Segunda Entrega
Las Epidemias Bajo el Capitalismo
Viruela, Gran Aliada de los Colonizadores Europeos
«El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros» demostró Carlos Marx detalladamente en La llamada acumulación originaria del capital, haciendo añicos los cuentos infantiles sobre la remota minoría inteligente, trabajadora y ahorradora de la incipiente burguesía, contrario al tropel de holgazanes descamisados que derrochaban todo. Hace alusión allí a «la conquista, la esclavización, el robo y el asesinato; la violencia en una palabra», y su gran papel jugado en el surgimiento del capital y de las clases típicas de la sociedad moderna: burgueses y proletarios. Resume en unas cuantas líneas el significado de la conquista y colonización de América en el impulso al capitalismo en Europa. Sin embargo, en la brutal colonización del “nuevo continente” la espada no desempeñó un papel tan destructivo como la viruela, convertida por casualidad en una poderosa arma biológica que facilitó los objetivos de los colonizadores.
El notable éxito militar de Hernán Cortés en la rápida caída de la gran ciudad de Tenochtitlán se debió a tal arma. La viruela fue traída por uno de sus soldados en la expedición de Pánfilo de Narváez, quien arribó a México enfermo de ella. Los indígenas mesoamericanos no contaban con la inmunidad natural para hacerle frente, facilitándose una alta tasa de contagio y mortalidad. En pocas semanas miles de indígenas sucumbieron a la viruela; el mismo Cuitláhuac, penúltimo emperador azteca, falleció por causa de ella. Algunas recientes estimaciones epidemiológicas señalan que durante los primeros veinticinco años posteriores a la colonización del “nuevo continente”, más de un tercio de la población indígena murió a causa de la viruela.
La Pandemia por Gripe Española
La más mortífera de las epidemias modernas se presentó en pleno desarrollo de la Primera Guerra Mundial, pandemia que se le llamó “Gripe Española”, pues fue España un país hasta cierto punto “neutral” en la guerra y el único en reportar las muertes por la epidemia en su prensa, mientras que los imperialistas de los demás países la silenciaban y acallaban para que no interfiriera en el curso normal de la guerra. La “Gripe Española” o la influenza del H1N1, encontró en los sistemas inmunológicos de los soldados del frente (inmunosuprimidos por la ansiedad y el estrés de guerra, quienes permanecían hacinados en las húmedas trincheras) los huéspedes perfectos para proliferar, evolucionar y expandirse; se estima que aquella pandemia generó por lo menos 50 millones de muertos en el mundo, tasa de alta mortalidad que se explica por la coincidencia y colusión con otros microorganismos por las difíciles condiciones de vida y la generalizada desnutrición.
El origen exacto de aquel mortal virus sigue siendo aún turbio, se supone que este se originó en las bases creadas por la explotación capitalista agropecuaria de cerdos o aves de corral, cuyo centro de desarrollo estuvo en Kansas, Estados Unidos. Allí por casualidad después de la guerra, saldría el referente para la agricultura estadounidense, que presenció la aplicación generalizada de métodos de producción cada vez más mecanizados y de tipo industrial. En las condiciones de hacinamiento de las aves de corral o cerdos, el virus H1N1, que en circunstancias normales tendría un desarrollo y morbilidad muy lentos, logró evolucionar y hacer zoonosis en el hombre dadas las nuevas condiciones; gracias a la guerra se diseminó rápidamente, usando como vía de transmisión la alta tasa de migración humana y la rápida circulación de mercancías y material bélico en el periodo de guerra. En pocos meses el virus se expandió por el mundo y se convirtió en pandemia.
