra contra el pueblo.
Las condiciones son magníficas para unir y generalizar la lucha por cuanto las diferencias y contradicciones en el seno de las clases enemigas del pueblo, debilitan su poder. Por ello los trabajadores no pueden apoyar a uno u otro sector de sus enemigos, sino organizarse y luchar con independencia por sus reivindicaciones comunes en el campo y la ciudad.
Ese es el único camino que le da confianza al pueblo trabajador en sus propias fuerzas, que le permite aprender y conocer por experiencia propia su inmenso poder, ya no solo para resistir a tanta opresión y explotación, sino para poner fin en el futuro al reinado de los opresores y explotadores mediante la insurrección popular que destruya este viejo y podrido Estado, al cual ya no lo salvan los remedios reformistas porque la sociedad necesita reemplazarlo por un nuevo Estado de obreros y campesinos armados, instrumento imprescindible para construir la verdadera paz que tanto necesita el pueblo colombiano: la paz sin explotadores, la paz sin opresores.
Comité Ejecutivo
Unión Obrera Comunista (mlm)