En los últimos días se recrudecieron las masacres en el país, las cuales tienen en común que fueron dirigidas contra niños y jóvenes que habitan zonas dominadas por el narcotráfico y sus bandas armadas. Estudiantes que van a entregar sus tareas, jóvenes que se reúnen a departir en una casa, indígenas cuya cotidianidad es sobrevivir en la zozobra del campo de la guerra que no les pertenece, muchachos que viven en barrios donde no llega siquiera la pésima educación oficial, ni los servicios públicos, ni la ficción del “trabajo para todos”. El conteo, los nombres de las víctimas, los sitios y las fechas de estas masacres ya son conocidos por todos. La guerra contra el pueblo, esa que las clases dominantes dijeron acabar con la firma de un papel o que iban a terminar con la mano firme, es la culpable de los muertos que hoy lloran millones de hombres y mujeres en Colombia. La dura y triste realidad es que tal guerra continúa y se recrudece bajo el mandato del sub-presidente Duque, bajo el cual las masacres nuevamente se dispararon.
Condenamos el asesinato de los jóvenes en diferentes partes del país, que tienen como común denominador que son zonas en disputa por distintos grupos armados que trabajan para carteles mafiosos. Condenamos la complicidad del Estado de los ricos que usa sus fuerzas armadas para exterminar al pueblo como en el caso de los jóvenes asesinados en Cali, donde la Policía junto con la guardia privada del cañaduzal asesinó a esos humildes muchachos. Repudiamos la hipocresía del régimen mafioso de Uri-Duque, cuyo sub-presidente posa como presentador de noticias todos los días para ofrecer recompensas y equipos “élite” de investigación, mientras su régimen administra los negocios de la burguesía y los terratenientes, y sus fuerzas armadas legales e ilegales ejecutan el terrorismo de las balas contra el pueblo. Llamamos al pueblo a levantarse contra la campaña de terror desatada por los ricos y los monopolios asesinos, la cual es ejecutada con odio y saña por parte de las fuerzas armadas oficiales y los ejércitos al servicio de la mafia que aprovechan la pobreza y el abandono estatal para condenar a los jóvenes y comunidades a ser eslabones de la cadena del narcotráfico.
Mientras los monopolios, auspiciados por el imperialismo, le inyectan millones de capital a la guerra contra el pueblo, mientras los jefes politiqueros de la pequeña burguesía se culpan entre sí por no haber impulsado unos u otros candidatos, o por haber optado por el voto en blanco en época electoral… las familias obreras y campesinas pobres ponen los muertos y desplazados en una guerra reaccionaria, ajena a sus intereses.
Por encima del dolor el pueblo sigue en pie de lucha; y a pesar de la muerte saca fuerzas desde la profundidad de sus entrañas manifestándose en redes sociales y en las calles contra la matanza y el olvido estatal. Se hace necesario detener las masacres organizando la lucha generalizada y directa de las masas populares.
La lucha contra la guerra reaccionaria, contra el terrorismo de Estado hace parte de la lucha del pueblo por conquistar las reivindicaciones inmediatas necesarias para evitar su degradación física y espiritual, y eso se puede conquistar organizando el Paro General Indefinido en el campo y la ciudad. Además, es urgente crear grupos de choque y guardias populares que protejan la vida del pueblo. El Estado y los capitalistas están asesinando a los hijos del pueblo, ¡y no lo podemos permitir! Apremia organizar la rebelión de los explotados y oprimidos no solo para detener las masacres, sino para destruir de raíz el sistema capitalista que sostiene el estado de muerte generalizada que hoy se revive en el país.
Por nuestros muertos, ¡ni un minuto de silencio, toda una vida de combate!