Decía un artículo publicado en «Las 2 Orillas», en el 2014, que «el voto en blanco es un saludo a la bandera». Y es verdad; esta afirmación es una forma muy gráfica de lo que representa esta alternativa electoral muy defendida y promovida por sectores que se autoproclaman como opositores a las maquinarias politiqueras, o incluso que posan de muy radicales, de izquierda, o hasta comunistas. Curiosamente, sobre esta propuesta tan «revolucionaria», publica el periódico El Heraldo en su edición del 27 de septiembre de este año:
«Una de las organizaciones que ha promovido de manera abierta el voto en blanco es la Dirección Departamental del Partido Centro Democrático», aludiendo al Departamento de Sucre. En otro informe de prensa de la W Radio, se informa que «el Partido Verde igual promoverá el voto en blanco en las elecciones para gobernación del Departamento de Bolívar.»
Primero que todo, vale la pena enfatizar que en una democracia burguesa, incluso la más democrática posible, el ejercicio del voto no es más que la legitimación de una elección hecha por las maquinarias politiqueras, quienes determinan los que pueden y los que no, aspirar a cargos en la burocracia. Además que, como dice el adagio popular, votar es el supuesto derecho del pueblo a elegir sus propios verdugos; al final de cuentas, sea quien sea el que triunfe, no puede salirse de los parámetros establecidos por la burguesía y el imperialismo para gobernar.
Que el voto en blanco es una forma de protesta, no se puede negar; es una forma en que los ciudadanos en una región o país, expresan su insatisfacción con los candidatos que se están presentando en unas elecciones, y por lo tanto mediante el voto en blanco pretenden sentar una voz de protesta, descalificarlos y exigir que sean otros los que aspiren a ocupar los apetecibles cargos para gobernar. Uno de los más fervientes defensores del voto en blanco, es el señor Jaime Araujo, expresidente de la Corte Constitucional, quien por estos días está presentando un documento a la Corte buscando reformas que puedan acercar el triunfo y mejorar el alcance de una posible mayoría del voto en blanco.
Ahora bien, que señores como Araujo, o el Partido Verde, o el Centro Democrático, promuevan y defiendan el voto en blanco como su bandera, es comprensible, pues son partidos o personas encasilladas en las estructuras de la democracia burguesa, quienes defienden a capa y espada las instituciones y se creen el cuento, o posan, de que hay simplemente semillas podridas que deben ser erradicadas. Lo que es inaceptable, es que la defensa y promoción del voto en blanco pueda ser la bandera de los revolucionarios y comunistas en una campaña electoral.
El voto en blanco no define al final nada. Esa verdad es tan contundente que por tal motivo hasta grupos de la catadura reaccionaria como Centro Democrático lo utilizan como bandera en las actuales elecciones; ellos saben, como muchos otros, que finalmente con un triunfo hipotético del voto en blanco, lo que se «logra» es simplemente descalificar a unos cipayos y colocar otros de su conveniencia. Y no es simple cuento de comunistas; la ley expresa que, si triunfa el voto en blanco «Deberá repetirse por UNA SOLA VEZ la votación para elegir miembros de una corporación pública, gobernador, alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales».
Dicen los defensores del voto en blanco, desde la «izquierda» que un triunfo obligaría a una Asamblea Nacional Constituyente!!! Qué candidez la de estos señores, que pareciera hubieran olvidado la tristemente célebre Constituyente de 1991 que revolcó la vieja constitución de 1886, pero que al final, lo poco que dejó en sus artículos, por sí mismo no es más que letra muerta. Por demás, eso era previsible; la burguesía es capaz de promulgar y firmar leyes, que jamás serán cumplidas por el hecho de estar escritas. ¿Acaso, la miopía política de estos defensores del voto en blanco no les permite ver la montaña de incumplimientos del Gobierno con tantos paros levantados a punta de promesas, mesas de concertación, acuerdos, leyes, etc? Entre otras, no olvidemos, que el poder que hoy tiene el Procurador, fue dado precisamente por esa Constituyente.
Pero además, el voto en blanco va en contra de la actitud de la inmensa mayoría de la población. Es completamente cierta esta afirmación; pues más del 60% de la población no vota. Y si a esa cantidad se suman aquellos que acuden a las urnas presionados por la pérdida de un puesto de trabajo, o de un cupo en educación, o la amenaza de los grupos armados que literalmente llevan a la población a los cascos urbanos, o quienes venden su voto por comida o dinero; o aquellos que hacen parte del Estado y se ven obligados a depositar su voto; y así muchas otras formas, nada democráticas, que son conocidas y al final validadas por el gobierno. Si al ausentismo electoral se suman todos estos casos; es completamente evidente que las masas no creen, ni esperan absolutamente nada favorable para el pueblo. Llamar a quien no quiere votar, a que vote en blanco, es una postura reaccionaria que pretende despertar alguna esperanza en el Estado burgués en las cabezas de personas que, consciente o inconscientemente, desconfían de lo que pueda hacerse desde el establo parlamentario.
La tendencia en la lucha de masas es hacia enfrentamientos directos cada vez más grandes, generalizados y beligerantes. Nada tiene que ver esta tendencia con la participación en las elecciones burguesas, ni en aspirar a remodelar o reformar la democracia de los ricos. El pueblo sabe que es en las calles donde se conquistan libertades y derechos, que es mediante la movilización que se obliga a los gobernantes de turno a cumplir con los acuerdos y que es con la lucha directa que se pueden logran reformas y leyes, aquellas que se harán cumplir con el poder político de los obreros, campesinos y revolucionarios en las huelgas políticas de masas. Por ello la participación política de los revolucionarios en las actuales elecciones, no puede ser la de llamar a votar; ni por algún candidato, ni por voto en blanco. Debe ser oponiendo a las elecciones burguesas, la lucha revolucionaria de masas, desenmascarando la falsedad de la democracia burguesa, y empelotando la podredumbre de todas las instituciones de un Estado caduco y reaccionario, un aparato que está podrido hasta la médula y que no merece un segundo más de vida; un cadáver insepulto que necesita ser enterrado y reemplazado por un nuevo y vigoroso Estado de obreros y campesinos que imponga la democracia de la mayoría, mediante la dictadura sobre los reaccionarios y todos sus secuaces verdugos del pueblo.
Quienes levantan la voz para llamar a la lucha por la revolución, pero a la vez llaman a las urnas a votar en blanco, asumen una postura política conciliadora, que ve el socialismo como un agradable y loable sueño y a la democracia burguesa como su máxima realidad posible. Con la cantinela de que se puede construir el socialismo conquistando y remodelando las estructuras del Estado burgués, lo que terminan es haciendo una genuflexión ante la bandera raída de la democracia burguesa.