¿Acaso no es suficiente el trágico ejemplo de asesinato de dirigentes sociales desarmados que representan a las comunidades y manifiestan su crítica ante la barbarie e ineptitud del estado de los ricos?
La violencia que nunca se ha ido, arrasa con más fuerza en la actualidad al pueblo colombiano; muchos excombatientes de base de las FARC, que creyeron ingenuamente en la palabra de un Estado defensor de los privilegios de los explotadores a fuego y ríos de sangre, los siguen asesinando; los jóvenes son estigmatizados y criminalizados por parte de las hordas uribistas justificando su asesinato, tachándolos de drogadictos o pertenecientes a grupos delincuenciales del narcotráfico, como señalara el reaccionario general Vargas, para que la opinión pública no se exaltara ante los repudiables hechos y la incompetencia del régimen narco paramilitar. A esto hay que sumarle las chuzadas, la persecución, el encarcelamiento, desaparición y asesinato de sus críticos, ya sean periodistas, obreros sindicalizados, y de más comunidad que represente un peligro por destapar la mentira de la democracia burguesa o la ponga entre dicho.
La guerra declarada contra el pueblo colombiano por las clases dominantes y sus respectivas fuerzas militares y policiales, armadas hasta los dientes en defensa de los intereses y la dictadura de los empresarios, terratenientes y ricachones de este país, pone en evidencia que la respuesta no puede ser súplicas y acciones pacíficas ante un Estado asesino, se necesita responder a la guerra reaccionaria con la guerra revolucionaria y avanzar hacia la revolución socialista.
El proletariado consiente, organizado en su Partido, tiene la misión de unir y dirigir las luchas y reivindicaciones de las masas trabajadoras hacia un cause revolucionario, pues aunque las masas muestran síntomas de inconformidad con el actual estado de cosas, no encuentran el camino correcto y se enredan en senderos de pacifismo y luchas aisladas; conducidas por las otras clases para simplemente reformar el sistema, reformar el Estado y realizar unas elecciones “limpias”, salidas que conducen a continuar su tragedia.
La violencia en esta sociedad dividida en clases es inevitable, transformémosla en violencia revolucionaria que nos libere del oprobioso Estado burgués y su pesadilla de guerras interminables que se ensaña contra la población desprotegida y que padece las contradicciones de un sistema moribundo y decadente.
¡Avancemos en la construcción del Partido obrero que dirija las justas luchas del pueblo en un frente único anti burgués!
¡No a la farsa electoral y su estafa parlamentaria reformista y conciliadora con el régimen!