Denunciamos al podrido Estado burgués-terrateniente por el deplorable estado en que se encuentran los presos en Colombia y que agravan su situación en medio de la pandemia por el COVID-19. Y obviamente no nos referimos a los criminales de estrato 6 que gozan de innumerables beneficios en sus celdas como televisores HD, videojuegos, fiestas y bacanales con los guardias y prepagos incluidas, visitas sin control o registro, alimentación tipo buffet y demás ¡No!
Nos referimos a los hombres y mujeres del pueblo que han caído en una cárcel y que tienen que pasar mil dificultades junto a sus familias para sobrellevar de la mejor forma dicha situación. Nos hacemos voceros de las denuncias que desde las mazmorras hacen miles de personas que no son tratadas como tal por las fuerzas represivas del Estado de los ricos. Hacinamiento del 53% a nivel nacional, falta de agua potable las 24 horas del día, plagas al interior de las cárceles como ratas o palomas, miserables condiciones de aseo en zonas comunes, una alimentación paupérrima que baja las defensas inmunológicas de los detenidos, falta de medicinas y de médicos en los penales, son algunas de las denuncias que hace el Movimiento Nacional Carcelario.
Denunciamos el gravísimo peligro que corren las personas privadas de la libertad al no haber control sobre la entrada y salida del personal del Inpec y de los trabajadores de las cárceles, siendo posibles portadores del COVID-19 que encontraría un caldo de cultivo perfecto entre la población carcelaria hacinada y desnutrida, siendo las mujeres embarazadas, lactantes y los detenidos de edad avanzada los más vulnerables ante esta situación. Hoy, la Pandemia pone de relieve un problema histórico y permanente del capitalismo, que mantiene en un hacinamiento inhumano a la mayoría de presos, y que jamás ha tomado ni tomará en serio resolver este problema, por no tener las cárceles como verdaderos centros de rehabilitación, amplios, en zonas especiales, higiénicas y con suficiente infraestructura, productivas y de reeducación y resocialización, etc; con lo cual haría muy fácil protegerlos frente al coronavirus.
Respaldamos la justa rebelión de los prisioneros para presionar por la fuerza mejores condiciones de salubridad porque está en riesgo la vida de miles de personas por culpa de un Estado que poco o nada se interesa por el bienestar de los presos del pueblo y al que no le bastan las órdenes judiciales que desde 1998 denominaron como «estados de cosas institucionales» lo que sucede en las cárceles.
Al no existir esta política estatal, no queda más que exigirle al gobierno la descongestión inmediata de los centros de reclusión, enviando rápidamente a condición de detención domiciliaria a una parte de la población carcelaria, coordinada y aceptada voluntariamente por sus familias, con un trato rápido y privilegiado a las mujeres embarazadas, a los presos adultos mayores, a los enfermos que serían presa fácil del virus, manteniendo claro está el criterio de no darle salida a los criminales que sean un peligro para la sociedad y su entorno familiar; a los cuales se les debe proporcionar su seguridad en condiciones de aislamiento en los centros de reclusión y habilitando rápidamente nuevas instalaciones dentro de la ciudad o en zonas rurales; exigir el aprovisionamiento de todos los materiales necesarios para su protección.
Es hora de organizar la resistencia desde las prisiones, los presos revolucionarios deben elevar el nivel de comprensión de sus compañeros de patio sobre el carácter de este podrido Estado, pues no basta con exigir mejor comida o más tiempo al sol. Es necesario ampliar las miras de los hombres y mujeres que hoy se encuentran privados de la libertad estudiando marxismo-leninismo-maoísmo y la realidad nacional e internacional. Las cárceles son trincheras desde donde el pueblo se prepara y combate contra el Estado burgués para destruirlo e instaurar el futuro Estado de obreros y campesinos, bajo el cual las cárceles serán verdaderos centros de resocialización que permitan la reeducación por medio del trabajo y el estudio, para que los presos lleguen a ser útiles a la sociedad; y no seguir siendo centros de concentración en los cuales las personas que allí entran se degradan social, física y moralmente como sucede hoy en día bajo el capitalismo.
Un comentario