La gente confió en las promesas, las buenas intenciones y el discurso de unos representantes que se vendían a sí mismos como la única salvación del pueblo bajo el régimen capitalista. Llamaban al pueblo a confiar en sus utópicos planes, que han demostrado ser un fracaso en todos los países capitalistas europeos y en todos los tiempos. Esto fue lo que hicieron los reformistas del Polo Democrático, y los Progresistas con Petro en la alcaldía de Bogotá durante 12 años de gobierno.
Se sabe que ni Petro, ni ningún socialdemócrata en el poder, se propone acabar con el sagrado derecho de unos hombres a vivir de la explotación del resto de la sociedad. Lo que hace el reformismo burgués socialdemócrata es ocultar las diferencias de clase y su lucha en la sociedad; su papel es ETERNIZAR el Estado burgués «democratizándolo». Su programa se limita a mitigar las consecuencias sociales del capitalismo dentro del régimen de explotación asalariada, algo que es muy aceptable para la burguesía.
No pudiendo acabar la pobreza ni el desempleo que genera la competencia capitalista, Petro y su partido se conforman y exigen que todos los hambrientos se conformen también, con reducir la pobreza a «sus justas proporciones». Bien denuncian los revolucionarios que el reformismo es un instrumento efectivo de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia, por esto los sindicatos y asociaciones que corrieron tras la elección de Clara López al poder en las recientes elecciones regionales, sirvieron más a los intereses de la pequeña burguesía, que a los de la clase obrera; le hicieron el juego a los funcionarios corrompidos que maman de las tetas del Estado, mientras ilusionaron en vano a las masas obreras que buscan reconquistar los derechos cercenados y cuya manera de conseguirlos, es con su propia organización, movilización y lucha.
La gestión de Petro y de las últimas alcaldías socialdemócratas en Bogotá, impotentes para contener la enorme crisis social de la capital, se propusieron disminuir la pobreza de las esquinas de Bogotá, mitigando esta tragedia mediante subsidios. Como no alcanzaron los subsidios, para los nuevos ríos de desempleados (como los conductores de los buses tradicionales que arrojaron sus alcaldías para beneficio del monopolio del transporte y los que arrojan las empresas capitalistas diariamente) entonces camuflaron los pobres en el papel; así lo informa el DANE:
«Recibieron la ciudad en el año 2003 con la mitad de su población en la pobreza y con un 25% del total de sus habitantes en la pobreza extrema y hoy la entregan con un 5% del total de su población en pobreza y un 0,9% de habitantes en pobreza extrema, según estadísticas del DANE»1
¿De dónde saca estos datos tan maravillosos el alcalde Petro? Necesariamente se apoya en la estadística del DANE que para sus cálculos se rige por la siguiente regla:
«En 2014 la línea de pobreza en Bogotá D.C. fue de $229.672» «De otro lado, la línea de pobreza extrema es el costo per cápita mínimo de una canasta alimentaria que garantiza las necesidades básicas calóricas; para Bogotá D.C. el valor de la línea de pobreza extrema en el 2014 fue de $99.297»2
Al decir de Petro, ¡si usted gana más de $7.600 diarios no es pobre! Así, reduce la pobreza la socialdemocracia en el poder, quienes se rebuscan la vida vendiendo golosinas en el trasporte público, las prostitutas, los vendedores de ambulantes, los recicladores, los millones de hogares que viven con el miserable salario mínimo de los 2 padres, etc. ¡Desaparecen de las estadísticas de pobreza por arte de magia! La mentira, disfrazada de estadística, producto del aparato de propaganda del Estado capitalista, no solo es útil para lavar el rostro ensangrentado de Santos; también es usado por su socio de la campaña de reelección, el «progresista» Petro, que tiene el cinismo de criticar las estadísticas engañosas del DANE cuando las emplean sus adversarios, pero no tiene vergüenza en emplear esas mismas estadísticas falseadas para su beneficio. Afortunadamente para todo ciudadano honesto consigo mismo que camine las calles de la capital, es evidente que la pobreza no desaparece sino todo lo contrario ¡aumenta cada día y en cada rincón, señor Petro! ¡Excepto en su imaginación socialdemócrata y en las estadísticas del DANE! Amargo sabor deja el primer logro de Petro.
