Los capitalistas con anuencia del Estado están destruyendo las zonas naturales dedicadas a la minería y enfermando a los habitantes y a sus futuras generaciones. Colombia es el segundo país que más contamina con mercurio en el mundo, después de China, al liberar al medio ambiente 185 toneladas anuales de dicho elemento. Ejemplo de ello es lo que está sucediendo en las zonas mineras de oro de El Bagre, Zaragoza, Remedios y Segovia en el departamento de Antioquia. Según un estudio realizado por el docente Carlos Federico Molina Castaño del Tecnológico de Antioquia, se detectó la presencia de mercurio en la leche de las mujeres lactantes, como también en el 50% de los niños que viven en esas zonas de explotación minera. Esas áreas son habitadas principalmente por campesinos, comunidades indígenas y negritudes, muchos de estas últimas viven en condición de proletarios que le venden su fuerza de trabajo a las empresas mineras. La contaminación con mercurio les causan alteraciones en el sistema nervioso como retraso mental, temblores e impotencia, pues el mercurio acaba en el cabello o acumulado en peces y alimentos como arroz, maíz, verduras, entre otros. Al final pasa a la leche materna y se transfiere a los niños cuando son amamantados.
El mercurio en la minería es usado para purificar el oro en un proceso llamado amalgamiento. Dicho elemento contamina y modifica las poblaciones de aves, peces y moluscos sobretodo, al igual que los acuíferos y zonas boscosas. En el ambiente el mercurio se transforma en metilmercurio, que es altamente tóxico y bioacumulable en la cadena alimentaria, lo que se traduce en depredación de la naturaleza y gravísimos daños en la salud de las masas, principalmente en los ríos del Pacífico, en la parte baja de los valles de los ríos Magdalena y Cauca, y en la Amazonía. El Instituto Nacional de Salud —entidad del Estado burgués— tiene registro de 1126 casos de intoxicación entre el 2013 y el 2015. Las poblaciones más vulnerables son los bebés, los niños y las mujeres embarazadas, en las regiones de Antioquia, Chocó, Córdoba, Sucre y Bolívar.
La consecuencia del uso desproporcionado del mercurio en la minería, a manos de los capitalistas que se lucran de la explotación y comercialización del oro principalmente, es la propagación de la enfermedad del Minamata, que degenera el sistema nervioso, con convulsiones, ceguera, sordera y lesiones cerebrales a causa del envenenamiento por mercurio. Las madres y sus bebés son los principales afectados por la contaminación que provocan los parásitos que viven a costa de superexplotar y a los cuales no les importan las graves enfermedades que les causan a las masas trabajadoras, pues su único interés, es acumular más ganancias a costa de depredar la naturaleza y de envenenar a los obreros que ven como su prole nace cada vez más enferma y débil por causa de la manipulación del mercurio.
Para el Estado la solución fue suscribir en 2013 el Convenio de Minamata sobre mercurio, el cual fue ratificado por 31 países en cada uno de sus congresos, cosa que los representantes en el Estado de la burguesía y los terratenientes del país aún no han hecho; es decir, ni siquiera han completado la formalidad burguesa de ratificar un convenio que al final no va a arreglar esta terrible situación, pues el apetito voraz de los parásitos capitalistas y terratenientes por acrecentar sus ganancias y la renta extraordinaria del suelo, será mayor que cualquier papel que firmen con sus socios imperialistas. De aprobarse en el Congreso dicho convenio, entraría a aplicarse desde el 16 de agosto de 2017, cosa que no sucederá, pues en menos de un mes es casi imposible que los parásitos que legislan en el parlamento, aprueben y ejecuten dicho convenio. A lo máximo que llegó el Estado asesino, que sabe de los miles de casos de intoxicación con mercurio y sabe de las terribles enfermedades que esto le ha traído a las familias que viven de la minería, fue a aprobar la ley 1658 de 2013, sobre normas para la comercialización y uso del mercurio, que según la legislación de los ricos «busca reducir gradualmente y eliminar el uso del mismo en la minería en todo el territorio nacional en el 2018 y en el 2023 de todos los procesos industriales y productivos».
Esta es una muestra de que el capitalismo es un sistema devorador de hombres, pues mientras se aplica esa ley como parte del convenio internacional, mueren miles de personas a causa del uso del mercurio en la minería, sin contar los cientos de miles de enfermos de por vida que genera dicho método de refinación en la minería. Además la aplicación de la ley 1658 tampoco es garantía de que se eviten este tipo de tragedias para las masas y la naturaleza, pues por más buenas intenciones que tengan los legisladores en el establo parlamentario, en esta sociedad siempre estará la ganancia al mando y por lo tanto los monopolios impondrán su voluntad para que no se vean afectadas sus ganancias y ante esto el Estado burgués, terrateniente y pro imperialista siempre ha actuado como socio y representante de los dueños del capital, ejerciendo su poder en contra de las masas laboriosas y de la naturaleza.
El capitalismo destruye las únicas dos fuentes de riqueza de la sociedad: la fuerza de trabajo y la naturaleza. Por eso este sistema económico debe ser destruido por medio de la violencia revolucionaria de las masas para detener cuanto antes, tanto la degradación física y espiritual de los obreros y campesinos, como la depredación voraz de la naturaleza. Se necesita la lucha organizada de estas comunidades para detener esta situación a la que están siendo sometidas por los parásitos capitalistas. Otro tipo de Estado es necesario, el Estado de Obreros y Campesinos, el cual según el Programa para la Revolución en Colombia de la UOC (mlm) debe «prohibir la utilización directa o indirecta de la atmósfera, ríos, lagos, arroyos, aguas subterráneas, y de la tierra y el suelo para introducir o arrojar desechos o desperdicios agrícolas, mineros o industriales, aguas negras o servidas, humo, vapores, emanaciones y sustancias nocivas y tóxicas para las masas, la fauna, la flora y los recursos naturales.” Esta será la única garantía de que el imperialismo no vaya a destruir el planeta y las futuras generaciones proletarias.