
En la reunión del 21 de noviembre de la Comisión Nacional de Concertación de Políticas Salariales y Laborales, el Ministro de Trabajo Antonio Sanguino trajo a colación el estudio de la OIT sobre «Salarios para ingresos vitales» donde tal organización argumenta la necesidad de establecer un salario mínimo mensual de 3 millones de pesos para garantizar una vida digna a los asalariados y sus familias. El 25 de noviembre circuló un video del empresario Carlos G. Fajardo, socio y consultor de la empresa Buenanzas, donde argumenta que la propuesta de la OIT coincide con la de él aunque con argumentos distintos. Dice, este «buen» empresario y asesor de negocios que desde hace meses ha propuesto un salario mínimo mensual para Colombia que se equipare al promedio de la OCDE el cual se encuentra en mil dólares, es decir, entre $3.800.000y $4.000.000.
Los argumentos del Ministro y del burgués Fajardo fueron respaldados por el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Fabio Arias, a la vez que todos ellos coinciden en que esa es una meta por alcanzar; es decir, no es un asunto inmediato y urgente sino un referente para invitar a los gremios de los capitalistas en la farsa de negociación a no oponerse al aumento del 10, 8 % anunciado por el gobierno.
Pues bien, aunque la cifra de la OIT obedece a un estudio de los gastos básicos de una familia según la Encuesta Nacional de Hogares del Dane (de ahí deduce lo de digno), Fajardo realmente está pensando en los negocios, reconociendo que un salario mayor impulsa la competitividad internacional, el consumo y el ahorro, y no porque sea de la Colombia Humana, amigo de Gustavo Bolívar o de la «izquierda» como vociferan los uribistas.
En efecto, un salario mayor obliga a los capitalistas a invertir y a modernizar la producción («impulsar la competitividad internacional»); también impulsa la «demanda interna» no solo de fuerza de trabajo (disminuyendo el desempleo) sino, de mercancías en la medida en que eleva el poder adquisitivo de los salarios; a la vez que permite, en algunos casos, el ahorro. En resumidas cuentas, un alza del salario mínimo que alcanzara los $3.800.000 solo estaría retribuyendo el valor real de la fuerza de trabajo; es decir, garantizando la producción y reproducción de la familia obrera, sin abolir la explotación ni la ganancia de los capitalistas, la cual solo se vería disminuida.
Algo que llama la atención en este debate es que un buen negociante como Fajardo llame a «una gran movilización nacional en Colombia» para alcanzar la meta de un salario mínimo mensual de $3.800.000, mientras que los supuestos representantes de los trabajadores, los jefes de las centrales sindicales cumplen dócilmente su papel de bufones en la farsa de la negociación para no ofender a los voraces explotadores que siguen felices pagando salarios de hambre.
La polémica de estos días sobre las declaraciones de la OIT y Fajardo sobre el salario mínimo constata la denuncia que han hecho los comunistas sobre las condiciones de superexplotación en que se encuentran los proletarios en Colombia, a la vez, que pone de presente, las limitaciones del reformismo para decretar un salario que tan siquiera garantice el sostenimiento de los asalariados y sus familias. Aun así insisten desde el «Gobierno del Cambio», que Colombia necesita más capitalismo, es decir, más explotación capitalista, cuando la realidad muestra la urgencia de acabar con la esclavitud asalariada.