Este es su segundo «logro» al encarar el cambio climático:
«La evidencia del cambio del clima implica una ruptura en la cultura del consumo y en la organización de la ciudad.»
«…De la superación de la segregación social, en la que vamos con éxito, a la adaptación al cambio climático, tenemos un camino de difícil construcción.»
«El cambio climático, realidad impuesta por el mercado, el exceso de consumo y el desarrollo económico depredador, obliga a un cambio fundamental de la acción política, del papel del Estado y de la cultura en la sociedad.»
Petro desea un «cambio fundamental» en la estructura del capitalismo, reclama que por encima de la ganancia se tenga en cuenta el ambiente, preocupado por el futuro del planeta. Ha llegado al poder capitalista de la principal ciudad industrial del país ¡y desde allí ¿qué ha hecho?! Promovió el día sin carro y a través de sus medios de comunicación públicos, impulsó una cultura de respeto y promoción del ambientalismo burgués. Pero, desde el poder ejecutivo sus medidas siendo incluso bienintencionadas, terminan siendo inútiles. Los ciudadanos terminan saliendo en la bicicleta a respirar el material particulado suspendido en el aire, específicamente las partículas más pequeñas y toxicas emitidas por las chimeneas industriales, moléculas PM2.53, que envenenan los pulmones y la sangre de Bogotá. Mientras el límite de concentración del aire en Europa es de 25 ug/m3, en Bogotá el único sensor para esta molécula localizado en Kenedy, registra 28 ug/m3. Aunque Petro fuera un reformista consecuente, la aspiración de salvar la naturaleza sin tocar el poder del capital, es reformismo burgués, que repudia el desastre natural, pero no ataca su causa principal: el modo de producción capitalista. Frenar la destrucción de la naturaleza hace parte del programa socialista del proletariado porque exige acabar con el causante de su destrucción: el capitalismo imperialista, por esto ningún gobierno reformista en el poder podrá hacer nada serio contra la voraz contaminación provocada por este sistema.
El hecho que un hombre como Petro hubiera hecho tan poco contra las industrias capitalistas responsables de este crimen, a pesar de estar en el segundo cargo del poder ejecutivo nacional, indica que ni siquiera fue consecuente con legislar contra los «excesos» de los monopolios. Lo que hizo fue cambiar algunos de ellos, como en el caso de la recolección de las basuras, lo cual debe ser una lección para entender el control que ejerce la burguesía sobre el Estado, haciendo de los gobernantes más «revolucionarios» simples domésticos serviles, que lejos de hacer peligrar el régimen de producción capitalista, terminan reforzándolo. ¡Y eso no cambia aunque pudiéramos resucitar al más consecuente liberal burgués y se le pusiera en la presidencia!
«Somos partidarios de la república democrática como la mejor forma de Estado para el proletariado en el capitalismo; pero no tenemos derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino del pueblo, incluso en la república burguesa más democrática»4
Esa es la verdad que ocultan los reformistas y ocurre tan a menudo que las «izquierdas» ilusionan al pueblo con un cambio, pero al poco tiempo de tomar el control del Estado burgués, sus promesas se caen como un castillo de naipes. Esta enfermedad que sufren todas las llamadas «alternativas» bajo el régimen de producción capitalista no es nueva y hace más de cien años, Lenin la tenía identificada.
«A diferencia de los anarquistas, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la clase dominante. Pero, a la vez, los marxistas combaten con la mayor energía a los reformistas, los cuales circunscriben directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital.
Cuando la burguesía liberal concede reformas con una mano, siempre las retira con la otra, las reduce a la nada o las utiliza para subyugar a los obreros, para dividirlos en grupos, para eternizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Por eso el reformismo, incluso cuando es totalmente sincero, se transforma de hecho en un instrumento de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia. La experiencia de todos los países muestra que los obreros han salido burlados siempre que se han confiado a los reformistas.»5
Hablar de la «igualdad en general» en Colombia es un fracaso, cuando el agua es para las grandes empresas mineras, mientras los niños en la Guajira y el Chocó mueren de deshidratación, cuando los despidos son el pan de cada día, las ganancias crecen para los monopolios, mientras la miseria abunda para las masas; cuando el pírrico aumento salarial es devorado por el alza del costo de vida, cuando hay más de 6 millones de desplazados por la guerra reaccionaria; cuando se desaparece y asesina a la gente del pueblo, enterrándolas en fosas tan infames como La Escombrera de Medellín; cuando se reprime cualquier manifestación por más inofensiva que sea… No puede abolirse la desigualdad social si no se acaba el capitalismo, y con él, las diferencias de clases que exacerba. Y para lograr esto se necesita la revolución dirigida por el proletariado.