Pandemia por covid-19
En el mes de diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, ubicada en la provincia de Hubei – China, comenzaron a aparecer simultáneamente elevadísimos casos de pacientes con neumonía, todos con una sintomatología común; la comunidad médica apuntó a un posible nuevo brote viral y comenzaron a difundirlo y a denunciarlo. La respuesta del gobierno de Wuhan fue reprimir duramente a los médicos por “difundir noticias falsas”; 8 de ellos fueron detenidos por la policía, entre ellos el doctor Li Wenliang, quien murió el 7 de febrero por complicaciones de covid-19. Su muerte generó ira e indignación en el pueblo de Wuhan, lo que obligó a una hipócrita declaración de arrepentimiento del propio gobierno para “resarcir los daños”. La maquinaria estatal china comenzó a funcionar solo hasta el 22 de enero, cuando se decretó la cuarentena y se movieron los hilos para tratar de frenar el brote, una maniobra retardada pues este logró saltar a otras provincias y a otros países.
Los orígenes de la ahora pandemia de la Covid-19 no son muy claros. Por un lado, el teatro maquiavélico de los gobiernos imperialistas enturbia el panorama con la acusación mutua de la liberación del virus por causa accidental o por su utilización como arma biológica. Asimismo, la comunidad científica solo ha logrado acertar en que la nueva cepa viral, al igual que el virus detrás del SARS del año 2003, puede tener su origen en un proceso de zoonosis natural, facilitado por las condiciones comerciales de animales vivos en mercados chinos, cuyo reservorio original está en los murciélagos.
El virus que causó la epidemia de SARS en el año 2003, se originó en los murciélagos y se transmitió a los humanos a través de Paguma larvata, también conocido como civeta; el nuevo coronavirus es muy similar en términos de secuencias del genoma a seis coronavirus descubiertos previamente en murciélagos, la nueva cepa coincide en un 85% con ellos 1 . La limitación de la comunidad científica para “cerrar el caso”, radica en encontrar el huésped o la especie intermedia del proceso de zoonosis, el cual puede ser probablemente algún tipo de animal hacinado en jaulas para ser vendido en los mercados húmedos de Wuhan. La nueva cepa nacida en Wuhan también tiene muchas similitudes con el brote de SARS en Guangdong en 2003, ya que los dos comenzaron en invierno; los casos iniciales se remontan a contactos con animales frescos y vivos en un mercado; ambos fueron causados por un coronavirus previamente desconocido.
1 Para más información ver: “Libro de Prevención del Coronavirus” Editor Jefe Wang Zhou, MD Médico Jefe del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Wuhan.
El Nacimiento del Capitalismo, es la a vez el Nacimiento de las Pandemias o Epidemias con Carácter Mundial
«De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía. El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y de China, la colonización de América, el intercambio de las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición». Manifiesto del Partido Comunista
El desarrollo del capitalismo en Europa dio sus primeros pasos en Inglaterra a comienzos del siglo XVI, transformando de lleno toda la sociedad con la gran producción agroindustrial que arruinó y echó al olvido la vieja forma de producción aislada y dispersa de la servidumbre, iniciando así un rápido proceso de descomposición del campesinado, quien no tuvo más remedio que desplazarse e integrarse a las grandes urbes, proletarizarse. En las ciudades comenzó a operar la producción fabril, sobreviniendo una superpoblación que superó exponencialmente el número de las polis del antiguo mundo, pues las nuevas urbes ya no estaban habitadas por 500 u 800 mil habitantes, sino con varios millones, e incluso, como se aprecia hoy en las más pobladas del mundo, con decenas de millones de habitantes en una sola metrópoli, centuplicando los márgenes de las antiguas ciudades en hacinamiento, insalubridad y malnutrición, multiplicando a su vez los ingredientes indispensable para la proliferación de epidemias.
Federico Engels estudió dichas condiciones de la nueva clase obrera londinense, dato que consignó en su gran aporte Contribución al problema de la vivienda en 1873:
«Las ciencias naturales modernas han demostrado que los llamados “barrios insalubres”, donde están hacinados los obreros, constituyen los focos de origen de las epidemias que invaden nuestras ciudades de cuando en cuando. El cólera, el tifus, la fiebre tifoidea, la viruela y otras enfermedades devastadoras esparcen sus gérmenes en el aire pestilente y en las aguas contaminadas de estos barrios obreros. Aquí no desaparecen casi nunca y se desarrollan en forma de grandes epidemias cada vez que las circunstancias le son propicias. Estas epidemias se extienden entonces a los otros barrios más aireados y más sanos en que habitan los señores capitalistas».
