¡NO VOTAR! Fue la correcta actitud política del pueblo
Terminado el primer acto de la farsa electoral, todos los politiqueros sin excepción se declaran triunfadores, los gobernantes y los loros de los medios de comunicación, incluso los más «críticos» de la podredumbre institucional, emiten comunicados y declaraciones anunciando el gran triunfo de la democracia. Así mismo, todos tratan de restarle importancia al verdadero ganador: la abstención mayoritaria del pueblo. Estaban habilitadas para votar 36.493.318 personas, pero solo el 48.78% fue a las urnas; es decir, aproximadamente 18,6 millones de trabajadores, equivalente al 51,22% de los aptos para votar, no cayeron en la trampa de sus enemigos.
Triunfalistas, los politiqueros se ufanan de lo mucho que el pueblo «los ama» y los analistas pagados por los monopolios hablan de los «más votados» como Uribe o Mockus sin contrastar que sus respectivos 800 mil y 500 mil votos, son risibles frente a los más de 36 millones de colombianos que los odian. Todos evaden el repudio monumental al carnaval por parte de más de 18 millones que no acudieron a sus urnas; eluden y le restan importancia a los 2.750.301 votos nulos y a los 1.392.274 votos sin marcar, lo cuales sobrepasan los obtenidos por el uribismo, el supuesto gran ganador de la jornada, votos que en su mayoría hacen parte del rechazo popular a la dominación de los explotadores y del desprecio a la engañifa de las elecciones.
La farsa del 11 de marzo confirmó la actitud mayoritaria del pueblo frente a las elecciones, reafirmando la tendencia histórica de no votar; una manifestación semiconsciente de oposición al poder de las clases dominantes y de rechazo a las ilusiones de los partidos politiqueros de la «izquierda» que durante decenios han tratado de convencer a los trabajadores de las «bondades» otorgadas por la tal democracia de los explotadores. Incluso el voto en blanco, defendido por algunos que también se dicen de «izquierda», demostró que no sirve como manifestación de descontento sino para aumentar el umbral o cantidad de votos necesarios para «ser elegido», contribuyendo a proteger las grandes maquinarias politiqueras y restarle fuerza a los partidos pequeños que constituyen la «oposición» legal y permitida por los dueños del poder, caso de Feliciano Valencia, un ganador en entredicho, pues para la curul indígena al Senado, los votos válidos fueron 158 mil mientras que el voto en blanco alcanzó 340 mil.
Esa actitud política del pueblo que no vota, que a pesar del chantaje de los despidos y de la presión ejercida por todos los medios, de los regalos, prebendas y compra de votos… es todo lo contrario a las afirmaciones idiotas de los analistas ignorantes, ciegos y torpes que ven en la abstención electoral apatía y tildan de vendido a un pueblo que ni se vende ni se rinde, y cuyo ejemplo deben seguir los trabajadores que todavía se dejan seducir por los politiqueros; ejemplo también para el sector de la juventud que hastiada del uribismo cavernario y de las maquinarias de los politicastros de siempre, cree ingenuamente que Petro o cualquiera otro distinto puede arreglar las cosas.
Creer en las elecciones y en la posibilidad de cambiar las cosas votando es una ingenuidad. El propio Roberto Gerlein, el barrigón gamonal conservador de 50 años en el establo parlamentario, alguien que sí sabe de maquinaria electoral y del poder, dijo «sin pelos en la lengua» cómo funciona el aparato de dominación de los explotadores en entrevista a La Silla Vacía en enero pasado: «El poder en Colombia funciona como en casi todo el mundo: lo detentan los muy ricos, los que controlan los medios. Quizás lo único que no controlan aún los poderosos en Colombia son las redes sociales, pero ya hay presiones para que éstas funcionen conforme al querer y al deseo de ellos. El poder político en un mundo capitalista como el nuestro está determinado por los intereses de quienes controlan los grandes capitales…».
