José Miguel Barrientos Uribe tenía 39 años y era dirigente comunal del corregimiento de Ochalí, municipio de Yarumal, Antioquia. El pasado viernes, 29 de enero varios hombres lo interceptaron cuando se dirigía a trabajar a una finca aledaña, primero le dispararon dos veces y luego lo decapitaron, su cabeza fue dejada cerca a la iglesia del pueblo.
Desde hace varios años han hecho presencia diferentes grupos armados en la zona, sin que el Estado haya nada para contrarrestarlos, lo que se convierte en una complicidad directa con este y otros asesinatos cometidos en la región; esto se corresponde con el carácter de las Fuerzas Armadas del Estado asesino que sólo protege los intereses de los burgueses y terratenientes. A raíz de esta violencia sistemática, parte de la población se empezó a desplazar.
Este y otros asesinatos cometidos años atrás, los desplazamientos, la complicidad del Estado con los grupos armados, la impunidad para los verdugos del pueblo… todo hace parte de la política del terrorismo de Estado ejecutada por fuerzas estatales y paraestatales contra el pueblo desarmado. Todo hace parte de la guerra reaccionaria, en la que diferentes facciones de la burguesía y los terratenientes se disputan a sangre y fuego la renta extraordinaria del suelo que les deja jugosas ganancias. Gracias a la maldita guerra reaccionaria, trabajadores humildes del campo y la ciudad, al igual que dirigentes populares, sufren los más terribles métodos mafiosos con los que son torturados y asesinados.
El pueblo, con la dirección de sus dirigentes revolucionarios, más temprano que tarde se rebelará de manera contundente contra el terrorismo de Estado, organizándose para repeler los ataques en su contra, conformando milicias populares que logren contener las masacres. Al mismo tiempo que se trabaja por esa organización, urge preparar y adelantar el Paro General Indefinido que detenga la producción de las principales ramas económicas para hacer retroceder a los verdugos del pueblo. Es urgente organizar la rebeldía de las masas contra el capitalismo y el podrido Estado burgués-terrateniente.
No hay otra forma real de hacer justicia por el asesinato de Miguel y tantos otros hijos del pueblo que han dedicado parte de sus vidas a mejorar la situación de los trabajadores. No es suficiente con denunciar, no es suficiente con condenar y poner en la picota pública al Estado como responsable principal del asesinato sistemático de dirigentes populares; hay que organizar el Paro General Indefinido y el poder armado del pueblo para repeler a sus asesinos, para hacer de esta lucha una forma de avanzar en el camino de la Guerra Popular, del combate por la revolución proletaria; esa es la manera real y efectiva de contrarrestar la guerra reaccionaria con la guerra revolucionaria.