El proletariado hacinado, mal nutrido y con un escaso acceso al sistema de salud, sumado a las condiciones del campesinado, el cual heredó todos los viejos fardos de la sociedad feudal, es decir, las condiciones insalubres de sus “chozas” y la malnutrición y nulo acceso al sistema de salud, demuestran que hoy al capitalismo, específicamente en su fase agónica imperialista, es la sociedad más insalubre y epidémica de la historia humana. En la esclavitud, una epidemia tenía una tasa de morbilidad de unos años para infectar todas las provincias de un Estado, en el feudalismo la gran peste negra tuvo una velocidad de 2 a 8 km por día, logrando afectar parte de dos continentes; hoy, en las nuevas condiciones de la internacionalización del capital y de la velocidad y masividad de los modernos medios de transporte, han colocado en bandeja de plata al mundo para que las epidemias se transformen en pandemias en cuestión de semanas.
En el capitalismo no solo se reproducen las epidemias a las que la humanidad está obligada a combatir, sino que añade nuevos factores nunca antes vistos, tal y como ocurre en la gran producción agroindustrial, donde se otorgan las condiciones artificiales para la creación de nuevas cepas virales súper-infecciosas y mortales; la destrucción desenfrenada de la naturaleza también ayuda a la proliferación de epidemias y además el sistema en su afán militarista, ha puesto sobre las ciencias la mordaza de la ganancia y las ha doblegado a su servicio para la creación de armas biológicas, con la modificación y mutación de los patógenos existentes y que hoy son almacenados en los laboratorios de los países imperialistas, a la espera de una gran guerra para lanzarlas sobre el enemigo.
La Pandemia es el Sistema
El sistema de explotación capitalista tiende a destruir las dos únicas fuentes de riqueza: la naturaleza y la fuerza de trabajo; tal es su ruin y deplorable misión en su insaciable sed de acumular ganancias. Pero paralelamente a la destrucción irremediable de cuanto le rodea, el sistema sienta las bases materiales para la creación de patógenos, microorganismos y virus que afectan gravemente la salud pública, con una tasa y velocidad no vistas antes en la historia, lo que casualmente contribuye a su objetivo destructivo y ruin. Se puede considerar que el sistema crea las epidemias o pandemias a partir de tres formas: 1) En la moderna producción agroindustrial, que hoy opera como enormes laboratorios donde nacen poderosas gripes; 2) A través de la ruptura del equilibrio entre el hombre y la naturaleza; 3) Por la creación artificial de patógenos con fines militares.
Producción agroindustrial
La moderna producción agroindustrial capitalista ha sido objeto de una seria preocupación entre muchos biólogos que han denunciado el papel insalubre y peligroso que la explotación irracional capitalista implica para la sociedad. El biólogo Robert G. Wallace ha denunciado claramente ese papel en su renombrado libro Big farms make big flu (Grandes granjas generan grandes gripes), publicado en 2016. Allí Wallace expone exhaustivamente la conexión entre la agroindustria capitalista y la etiología de las recientes epidemias, tales como la gripe aviar y la porcina.
La primera premisa de la creación de las plagas modernas en la producción agroindustrial con la utilización de monocultivos genéricos que incrementan el hacinamiento de cerdos o aves de corral en grandes granjas que actúan como laboratorios de creación de cepas virales. En dichas condiciones las gripes, que en condiciones naturales se desarrollarían lentamente, encuentran allí el mejor ambiente para evolucionar en corto tiempo, debido al periodo de vida fugaz de las aves sacrificadas para consumo y a la proximidad de numerosos huéspedes de la misma especie; lo que se traduce en un aumento en la virulencia de las nuevas cepas, característica que ahora se presenta como una ventaja evolutiva en los virus. Wallace en su libro afirma que tales condiciones fueron las causas del surgimiento de la gripe aviar H5N1.
