Al cabo de 5 años de la firma del “Acuerdo de Paz” entre el gobierno de Santos y los jefes de las Farc, los hechos son hoy los portadores de la verdad.
Se equivocaron los amigos y admiradores de las Farc —oportunistas, reformistas y algunos sindicalistas— cuando vaticinaron que con la firma del acuerdo comenzaría una nueva época de paz social en Colombia.
Los hechos dan completamente la razón a la Unión Obrera Comunista (mlm) en cuyo órgano de expresión Revolución Obrera, denunció las conversaciones, anuncios y el propio “Acuerdo de Paz” firmado en La Habana y ratificado en Bogotá, por ser un engaño para el pueblo y para los mismos guerrilleros de base, que repetiría las históricas y sanguinarias traiciones de la burguesía y los terratenientes, a todos quienes han depuesto las armas para convivir pacíficamente con los opresores.
A lo largo de 5 años de firmado el “Acuerdo de Paz”, los hechos corroboran la verdad dicha por los comunistas revolucionarios: desde 1980 la guerra en Colombia no ha sido revolucionaria, sino una guerra reaccionaria y contra el pueblo, cuya profunda causa económica es la disputa por la renta extraordinaria de la tierra; el “Acuerdo de Paz” en lugar de resolver esa causa, la agravó al garantizar la expansión de la agricultura capitalista y con ella, la ruina del campesinado, el despoblamiento del campo y la ampliación de la esclavitud asalariada. Políticamente el “Acuerdo de Paz” no fue una reforma agraria en favor de los pobres del campo, sino todo lo contrario: la legalización del despojo de 10 millones de hectáreas convertidas en propiedad privada de los grandes empresarios. Por eso, los imperialistas y todas las facciones de las clases dominantes respaldan la esencia económica y política del “Acuerdo de Paz”, apenas con disensiones por cuestiones secundarias relacionadas con los privilegios económicos, políticos y jurídicos otorgados por el gobierno a los jefes guerrilleros.
La principal condición facilitadora del “acuerdo” fue el programa político burgués de las Farc que no plantea suprimir la explotación asalariada ni abolir la propiedad privada sobre los medios capitalistas de producción; la entrega de armas y la sumisión de los jefes guerrilleros a la dictadura de la burguesía, fue un derivado secundario congruente con su programa.
Después de 5 años del “Acuerdo de Paz”, se comprueba que la restitución de tierras y reparación a las víctimas, eran simples espejismos de una negociación entre bandidos despojadores; las escasas resoluciones y sentencias de restitución han sido burladas por los expropiadores, quienes alegando ser “compradores de buena fe” lanzan sus ejércitos privados nuevamente contra los desplazados reclamantes. Las flamantes instituciones creadas en el “Acuerdo de Paz”, para la restitución, la reparación a las víctimas y la memoria histórica del despojo, se transformaron en aparatos burocráticos bajo la dirección y al servicio de los despojadores. La Jurisdicción Especial para la Paz, ha sido otro embeleco de justicia para el pueblo, pues en realidad legaliza la impunidad y beneficia a los criminales comandantes militares, paramilitares y guerrilleros. Los arrepentidos jefes de las Farc terminaron en el estercolero parlamentario, el mismo que será destruido por la inevitable revolución del proletariado. Los jefes disidentes, sin renegar del “acuerdo” retornaron a sus negocios con las mafias de la coca y la minería.
No fue la “paz social” la consecuencia del “acuerdo”, sino la paz de los cementerios, la continuación de la guerra contra el pueblo, víctima de 164 masacres, de 100.000 desplazados en promedio por año, del asesinato de 1270 dirigentes populares y de la matanza de 299 exguerrilleros. Tal es la paz que dispensan los viejos y nuevos dueños de las tierras. Tal es la paz que preconizan los empresarios y sus representantes en el gobierno. Tal es la paz del régimen de la mafia y los paramilitares porque sirve a la profundización del capitalismo en la agricultura, y en especial, al incremento de la renta extraordinaria de la tierra en la minería y en las plantaciones de coca, base del formidable negocio de procesamiento y comercialización de psicotrópicos.
Estos 5 años de paz ensangrentada tienen que servir para creerle a la teoría revolucionaria, voz de la experiencia del movimiento obrero internacional: en una sociedad dividida en clases enemigas como la colombiana ¡es imposible la “paz social”! Los imperialistas con Biden a la cabeza, los burgueses y terratenientes y su criminal régimen de gobierno, y también la caterva de politiqueros reformistas en su frenesí pre-electoral, todos celebran los 5 años del “acuerdo de paz”, todos alaban, defienden y prometen la “paz social”, y lo hacen porque es un veneno ideológico que paraliza el ánimo de lucha en el pueblo y lo maniata frente a la violencia reaccionaria del Estado opresor; la violencia que ellos llaman “legítima” porque tienen el “legítimo” monopolio de las armas, para defender a muerte la “legítima” propiedad privada sobre los medios de producción con lo cual se legitima la esclavización de los expropiados, de los despojados, de quienes nada tienen que perder en una revolución salvo sus cadenas.
Este quinquenio de cruenta guerra contra el pueblo, enseña a fuerza de terror, sangre y muerte, a desechar las ilusiones en la paz con los opresores, en la paz con los enemigos de clase. La verdadera paz no se pacta a cambio de la sumisión ante la dictadura de los capitalistas, sino se conquista derrocando a los dictadores y la única forma es con la guerra justa, con la guerra del pueblo, con la guerra de las masas armadas.
¡La paz de los ricos es guerra contra el pueblo!
¡Contra la guerra reaccionaria, organizar la violencia revolucionaria de las masas!
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Noviembre 27 de 2021
Un comentario
Completamente de acuerdo con el análisis del O.R. ; agregaría que el acuerdo de negociar la rendición de los jefes de las farc corresponde a la necesidad que tiene la burguesía de incorporar regiones estratégicas al mercado imperialista mundial basado en la minería y la producción de materias primas para la habitación de opioides. Las negociaciones se facilitaron debido a la derrota militar y política de las farc como consecuencia de sus concepciones revisionistas que saltan a la vista toda vez que en las regiones que dominaran por décadas hoy no existen vestigios de organización de masas campesinas ni siquiera para defenderse de la embestida paramilitar.