En Revolución Obrera 436 se publicó un artículo titulado «Coca-Cola España y el qué hacer hoy en Colombia» donde se ilustró que «un grupo de obreros de la planta de Fuenlabrada, apodados los ‘espartanos’, dieron ejemplo de lucha persistente que por encima de la política conciliadora, levantando la cabeza y movilizándose contra el plan de recortes, obligando a la empresa y al Estado español, a través de múltiples acciones, al reintegro de la mayoría de dicha planta. En una próxima entrega, veremos sus enseñanzas.»
En este número retomamos el tema como se comprometió, con muy oportunas lecciones que hoy los obreros de Coca-Cola en Colombia deben asimilar ante la batalla de despidos masivos y cierre de las plantas que les imponen los capitalistas respaldados por su Estado opresor.
En enero de 2014 se libró el primer combate en la lucha por el trabajo en España, por parte de los obreros de Coca-Cola. Ya la empresa imperialista había anunciado el plan de despidos masivos y en diciembre se concretaron 2000 de ellos a nivel mundial.
Los obreros en Europa enfrentan el problema de la aristocracia obrera en centrales como CCOO y la UGT españolas, que todo el tiempo por arriba frenaron la lucha independiente y revolucionaria, esperanzando en que las gestiones de sus representantes evitarían despidos en el país, máxime en un momento en que la empresa obtenía 900 millones de euros de ganancia.
El 22 de enero de 2014 se ejecuta el planificado golpe y de un solo tajo 750 obreros fueron despidos, 500 destinados a reubicaciones y 300 a jubilaciones anticipadas en 4 plantas (Madrid, Alicante, Palma de Mayorca y Calloto). A pesar de los discursos tranquilizadores de las directivas sindicales de CCOO y UGT, que les habían dicho que eran imposibles los despidos y cierre de las plantas, la realidad era otra. Muchos, todavía aturdidos, no podían creer lo que veían.
¿Dónde estaban las centrales que juraban que los patrones no se atreverían? La primera semana no aparecen. Cuando la única salida exigía la solidaridad inmediata de las otras 7 plantas, las directivas se esconden. Una huelga de solidaridad en ese momento derrumbaría la producción y obligaría a Coca-Cola a retroceder. Pero los dirigentes de las centrales obreras españolas, no acuden al auxilio de sus desesperados afiliados ¿Cómo puede justificarse ésto? A pesar de tener los recursos ¡No se podía contar con el respaldo de los dirigentes para hacerle frente a la patronal! Son las bases quienes tienen que hacerlo. Rápidamente tratan de coordinar una acción conjunta entre los afectados y sus compañeros de base de los sindicatos de las demás ciudades para convocar asambleas inmediatamente.
En declaraciones a los medios, los sindicatos de base anunciaron su campaña de lucha, que como fantasma asustaba a los capitalistas españoles, alarmados ante el crecimiento del desempleo y el hambre que invadían el país, agudizada con la crisis económica mundial. La idea era golpear a la empresa en donde más le duele: la ganancia y al Estado en una lucha política de denuncia ante el abandono y la complicidad con los planes de la empresa imperialista. Un grupo de activistas toma el liderazgo y se lanza a tomarse las instalaciones de inmediato para evitar que se saque la maquinaria de las plantas cerradas y que entren esquiroles a producir. El 100% de los trabajadores afectados les apoyan. Activistas recorrían las calles de Fuenlabrada agitando y repartiendo folletos entre los vecinos de la zona industrial: «necesitamos concientizar a la ciudadanía de la gravedad de este cierre» y pedirles «que les apoyen la movilización desde la planta de Fuenlabrada a la Puerta del Sol». La actividad de los compañeros creció, como leña seca que comienza a arder incendiando en un abrir y cerrar de ojos a provincias enteras.
A la semana de los despidos la empresa de Coca-Cola en Madrid estaba totalmente parada. Tanto en la planta de Fuenlabrada como en la de Las Mercedes (Madrid capital), ni un solo obrero fue a trabajar. La base estaba unidad por la defensa de sus puestos de trabajo y ante esto la táctica de «divide y reinarás», no funcionó. La lucha social encabezada por los obreros y sus familias continuó, desplazándose a los templos del todo poderoso fútbol español. El estadio del Real Madrid y del Rayo Vallecano, justo antes importantes partidos, fueron inundados con panfletos, consignas y discursos. De las acciones de agitación social no escaparon ni los hospitales, centros comerciales, bares donde se concentran trabajadores, etc. Las brigadas de agitación y propaganda fueron claves en esta eficaz labor. El Estado fue puesto como cabeza de esta tragedia social y la empresa quedó tan desprestigiada con su marca, que se hizo práctica la consigna: «En Madrid no se fabrica, en Madrid no se consume» (campaña que tumbaría el 40% las ganancias de los capitalistas en el 2014).
Las otras 7 fábricas de la empresa en el país estaban llamadas a entrar a huelga de solidaridad. Una lucha donde Iberian PArtner, representante de Coca-Cola en el país, no se iba a quedar quieta.
El respaldo incondicional a los «espartanos» peleaba contra la fuerza del patronalismo. Al final, se logró un importante compromiso de paros parciales de dos horas al inicio de cada turno, dos días a la semana, que serían una potente palanca para respaldar las tomas de las plantas de Alicante y Fuenlabrada (Madrid). Seguramente Coca-Cola hará un cierre gradual para impedir la unidad de todos los obreros a nivel nacional en Colombia, pero la solidaridad que practicaron los obreros españoles es un ejemplo para proteger el trabajo de todos. Es necesario desde ya crear los comités de base que empiecen a trabajar en la propaganda y agitación, aislar las posiciones concertadoras y conciliadoras, así como vencer la fe supersticiosa en el Estado de los explotadores. De dicho ente no vendrán decisiones imparciales que harán justicia. Los tribunales internacionales, la Corte Suprema de Justicia, los jueces y abogados… todos, actúan como agentes del capital. Los obreros se tendrán que movilizar por sus propios medios, valiéndose de la solidaridad nacional e incluso internacional como lo han enseñado los obreros de GM Colmotores en Bogotá.
Estos son los suplicios que deben padecer los obreros después de dar lo mejor de sí para una empresa imperialista. Por esto solo la emancipación del trabajo solo será posible si se derrota todo el poder del capital en Colombia mediante la revolución socialista. Y un respiro verdadero vendrá en lo inmediato, si el pueblo trabajador se une en contra de los explotadores en huelgas económicas y huelgas políticas de masas, por la defensa de sus reivindicaciones más sentidas.