El 7 de mayo se llevaron a cabo elecciones en Chile, pero no para jefe de gobierno, pues allí fue llevado a la silla presidencial al señor Gabriel Boric, que es la versión chilena de Petro, quien también aprovechó el estallido social de 2019 para lanzar sus redes, pescar en río revuelto y ganarse los votos suficientes para conquistar las presidenciales. Las recientes elecciones en Chile fueron parte del proceso de redacción de una nueva Constitución, una de las grandes banderas de los reformistas, quienes utilizaron este caballo de batalla durante el histórico paro chileno para desviar el camino de la lucha revolucionaria del pueblo y adormecerlo con semejante promesa de embellecer la rancia Constitución Política que rige en el país del sur del continente, otra paradoja de la repetición de la historia como comedia entre Colombia y Chile, pues es el camino ya trillado en el país cafetero en 1991.
Pero la repetición de la historia como trágica comedia es realmente lamentable y sobre todo aleccionadora para los revolucionarios. Allí muchos se dejaron nublar la vista con la ilusión del camino electoral, la embriaguez política del triunfo en las urnas se convirtió en fuerte resaca con la primera derrota recibida el 4 de septiembre de 2022 cuando triunfó el “NO” en el referendo que buscaba aprobar la propuesta de nueva Constitución; derrota que tuvo el pasado 7 de mayo otro mazazo con el triunfo de los sectores más reaccionarios de las clases dominantes, quienes serán los encargados de redactar la nueva Constitución.
Derrota en doble vía, primero porque en las urnas triunfó la llamada “derecha”, con la suma entre la “derecha radical” (Partido Republicano del derrotado candidato en las pasadas presidenciales) y “Chile Seguro” 35 % y 21,5 % sumaron un total de 56,5 %, mientras que la llamada “coalición de izquierda” encabezada por el presidente Boric obtuvo el 28 %; se suman a ello una cantidad enorme de votos nulos y en blanco; todo lo cual ha dejado una derrota absoluta de quienes levantaron como bandera supuestamente muy revolucionaria, la redacción de una nueva Constitución… lanzaron una enorme roca para dejarla caer sobre sus propios pies.
Y la mayor y más importante derrota del reformismo, pues el pueblo no mordió en este caso el anzuelo de la politiquería y en gran mayoría no acudió a las urnas, derrota maximizada por el hecho de que al señor Boric y su equipo de asesores, se les ocurrió la “brillante” idea de poner el ¡VOTO OBLIGATORIO!, con la amenaza a quienes no comparecieran a las urnas, de recibir sanciones y multas de hasta 226 dólares.
Las cifras son elocuentes:
Censo Electoral: 15.150.008
Votaron: 11.302.834
No votaron: 3.847.174
Votos nulos: 1.909.947
Votos en blanco: 513.897
Entre los no votos, los blancos y nulos, suman el 41,39 % que para el caso de Chile es una cifra altísima y ampliamente mayoritaria si se le compara con cualquiera de los partidos que estaban en contienda por lograr puestos en la redacción de la Constitución; y aquí viene el hecho político más importante, pues aunque pueda esgrimirse en esos millones de personas ausencia de conciencia política, es en sí misma una actitud política de rechazo a todo el establecimiento, de desconfianza absoluta y de no esperar nada bueno de lo que pueda salir de allí, son más de 6 millones de personas en capacidad de elegir, quienes optaron por no darle su voto de confianza a la falsa democracia burguesa, ni siquiera porque supuestamente esté administrada por sectores que posan de progresistas o de izquierda.
Esa realidad es un terreno fértil, con buen abono para que trabajen los revolucionarios; organicen a todos los que han asumido esta postura de manera consciente; y para que eduquen y movilicen a todo ese caudal de fuerzas que bien les debe caer la claridad del marxismo revolucionario para afianzar y afincar su instinto de rechazo a la politiquería; y contrarrestar toda la verborrea reaccionaria que sigue martillando sobre el idílico sueño de sentar en la misma mesa a concertar en santa paz a clases con intereses económicos totalmente opuestos.
En Chile como en Colombia, todo apunta a nuevos estallidos sociales, y los comunistas tenemos la común tarea de construir urgentemente el Partido Comunista Revolucionaria que sea el faro para las masas y el centro de unidad de los verdaderos revolucionarios.