El 16 de diciembre se aprobó la reforma al Código Electoral. La paridad de género en las listas para las corporaciones de elección popular fue la gran “victoria” acogida como un gran logro histórico donde supuestamente, las mujeres tendrán igualdad en la participación política; esto gracias a que ahora es ley que en las listas para elecciones, cada partido deberá garantizar que el 50% sean mujeres, principalmente en menos de la mitad del país que ya contaba con una cuota del 30%; para el resto del país que no tenía cuota de mujeres, empezarán a contar con el 30% de participación en las listas.
Con parágrafos y descripción de las sanciones a los partidos que no cumplan con la paridad en las listas, se aprobó la ley. Pero con esto, ¿se garantiza realmente la participación de la mujer en los asuntos del Estado? La respuesta para los comunistas es NO y he aquí algunas razones del porqué:
En primer lugar, la ley se aprobó únicamente para que cada lista quede con la mitad de mujeres, las cuales en general son usadas solo de nombre, pues bajo un Estado tan podrido como el capitalista, ¿qué garantía tienen las mujeres de esas listas de resultar elegidas? Cuando son los hombres del partido los que se “forman” en política, los que reciben la herencia de eternas familias que han estado en el poder, los que mandan y son dueños de sus partidos y utilizan el nombre de las compañeras secretarias o familiares que no tienen el propósito de hacer parte de campañas electorales, para rellenar las listas, sin ninguna intención de apoyarlas realmente para que participen en el establo parlamentario. Hipocresía es lo que destilan al posar como defensores de la igualdad para las mujeres.
En segundo lugar, participar en el Estado que oprime, persigue, asesina y desaparece a todos quienes se oponen a este sistema, no es ningún honor para las mujeres luchadoras. Tal vez lo sea para demócratas burguesas o representantes de la derecha, pero no lo es para las mujeres del pueblo, que sufren la doble opresión y explotación, en casa y en sus lugares de trabajo, no para las que perdieron a sus hijos y esposos en la guerra reaccionaria contra el pueblo, ni para las que pasaron a hacer parte de las cifras de feminicidio ante la mirada impávida de un Estado al que poco le importa la situación de la mujer, pues si se atreve a aprobar algunas leyes “que las favorezcan” es justamente porque algunas de ellas son las que se enfrentan a la misoginia de la instituciones y logran muy pocas veces, arrancar alguna migaja para las mujeres.
Pero, sobre todo, esta nueva ley NO GARANTIZA LA IGUALDAD DE LA MUJER, ni siquiera en las instituciones del establo parlamentario porque justamente este Estado, es el representante político de un sistema basado en la explotación del hombre por el hombre, en la desigualdad social, donde mujeres y niños llevan la peor parte. La ley de paridad es tan solo un eufemismo, una formalidad vacía usada para maquillar la pestilencia de un Estado podrido que nada bueno ofrece a las mujeres, que, por cierto, en no pocas ocasiones han tenido que soportar acoso y abuso sexual, chistes machistas, comentarios desobligantes y toda serie de ofensas que ofrece esta sociedad y que por supuesto se evidencia en el parlamento burgués.
Como lo ha explicado el Portal Revolución Obrera en varias ocasiones, la igualdad para las mujeres bajo el capitalismo, es una igualdad formal y jurídica, que está muy lejos de lo que lograron sociedades mucho más desarrolladas, como la Rusia y China socialistas.
Las mujeres no deben dejarse deslumbrar por el dizque “logro histórico” de la ley de paridad, porque ellas, sean amas de casa, obreras, secretarias, madres comunitarias, profesoras, campesinas, recicladoras o albañiles, cuentan con toda la capacidad de dirigir el Estado de obreros y campesinos, ese sí en favor de la igualdad real de las mujeres y del bienestar de los desposeídos. Aquí las espera su organización compañeras, es hora de desechar las ilusiones capitalistas y empezar a construir la realidad que merece nuestra clase.