La presente denuncia fue enviada al periódico Revolución Obrera por un obrero afectado por la tragedia del derrumbe en Copacabana, en ella expresa su dolor e indignación, no solo por la muerte de su joven sobrino, sino por el conjunto de las víctimas.
LA AVARICIA DEL CAPITALISMO MATÓ A NUESTROS MUCHACHOS
El miércoles 26 de octubre, a las 8 a.m. en la cantera Las Nieves de la vereda El Cabuyal, del municipio de Copacabana perteneciente al departamento de Antioquia, se presentó el trágico derrumbe que acabo con la vida de 17 personas.
Aquel día, en la Compañía Agregados y Proyecto Mineros de Antioquia estaban nuestros muchachos comenzando sus labores, ellos, hijos de campesinos y obreros, jóvenes del estrato 1 y 2, a los que sus condiciones de pobreza les obliga laborar en cualquier parte del país, fueron las víctimas de la avaricia de los capitalistas, aquellos que no les importó sacrificar vidas obreras en aras de no parar la explotación de la cantera, ya que sus ganancias serían afectadas.
Se vino la montaña vencida, deteriorada, saqueada de sus recursos naturales, talada por el explotador capitalista, sepultando a nuestros jóvenes que apenas comenzaban a vivir. No les advirtieron que la montaña estaba en sus últimos suspiros, en riesgo inminente, no los habían entrenado por si se presentaba algún riesgo y el cómo defenderse, la salud ocupacional no apareció con antelación para ilustrarlos y mucho menos los de riesgos profesionales para advertirles de que a este lugar no podían entrar. El riesgo estaba a simple vista, cosa que lo sabían las autoridades locales de Copacabana, junto con los dueños de la mina explotadora Agregados y Proyecto Minero de Antioquia.
Esta era una tragedia anunciada: Albeiro Rendón, geólogo e Ingeniero de la Universidad Nacional de la Facultad de Minas de la ciudad de Medellín, expresó que existen gran cantidad de documentos y estudios donde se comprueba que las montañas o laderas de la ciudad de Medellín, no son aptas para la urbanización y mucho menos para el funcionamiento de la explotación de canteras. Ya que estos terrenos son demasiados rocosos y sufren fracturación sumado a las pendientes tan altas que las conforman. Los vecinos de esta localidad ya se habían pronunciado sobre los riesgos que a diario vivieron durante dos años y las denuncias del Personero a la alcaldía, se quedaron sin respuesta hasta el día de hoy. La tragedia, las muertes y la miseria del pueblo no le importan a los grandes explotadores y capitalistas de este país.
El vice-presidente Vargas Lleras, Luis Pérez Gutiérrez Gobernador de Antioquia y Federico Gutiérrez Alcalde de Medellín, visitaron el lugar, y expresaron que había que “investigar” para ubicar los responsables, así de simple; y los medios de comunicación se dedicaron a mentir y a camuflar la verdad, diciendo que el dueño tenía licencia y que el derrumbe lo había motivado la lluvia. Cuestión profundamente falsa, porque en realidad a nuestros muchachos los mataron los dueños de la compañía y las mismas instituciones estatales que otorgan licencias sin verificar constantemente las normas de seguridad y que en este caso se hicieron los de la vista gorda para dejar impune la muerte de los trabajadores.
La montaña la derribaron los explotadores de los recursos naturales y de los obreros. Habían cortado la montaña para hacer carretera, le habían cavado la base, la talaron arrancando los árboles y sus raíces, la dinamitaron con ANFO para sacarle la roca. Pero la hipocresía del capitalismo no da asomo de vergüenza ni de dolor cuando de defender su ganancia se trata, inclusive a costa de la sangre y la muerte de los obreros. Ocho días de espera tuvieron varias familias en medio de llanto y dolor. Las labores allí fueron lentas para el rescate de las víctimas, porque la preocupación que primaba, era la de despejar la vía Medellín Bogotá, porque a los dueños de los 300 mil carros de carga atrancados por el derrumbe perdían en promedio cada uno, mil quinientos millones de pesos diarios. Además, ese fin de semana tenía que estar despejada la vía, para que los ricos y empresarios pudieran salir a sus mansiones de descanso. También les preocupaba que el peaje dejara de recibir una gran millonada.
El movimiento de escombros había que hacerlo con mucha cautela, para que la tierra allí removida, no volviera a taponar la vía de nuevo. Los jóvenes, como eran hijos de obreros y campesinos no importaba que murieran asfixiados si hubiesen quedado vivos; si hubiese un familiar de algún rico, empresario, banquero o burgués allí tapado, el rescate no hubiera demorado ocho días, sino dos o tres y hubieran pedido más ayuda y más maquinaria para el rescate.
El capitalismo sigue acabando con la naturaleza (ríos, quebradas, montañas, humedales, vegetación y fauna) y con los humanos como los jóvenes asesinados en la cantera Las Nieves o los niños Wayuu de la Guajira. Todo esto cambiará, cuando este sistema rancio y podrido haya desaparecido y el pueblo sea el que gobierne y no unos pocos depredadores de la humanidad.