En la madrugada del pasado domingo 24 de enero, fueron masacrados cinco jóvenes entre los 17 y 18 años, y otras dos personas resultaron heridas en una finca ubicada en la vereda Cerro Rico, Buga, Valle del Cauca. Estos jóvenes eran bachilleres, deportistas y se encontraban reunidos departiendo en su tiempo libre, bailando, jugando billar, entre otras actividades. En esta zona rural de Buga hacen presencia diferentes grupos armados aún por identificar.
Jóvenes, líderes populares, exguerrilleros desmovilizados…víctimas recurrentes de la guerra contra el pueblo, guerra que enfrenta a los ejércitos legales e ilegales de las diferentes facciones de la burguesía y los terratenientes por la renta extraordinaria del suelo desde los años 80. Guerra en la cual los muertos y desplazados los pone el pueblo desarmado. El régimen uribista de Duque ejerce el terrorismo de Estado por todo el país, porque representa a una facción de la burguesía mafiosa que se enfrenta con otros carteles como los mexicanos para controlar rutas y zonas donde trafica con drogas, armas o minerales preciosos. En esa guerra contra el pueblo, caen inocentes como estos cinco jóvenes en zona rural de Buga, los cuales no tenían nada que ver con la guerra entre los diferentes carteles.
Hipócritamente el Estado burgués-terrateniente ofreció una recompensa de $200 millones para dar con la captura de los responsables, y puede que lo hagan. Sin embargo, los verdaderos culpables de estos derramamientos de sangre inocente, se encuentran cómodamente sentados en los mullidos sillones del Congreso, de la Presidencia de la República, de los mejores clubes y bancos del país, o en grandes haciendas protegidos por escolta privada y por las fuerzas armadas del podrido Estado burgués. Los verdaderos culpables son los burgueses y terratenientes cuyo Estado manejan a su antojo para favorecer y proteger sus negocios a sangre y fuego a costa de la vida del pueblo.
Acabar con el terrorismo de Estado exige acabar con el Estado de los monopolios por medio de la violencia revolucionaria, por medio del Ejército Popular en el cual las armas estén en manos del pueblo para aniquilar a sus verdugos, sean parte de las fuerzas estatales o paraestatales, por medio de la Guerra Popular que en Colombia tomará la forma de una insurrección armada. En el futuro cercano es necesario trabajar por conformar las Milicias Populares en los barrios, fábricas y veredas que impidan este tipo de atropellos, al igual que es urgente aprender de las guardias cimarrona, indígena y campesina, en cuanto a la defensa de los dirigentes populares y de las comunidades en general.
Parar ese derramamiento de sangre inocente, requiere del máximo compromiso de los elementos más avanzados del proletariado, es decir, exige de la organización política de los obreros, campesinos, artistas e intelectuales en su Partido político de vanguardia, y que hoy se materializa en la vinculación orgánica a la UOC (mlm), organización que trabaja por la construcción del Partido que necesita construirse al calor de la lucha y por medio de la vinculación consciente y organizada con las masas populares.
Detener la matanza exige organizarse, forma más elevada de demostrar el compromiso real y práctico con los intereses de las masas populares. Detener la matanza exige organizarse, para organizar la revolución.