En medio de la pandemia y las subsiguientes medidas (todas tardías) del gobierno uribista de Duque, la educación es un tema importante a tener en cuenta, pues son más de 9 millones de estudiantes en toda Colombia, quienes se encuentran en casa “recibiendo educación virtual”.
Veamos la realidad en este terreno. En primer lugar, la educación, que debería ser pionera en la aplicación y utilización del avance tecnológico mundial, no pasa de contar con una sala de informática en las instituciones públicas, en la cual se encuentran computadores obsoletos, dañados, y algunos –no todos- con conectividad a internet. Aun así, la decisión fue: “Educación virtual”, como forma de atender el derecho a la educación, por el cual muchos se rasgan las vestiduras y lo enaltecen si los docentes salen a paro, pero a la hora de hablar serio de las condiciones educativas de los estudiantes colombianos, soslayan el problema y responden con sus libretos preparados a las preguntas y necesidades del pueblo.
Sumado a ello, está el hecho de que en Colombia, existe un alto porcentaje de población sin acceso a internet, de hecho hay regiones como en la Costa Caribe donde ni siquiera se garantiza el servicio de luz de manera regular, es más hay rincones del país que no tienen agua potable, mucho menos se va a contar con internet; aun así, la medida de confinamiento especialmente en el sector educativo tenía que ser un hecho, pero hasta ahora no se ha garantizado efectivamente el acceso a la educación a TODOS los millones de estudiantes que están en casa, asunto que para el pueblo no es una sorpresa, pues es lo que se vive en una sociedad donde hasta la educación es un privilegio de clase, que se evidencia principalmente en la educación pública, veamos:
“Un buen grupo de universidades y algunos colegios privados, se adaptaron rápidamente y dieron efectiva respuesta a las nuevas demandas. Formaron a sus docentes, ampliaron sus contratos con plataformas digitales, y como tenían muy buenas condiciones previas y altos niveles de conectividad, pudieron brindar educación virtual. Lo que era una excepción, se volvió la regla, y en un tiempo breve, los profesores lograron continuar sus procesos educativos mediante plataformas para el trabajo sincrónico y disincrónico. Aun así, no es posible seguir esta ruta en la educación pública, dado que tan solo el 4% de los municipios tiene buena conectividad, el 63% de los bachilleres del 2018 no tenía acceso a Internet desde sus hogares y, en las zonas rurales, tan solo el 9% de los jóvenes disponen de computador. La pandemia volvió a mostrar las inmensas inequidades de nuestro país. En este caso, en acceso a la virtualidad y conectividad. Lo que debería ser un derecho, en Colombia, sigue siendo un privilegio.”, afirmó Julián de Zubiría en su última columna.
Ante esta problemática, el gobierno no ha pasado de prometer conectividad mientras se limitó a implementar estrategias televisivas para que los estudiantes puedan acceder a contenidos educativos, no obstante, las familias obreras que tienen que seguir trabajando, no pueden controlar el acceso o no a dichos contenidos, es más, no tienen en la mayoría de los casos cómo acompañar el proceso educativo de sus hijos desde casa. Como ven, un privilegio que los trabajadores no se pueden dar, menos cuando todo esto va acompañado de necesidades como el alimento, el techo, el agua… familias que deben priorizar la comida sobre los paquetes de datos; que no entienden lo que deben hacer los estudiantes y por lo tanto no pueden ayudarlos; que trabajan todo el día y no tienen como acompañar a sus hijos en las actividades escolares; que no tienen computador, que no tienen la aplicación para que les abra el archivo, que cuentan con un solo celular de aceptable tecnología para toda la familia, etc.
Ahora bien, desde el punto de vista de los docentes, efectivamente se requiere de mayores esfuerzos, pues casi que a la mala tuvo que empezarse a implementar un método distinto al habitual. Al enfrentarse a esto, surge la necesidad de utilizar los recursos para llegar a los estudiantes sin estar con ellos, para hacerse entender sin tenerlos en el aula, la necesidad de ser creativos para mantenerlos en las actividades y para atraer a sus padres o cuidadores quienes realmente están al frente en este momento.
Todo lo que parecía sencillo, ha sido un verdadero calvario; se creía que haciendo guías ya estaba el trabajo elaborado, que los estudiantes las resolverían en sus casas y las enviarían resueltas por los medios convenidos (correo, mensajería digital o plataformas) pero la práctica es otra pues como ya se ha expuesto, no todos los estudiantes tienen los medios para recibir educación virtual. Sumado a ello, está la extensión de la jornada a los trabajadores de la educación, pues los padres que siguen trabajando normalmente, tienen la posibilidad de enviar trabajos o acompañar a sus hijos después de su horario, e incluso los fines de semana, por tanto la actividad docente requiere de tiempo a cualquier hora del día y la noche, incluyendo los fines de semana, tanto para recibir actividades, como para resolver dudas a los estudiantes o padres. Y claro, como docentes no es momento de quejarse si debe o no disponer de tiempo para atenderlos, es algo que se hace con toda la entrega y comprensión porque también los profesores son obreros y saben que no siempre hay tiempo disponible para apoyar a los hijos en el terreno escolar. Sin embargo, el verdadero desespero, es el pensar que hay estudiantes a los cuales no les han llegado las actividades, los videos explicando un tema, las voces de sus maestros leyendo un cuento o las sugerencias a sus trabajos; ellos, los que aún no acceden a la educación virtual son quienes preocupan y ¡vaya que no son una minoría!
Pero ¿cómo resolver este asunto en concreto? Ya algunos se han referido a ello, debe exigirse conectividad, acceso y medios para que la educación llegue a cada rincón del país. Debe exigirse además, que se continúe con el programa de alimentación, sin poner en espera a las familias, simplemente porque ¡el hambre no espera! Hay que exigir ¡sí! Exigir con lucha, manifestándose cuando las familias deben aglomerarse para reclamar el bono de alimentación; manifestándose en sus barrios y localidades, veredas y pueblos si no hay acceso a los contenidos educativos por falta de conectividad; hay que exigir el derecho a la educación de los hijos del pueblo de todas las maneras posibles: llamando a emisoras a denunciar, realizando movilizaciones escalonadas en los alrededores de los colegios, quienes tengan la posibilidad denunciar en redes difundir las manifestaciones, movilizaciones y acciones de masas y demostrar que así haya confinamiento, la lucha no está condenada a quedarse en casa.
Es la lucha la que realmente podrá garantizar el derecho a la educación; porque es así como el proletariado avanza hacia la transformación de la actual sociedad al socialismo; esa donde a los obreros no les quedará grande electrificar y conectar a todo el país; esa donde al proletariado no le dolerá entregar a la población los medios necesarios para acceder a contenidos virtuales; esa donde una vez resueltas las necesidades básicas, la educación será el brazo importante para hacer crecer a toda la sociedad, avanzando en la investigación científica y tecnológica en favor del pueblo y no de la ganancia; una sociedad donde exista una educación no para formar obreros sumisos y autómatas, sino hacedores de la historia que resolverán los problemas de la sociedad en la producción y la investigación sin ninguna traba. Y claro que es posible, si el pueblo se une, exige, lucha y es consciente de sus capacidades para dirigir la sociedad que garantice a sus hijos educación, alimentación, techo y salud.
Empezar desde ¡ya! Esa es la tarea, porque la pandemia ha sido una demostración más de la inutilidad de este Estado capitalista y la necesidad de la dirección proletaria para resolver los problemas de la sociedad.
¡Adelante padres obreros y campesinos, la educación del pueblo es nuestro derecho y es hora de hacerlo valer!