Preguntado sobre si «la democracia electoral es una ilusión» manifestó: «En cierta manera sí. El Congreso es el último refugio de la clase media en Colombia porque ya no tiene mayor capacidad de decisión, está influenciado todos los días por los medios de comunicación y por el Ejecutivo. El Presidente en Colombia lo dispone todo, maneja todo lo que tenga alguna significación en la orientación del país, no hay un rincón de la vida nacional donde no pueda influir. El Congreso no es la excepción. El poder tiende a concentrarse, esa es la ley de hierro de las oligarquías de las que han hablado los tratadistas que se preocupan por estudiar el funcionamiento del poder… Hoy más que nunca el poder presidencial en Colombia es ubicuo, todopoderoso, lo que el Presidente quiere, y con el Presidente los muy ricos, es lo que en Colombia se hace.» En resumen, la democracia bajo el capitalismo es la dictadura de los monopolios.
Y frente al problema fundamental de la sociedad colombiana, el problema de la explotación asalariada como producto de la propiedad privada sobre los grandes medios de producción, el entrevistado no deja duda alguna: «…los liberales y los conservadores tenemos unas ideas muy decididas frente al tema de Dios y a la propiedad privada. El problema que Petro enfrenta es que la gente cree que va a acabar con la propiedad privada. Yo creo que eso no sería así, pero eso es lo que la gente cree. Y ese es un tema que aglutina a los conservadores colombianos, no importa en donde estén militando: en el conservatismo, en el liberalismo, en Cambio Radical, en el Partido Verde. Todas esas son gentes que propugnan y defienden la propiedad privada.» En otras palabras, el Estado burgués está hecho para proteger la propiedad privada y la explotación asalariada, independiente de qué personas lleguen al gobierno.
El burgués Gerlein, un enemigo del comunismo, terminó reconociendo verdades clásicas de los comunistas: «El Estado es un órgano de dominación de clases, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del orden que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando la lucha de clases…» como dijo Carlos Marx. «Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa», en la genial sentencia del Manifiesto Comunista hace 170 años.
Y si esto es así, también es cierto que las elecciones son una farsa, por cuanto son el derecho que la burguesía le otorga a los ciudadanos de decidir, según Lenin, «una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias sino en las repúblicas más democráticas.»
Por consiguiente, ¡NO VOTAR! en las elecciones presidenciales, es la correcta orientación para el pueblo trabajador, que no debe caer en la trampa de la falsa polarización entre uribistas y petristas, lo cual no es más que parte del circo para infundir miedo y hacer que el pueblo vote, legitimando la tiranía de sus odiados enemigos. Debe tener presente que los grandes capitalistas (los grandes monopolios imperialistas, los Sarmiento Angulo, los Ardila Lulle, los Santodomingo…) en la república democrática tienen cimentado su poder de un modo tan seguro que ningún cambio de personas, ni de partidos dentro de ella hace vacilar su poder.
Los proletarios revolucionarios por su parte, deben continuar denunciando «la farsa electoral del 2018 como una trampa armada por el gobierno y los partidos de los enemigos y de los falsos amigos del pueblo, para dividirlo alrededor de las banderas de sus opresores, someterlo al adormecimiento de la hipócrita democracia burguesa, distraerlo y desmovilizarlo con el señuelo de los representantes politiqueros y sus trámites en el gobierno y el congreso.»
Deben «Hacer de toda campaña electoral, una ocasión propicia para amplificar en las filas del pueblo la agitación y propaganda sobre el carácter de clase de la democracia burguesa, la esencia del Estado burgués y la necesidad histórica de un nuevo Estado de obreros y campesinos.”
Esta es la forma de contribuir a transformar la abstención mayoritaria del pueblo en acción revolucionaria consciente para darle sepultura al viejo y podrido Estado de los explotadores; para destruir mediante la revolución todo su ejército de matones –militares y paramilitares–, todo su ejército de burócratas ladrones, su parlamento de politiqueros corruptos y bandidos, su presidencia, sus ministerios y cortes, todas sus instituciones. Para reemplazar esa máquina de opresión por un nuevo Estado sin policía ni ejército permanente, donde las instituciones populares sean legislativas y ejecutivas al mismo tiempo, donde todos los funcionarios del Estado sean elegibles y removibles en cualquier momento y no ganen más que un obrero común, y donde los obreros y campesinos armados (armamento general del pueblo) garanticen el cumplimiento de las decisiones populares. Como diría Marx: «…la clase obrera no puede contentarse con tomar simplemente la máquina estatal ya hecha y hacerla funcionar para sus propios propósitos. El instrumento político de su esclavitud no puede servir como instrumento político para su emancipación.»
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)