«Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra».
Federico Engels
Con motivo del bicentenario del nacimiento de Carlos Marx se están escribiendo miles de artículos, y realizando y programando los más variados eventos. Frente a este gigante de la historia nadie puede ser indiferente y por ello las distintas clases se atrincheran para combatirlo o rescatarlo.
Los burgueses y apologistas de la explotación asalariada en una nueva intentona, por demás infructuosa, de invalidar las teorías que pronostican el hundimiento de su sistema y el advenimiento inevitable del socialismo, primera etapa del comunismo.
En su figura racional [la dialéctica], es un escándalo y un horror para la burguesía, porque abarca en la comprensión positiva de lo existente también y al mismo tiempo la comprensión de su negación, de su ocaso necesario, concibe toda forma devenida en el flujo del movimiento, o sea, también por su lado perecedero, no se deja impresionar por nada y es, por su esencia, crítica y revolucionaria. (Prólogo a la edición de El Capital, 1873).
Los pequeños burgueses y oportunistas lo alaban solapadamente en un nuevo esfuerzo por desechar las odiosas (para los señoritos) teorías que destacan al proletariado moderno como el artífice de la revolución que saldará las cuentas al capitalismo agonizante; a la necesidad de su Partido de combate, indispensable para dirigir la violencia revolucionaria de las masas, la guerra popular, que no dejará piedra sobre piedra del orden existente; a la necesidad de instaurar la temida por ellos, Dictadura del Proletariado, imprescindible para abolir la propiedad privada, las clases y las diferencias de clase. La médula del marxismo presentada por sus falsos amigos como errores que deben superarse.
Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases. (Carta a Joseph Weydemeyer, 1852).
Pero también los proletarios revolucionarios celebran jubilosos el nacimiento del hombre más influyente de la historia, cuyas teorías no tenían otro depositario que la clase llamada a superar la prehistoria de la sociedad humana. Y no puede ser de otra forma por cuanto Carlos Marx, uno de los grandes genios de la humanidad, fue junto con su entrañable amigo y camarada Federico Engels, el fundador de la ciencia clasista y práctica que ilumina la lucha del proletariado hoy convertido en un ejército mundial de sepultureros del capitalismo imperialista.
No le decimos al mundo: dejen sus luchas, son inútiles; nosotros les daremos la verdadera consigna de lucha. Simplemente le mostraremos al mundo por lo que verdaderamente lucha y la conciencia es algo que tiene que adquirir, aunque no quiera hacerlo. (Carta a Arnold Ruge, 1843).
Sin importar cuánto graznen los teóricos burgueses, pequeñoburgueses y oportunistas; sin importar las diatribas y las lisonjas de los justificadores y curanderos de la explotación, el capitalismo imperialista se mueve con la lógica descubierta y explicada por Carlos Marx en su obra cumbre El Capital cuya esencia solo puede ser captada por el proletariado a quien legó, junto con Engels, también el histórico Manifiesto del Partido Comunista donde se describen de forma magistral las contradicciones que llevan al proletariado a encabezar la revolución moderna y trazan sus tareas, en lucha contra los reformadores sociales.
Toda la obra de Marx es una crítica implacable a todo lo existente. Si los filósofos no han hecho otra cosa que interpretar el mundo, lo que se debe hacer ahora es transformarlo, sentenciaba, y a ello dedicó su vida entera. Si la historia de las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases, participó con pasión en ella del lado de la clase revolucionaria, desentrañando y enseñando a la clase obrera que la burguesía se distingue de las clases dominantes anteriores por simplificar los antagonismos de clase, dividiendo la sociedad cada vez más en dos grandes bandos hostiles, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente entre sí: la burguesía y el proletariado; una lucha cuyo desenlace solo puede ser la Dictadura del Proletariado.
El arma de la crítica no puede, por su puesto, reemplazar la crítica por las armas, una fuerza material tiene que ser vencida por otra fuerza material; sin embargo, la teoría se convierte también en una fuerza material en cuanto prende entre las masas*. (Contribución a la crítica de la Filosofía de Derecho de Hegel, 1844).
Conocedor de los grandes cambios históricos, Marx no esperaba milagros, sabía que el triunfo definitivo de la clase obrera solo podía alcanzarse después de una serie de revoluciones y de grandes derrotas. Por eso de las primeras tentativas proletarias de 1848 dice que si las revoluciones anteriores tenían necesidad de reminiscencias históricas para disimular su propio contenido, la nueva revolución debía dejar que los muertos enterraran a sus muertos: «Las revoluciones proletarias se critican a sí mismas constantemente».
Hoy, contrariando la algarabía de los imperialistas y reaccionarios sobre la supuesta muerte del comunismo y el fracaso del socialismo, el mundo está maduro para la revolución y las grandes experiencias de la clase obrera, sobre todo la síntesis de las derrotas en la Unión Soviética y China, han enriquecido la doctrina del marxismo, transformándolo en Marxismo Leninismo Maoísmo, teoría íntegra y exacta que le permite al proletariado de todos los países armarse para la próxima y definitiva toma del cielo por asalto.
Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. (Manifiesto del Partido Comunista, 1848).