El reformismo por el contrario, desconoce esta verdad y alimenta permanentemente entre los ciudadanos la ilusión que todo cambio es posible, siempre que no subvierta el orden establecido ni conduzca a la violencia revolucionaria. De hecho la continuidad del régimen de explotación asalariada depende de su habilidad de mantener vigente esa ilusión. No termina de desgastarse una cara del sistema cuando ya alista la «verdadera alternativa de cambio». Si las masas aprenden a tomarse los derechos violados por la cara «izquierda» del sistema (los revisionistas y los reformistas en todo el mundo), con la misma fuerza que usa contra los fascistas y los abiertamente burgueses, la Revolución Proletaria estará más cerca. Para el avance de la verdadera revolución es muy positivo que el pueblo pierda el respeto a sus supuestos auxiliadores, aunque por ello sean tachados de conspiradores de derecha. ¡Que las calles sigan inundadas de oprimidos, de dirigentes sindicales y de desplazados traicionados, de pequeños y medianos propietarios de taxis y buses, de jóvenes y mujeres que se rebelan con el orden que piadosamente defienden sus gobernantes! bajo la administración de Petro, Samuel, Lucho… como bajo la de Peñalosa.
Qué bueno sería conocer la estadística de la lucha de masas, bajo los gobiernos de «izquierda», pero eso no lo revelan a gritos los medios burgueses. Los desplazados burlados por Samuel y Clara López se tomaron El Puente Aéreo de El Dorado con Petro. El tropel se hace el deporte oficial de la juventud empobrecida de los barrios que apoyaron a los campesinos en el Paro Agrario; todo esto mientras Petro se reunía con los militares, para planear en Concejo de Seguridad, la represión en toda la ciudad y señalaba a los jóvenes de milicia paraca. El bloqueo se hizo la cotidiana reclamación en Transmilenio, reprimida a la fuerza por los demócratas en el poder, con saldo de muerto (sí, pasarán a la historia como la primera administración bajo la cual se asesina a un usuario indefenso en una estación de transporte por protestar legítimamente). Para tranquilidad de la burguesía, no les tembló la mano a los reformistas para reprimir a su pueblo, pero sepan que tampoco vaciló el pueblo para enfrentar a los reformistas.
Como se ve, el papel anestésico de los reformistas se desgasta tanto, que para la burguesía se hacen inservibles para contener la lucha de clases, detestables e igualmente inservibles para solucionar los problemas de las masas. Es muy positivo esto, no solo en Colombia, sino también con Tsipras en Grecia y con los bolivarianos en Venezuela, con Kirchner en Argentina y con Correa en Ecuador. Para los pisoteados, ya no hay diferencia entre la suela derecha y la izquierda del capital y su única salida son las vías de hecho, su organización, unidad y lucha directa, que debe ser un paso previo para organizar el asalto definitivo a la fortaleza enemiga. Porque el mal del capitalismo debe ser atacado de raíz. Esa es la solución.
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El adiós a la alcaldía y la avanzada de Petro hacia la presidencia, pomposo discurso que circuló por la redes sociales y que enredó en su nudos uno que otro pez ↩
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Boletin Tecnico POBREZA MONETARIA Y MULTIDIMENSIONAL Bogotá D.C., 9 de junio de 2015 ↩
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Por cada 5 ug/m3 de exposición a esas partículas aumenta en 7% el riesgo de muertes naturales y 18% por cáncer de pulmón. Con niveles de 28 ug/m3 los bogotanos tienen 35% más riesgo de «muerte natural» y 90% más riesgo de cáncer de pulmón. ↩
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El Estado y La Revolución, Lenin 1917 ↩
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Marxismo y reformismo, Lenin, 1913 ↩