Cúcuta se encuentra a tan solo unos minutos en bus de Venezuela, y por estos días, tras 4 años de ausencia, volví a visitarla. Para mí fue sorpresivo lo que vi y quedé bastante consternado frente a la situación que vive esa pequeña ciudad, antaño sostenida por el comercio y la pequeña producción, y hoy convertida en un poblado miserable y sin ninguna perspectiva. Solo duré algunos días y tras palpar el ambiente y las personas me dio la impresión de que todos los males y padecimientos humanos se habían concertado para azotarla.
En Cúcuta la temperatura ronda por los 40 grados centígrados, una ciudad con un clima desértico, el sol es abrasador y sofocante, para mí ya es imposible trabajar a la intemperie sin sufrir un golpe de calor; el cambio climático y la crisis ambiental es perfectamente sentida en la ciudad.
Pero aun peor es el panorama social; tras un breve sondeo, de las 10 primeras personas que escuché en la terminal de transportes, 7 eran venezolanos que vivían del rebusque, es decir, vendedores de confites, cigarrillos, cerveza, agua y toda especie de cachivaches; tal panorama se repite en todos los rincones de la ciudad, y no solo los vendedores informales abundan de norte a sur, sino también muchos venezolanos que van casa por casa pidiendo dinero, comida o agua.
La cantidad de venezolanos que viven en la calle es incalculable a simple vista. Todos los parques y gran parte del espacio público se han convertido en baño de estos “pobres” hermanos que hacen sus necesidades en la calle. En tal situación por la ciudad corre un sentimiento de “fastidio” hacia los venezolanos, y aunque no es generalizado, sí es atizado por los más reaccionarios politiqueros locales que siguen los lineamientos de preparativos para una eventual guerra con Venezuela.
En Cúcuta se suman las crisis sociales de dos países; la de la propia ciudad y la de los inmigrantes del país vecino, por tal motivo en las calles abunda el lumpen; por ejemplo, la ciudad se ha convertido de la noche a la mañana en primera con los mayores índices de VIH y enfermedades de transmisión sexual de Colombia, la prostitución se ha generalizado como nunca antes se había visto en su historia, incluyendo lamentablemente la prostitución infantil. Los ladrones se han convertido en verdaderos azotes de los cucuteños, en mi “cuadra” por lo menos 8 personas han sido hurtadas por el lumpen “venezolano” en un lapso de tiempo muy corto, a una casa vecina han ingresado a robar en 3 ocasiones, la ciudad y los barrios populares en donde la respuesta policial es irrisoria son verdaderos “atracaderos”. La crisis social no solo se manifiesta en el lumpen, sino también la clase obrera se descompone material y moralmente, el desempleo y la miseria golpea duramente a las masas trabajadoras; muchos de mis amigos de infancia, quienes se habían dedicado toda su vida a los pequeños talleres de producción de calzado, viven en constante desempleo, “aguantan hambre”, pues trabajan solo por meses al año; muchos se han descompuesto y han caído en las drogas, otros, han sufrido de terribles enfermedades y al no estar afiliados al sistema de salud, han llegado incluso a morir de enfermedades “curables”.
Ninguna perspectiva y esperanza se perfila bajo este sistema para la ciudad. La respuesta del Estado es nula, las ayudas y la “beneficencia” para los venezolanos que más padecen, a la postre es igualmente nula, pues caen bajo las garras de la corrupción. La corrupción de los dos países también parece sumarse para acabar con lo poco que queda de la ciudad.
Las clases dominantes permiten a los inmigrantes venezolanos por razones económicas y políticas, la inseguridad no les incomoda ya que en los barrios ricos y en las quintas de los terratenientes existe seguridad privada y la respuesta policial es rápida. Económicamente las clases dominantes de toda Colombia se benefician de la explotación de mano de obra venezolana que les sale muy barata, igualmente el incremento de la competencia entre los trabajadores les permite aumentar el ritmo de trabajo y la superexplotación, el aumento del ejército industrial de reserva (desempleados), además les facilita rebajar salarios.
La guerra reaccionaria por la lucha de los psicotrópicos se ha disparado en el Catatumbo. Pelusos, ELN, disidencias de las FARC y Paramilitares (Rastrojos) convirtieron la región en una zona de guerra; un punto estratégico en el mapa por ser productor de coca y fronterizo. La guerra también se percibe en los movimientos de los ejércitos de los dos países, ya que se muestran constantemente las armas y mantienen un estado constante de guardia y vigilancia que generan zozobra.
Aparentemente no hay ninguna salida para la ciudad, es como si el castigo debiera sufrirse por algún designio divino. Sin embargo, en medio de la terrible situación, de la crisis social y la podredumbre oficial, de la tragedia que azota la ciudad, se presentan atisbos de conciencia y los obreros de avanzada confirman que solo un cambio radical, una revolución social que impulse una lucha frontal, decida y prolongada puede cambiar de raíz la situación. Comprenden en toda su extensión la necesidad de dotar al proletariado de un Partido auténticamente revolucionario para desatar una revolución socialista a través de una Guerra Popular; tanto aquí en Colombia como en Venezuela para acabar con el festín macabro de las clases dominantes colombianas, y con la farsa del “Socialismo del Siglo XXI”, comenzando por rescatar la ciencia del marxismo y desechar la mentira de la “revolución bolivariana” que ha demostrado ser en la práctica una catástrofe de enormes proporciones sociales, pero útil y eficaz para garantizar los intereses de los ricos venezolanos ligados al chavismo y defensores de las ganancias de los imperialistas rusos y chinos.
Un camarada.