El pasado 7 de agosto se cumplieron dos años del régimen uribista del títere Duque. Uno de los balances que se pueden hacer, son las masacres – entendidas estas como el asesinato simultáneo de tres personas o más según la ONU- que se incrementaron en un 30% en los primeros dos años de la presidencia de Duque. Según la misma institución, en el 2019 se presentaron 36 masacres que dejaron 133 muertos, fue el año con más casos desde el 2014, año en el que registraron 5 con un saldo de 51 muertos.
Las masacres, ejecutadas principalmente por grupos paraestatales, confirman que la guerra reaccionaria por la renta extraordinaria de la tierra no ha cesado, que la guerra contra el pueblo continúa y que este régimen terrorista arremete violentamente contra las masas populares con tal de garantizar los negocios del narcotráfico y la minería ilegal, entre otros, permitiendo que la mafia, que hoy se encuentra al frente del poder del Estado pueda realizar sus negocios y los monopolios sus megaproyectos.
Como balance del régimen uribista de Duque en sus primeros dos años, se concluye que ha arreciado la guerra contra el pueblo, que el terrorismo de Estado lo han ejecutado por medio de los “nuevos” grupos paramilitares y eso, sin contar la violencia ejercida por las fuerzas militares del Estado de los ricos que desde la legalidad desplaza y masacra campesinos, como sucede regularmente en los sembrados de coca, donde trabajan cientos de familias que se ven obligadas a hacerlo para poder subsistir y que caen muertos o heridos por las balas estatales, mientras los grandes capos legislan desde el nauseabundo Congreso.
La burguesía mafiosa ordena las masacres en el campo, desde los clubes de las grandes ciudades para apuntalar su poder en las regiones, a las buenas o a las malas, y esto significa muerte para las masas desarmadas, todo ante los ojos cómplices del Estado y el uribista régimen paramilitar.
El pueblo ya no aguanta más masacres, más ruina y destrucción por parte del Estado mafioso hoy al mando del títere Duque. Ya bastante ha aguantado desplazamientos forzados, muertes y enfermedades a raíz de la guerra contra el pueblo. Pero las masas no se dejan amedrentar por el terrorismo de Estado, al contrario, se preparan para las luchas venideras contra el régimen dando continuidad al ascenso pronunciado de la lucha popular que en medio de la pandemia tuvo una caída, sin querer decir que se llegó a la inmovilidad del pueblo, pues a pesar de las restricciones, han habido sectores que se movilizan y protestan contra el desempleo, el hambre, exigiendo salud, techo y salario, haciéndole saber a las clases reaccionarias que el camino del Paro General Indefinido sigue vigente y en preparación.
Las masas deben rodearse entre sí y rodear a sus dirigentes para evitar los asesinatos selectivos que los capitalistas ejecutan contra sus líderes sindicales, de restitución de tierras, y demás. Se necesita de un nuevo tipo de Estado donde las masas lo gobiernen y controlen todo, donde el narcotráfico y la guerra reaccionaria sean algo del pasado, al igual que la ayuda militar y paramilitar que le brinda este Estado a los monopolios capitalistas y arrastre también a los anaqueles polvorientos del pasado el terror estatal contra el pueblo.