«Hace un mes, en Vigía del Fuerte [Tumaco], se llevaron una niña de cinco meses, le cortaron la cabeza, le quitaron el corazón y le cortaron una extremidad…»; en octubre, la niña Génesis Rúa de 9 años fue estrangulada y carbonizada por un hombre con antecedentes de maltrato e intento de asesinato a su esposa en Fundación, Magdalena; en septiembre, el cuerpo de Eva Xiomara fue encontrado en el Humedal de Jaboque en Bogotá, asfixiada y luego desechada en el lugar; en Medellín, a finales de octubre, un taxista golpeó a una pasajera por quedarse dormida… noticias como estas son comunes, muchos son los reportados en los diferentes medios de comunicación, pero son más los casos no denunciados, ni por los medios ni por las autoridades, pues lo generalizado es el silencio por temor a lo que pueda causar. Noticias que van en aumento con el pasar de los días y con la agudización de la crisis del sistema capitalista, noticias que solo podrán disminuir cambiando el sistema.
Según las cifras de Medicina Legal presentadas por el periódico El Espectador el 24 de noviembre pasado, los casos de violencia contra la mujer aumentaron en 3,5% en el 2018 con relación al año anterior, los casos de violencia sexual aumentaron en 14,1% y los de violencia intrafamiliar en 3,6%. Las cifras son escandalosas: de enero a noviembre se habían presentado «103.481 casos de violencia de género, entre las que se destaca la violencia perpetrada por la pareja con 35.894 casos, seguida de la violencia intrafamiliar con 33.372 casos».
Por otros informes se sabe que de enero a octubre de 2018 se presentaron 175 casos de violencia sexual relacionados con la «violencia sociopolítica» (como es llamada formalmente la guerra contra el pueblo) un caso más que el año 2017 y sin culminar el año; en donde los miembros de las fuerzas armadas, policía, policía judicial y servicios de inteligencia fueron los mayores responsables con 65 casos; por miembros de un grupo de la delincuencia organizada 45 casos; y miembros de grupos alzados al margen de la ley 22. Igualmente, según indicó el Boletín N°16 Informe Especial de la Corporación Sisma Mujer de noviembre 25 de 2018, de 61 defensoras de derechos humanos, 45 reportaron ser víctimas de amenazas, 8 sufrieron algún ataque o atentado y 6 sufrieron violencia sexual. Y no sobra decir que esto es apenas una muestra, porque la violencia intrafamiliar o sexual, por compañeros o ex compañeros afectivos o familiares, no son reportados por el temor de recibir represalias o por la discriminación y la reacción de la sociedad al respecto, además que, y con mayor razón, no son tenidos en cuenta los casos de violencia psicológica y discriminación.
Obviamente el Estado tiene en cuenta formalmente todos estos hechos, y por ello la Ley 1257 de 2008 contempla prevención, protección, atención y sanción ante todas las formas de violencia contra la mujer en Colombia. Pero así como los derechos contemplados en la Constitución Política, como a la vida, a la salud, al trabajo, a la libre expresión y todos los demás, no son más que palabras consignadas en papel y arrojadas a la indiferencia; ya que en los hechos es otra la realidad que vive la sociedad, en especial la población más vulnerable como los niños y las mujeres. Es un hecho que después de 10 años en la que fue aprobada dicha ley, el único cambio observado es el aumento de manera aterradora de los actos de agresión contra la mujer en todas sus manifestaciones.
Seguro, más pronto que tarde, la clase obrera cumpliendo con el papel otorgado por la historia, dará vuelta al Estado actual, cambiará la situación no solo para las clases oprimidas sino para la mujer y la niñez mejorando sus condiciones de manera importante. La violencia contra la mujer no tiene remedio en un sistema basado en la explotación por más leyes que se hayan aprobado. Para la muestra un botón, los cambios drásticos que tuvo la situación de la mujer en las revoluciones en Rusia y China, no solo en cuanto a su participación en la producción y en la vida social y política, sino también a sus derechos y condiciones respecto a la familia y a su cuerpo.
En ese camino de transformar la sociedad, la mujer, como siempre, debe organizarse para enfrentar todos los abusos y excesos cometidos contra ella, porque no basta con esperar a que cambie el sistema o a que el mismo sistema capitalista generador de la violencia contra ella le resuelva estos problemas, debe preparase para ello. Como en otras épocas y en otros países, corresponde a la mujer organizarse para defenderse, tarea que se pone al orden del día con la agudización de la crisis del capitalismo y por ende con la agudización de todos los males que trae consigo.