Sobre aquellas dos condiciones, la agroindustria capitalista imprime un poderoso catalizador mediante la utilización de monocultivos genéricos con el fin de optimizar e incrementar la producción. Wallace señala:
«Los crecientes monocultivos genéticos de animales domésticos eliminan cualquier cortafuegos inmunológico que pueda existir para frenar la transmisión. Los tamaños y las densidades de población más grandes facilitan mayores tasas de transmisión. Tales condiciones de hacinamiento reducen la respuesta inmunológica. El alto rendimiento, que forma parte de cualquier producción industrial, proporciona un suministro continuamente renovado de susceptibles, el combustible para la evolución de la virulencia».
La ruptura del equilibrio entre el hombre y la naturaleza
La destrucción desenfrenada de la naturaleza, la deforestación, la caza indiscriminada y el calentamiento global, que vienen ocasionando una extinción masiva de especies no vista en millones de años en el planeta, juegan un importante rol en la generación de epidemias. Dichas circunstancias acentúan los vectores transmisores de epidemias ya existentes, entre ellas el más ejemplar es el mosquito, el cual se beneficia por el aumento de la temperatura a nivel mundial, facilitando su expansión a nuevos hábitats: la malaria, el dengue, el chikunguña, etc., ahora son frecuentes en muchas regiones donde antes no se conocían.
La deforestación de selvas vírgenes y el correspondiente desplazamiento de población nativa hacia el interior de los bosques desempeñan otro importante papel en la creación de epidemias, pues el capital obliga al hombre a entrar en contacto tanto con la vida silvestre como con sus reservorios virales; ya no mediante la caza, sino mediante una simple relación espontánea de las especies a las cuales se les invade sus hábitats. El ejemplo clásico de esta forma de generación de epidemias la encontramos en los recientes brotes de Ébola en África, cuyo reservorio viral natural se encuentra en los murciélagos residentes en el África occidental y central, tal especie actúa como portadora del virus pero no se ve afectada por él; no ocurre lo mismo con los demás mamíferos salvajes, como los primates y los duikers, que contraen periódicamente el virus y sufren brotes rápidos y de gran mortandad; ocasionalmente el Ébola también logra hacer zoonosis en el hombre, dando como resultados devastadoras epidemias cuya tasa de mortalidad casi siempre es superior al 50 por ciento.
En el mayor brote registrado, que continuó esporádicamente de 2013 a 2016 en varios países de África occidental, se produjeron 11.000 muertes. No es coincidencia que los dos más grandes brotes que se produjeron entre 2013–2016 en África occidental y del 2018 al presente en la República Democrática del Congo, hayan ocurrido precisamente cuando la expansión de las industrias primarias desplazó masivamente a los habitantes de los bosques, mientras perturbaban los ecosistemas locales. Tal hipótesis cobra fuerza para otros casos, ya que como explica Wallace:
«Cada brote del Ébola parece estar relacionado con cambios en el uso de la tierra impulsados por el Capital, incluso en el primer brote en Nzara (Sudán) en 1976, donde una fábrica financiada por el Reino Unido hilaba y tejía el algodón local. Del mismo modo, los brotes de 2013 en Guinea se produjeron justo después de que un nuevo gobierno comenzara a abrir el país a los mercados mundiales y a vender grandes extensiones de tierra a conglomerados agroindustriales internacionales».
Por la creación artificial de patógenos con fines militares
Muchos de los patógenos mortales almacenados hoy en laboratorios, bajo el supuesto de investigaciones “científicas”, buscan enmascarar su fin real de preparación de armas biológicas para futuras guerras. Casi todos los países imperialistas tienen laboratorios donde se modifican genéticamente los virus existentes para hacerlos más virulentos y letales, modificando también algunos tipos de bacterias mortales para crear súper-bacterias; este es uno de los hechos más aberrantes y visiblemente reaccionarios del insalubre e irracional sistema capitalista. Aún hoy, en muchos laboratorios se conservan copias de virus como la gripe española, la viruela, el Ébola y otros; de igual forma ocurre con cultivos de bacterias como el ántrax, la bacteria que genera el botulismo, el cólera y demás.
La aparición del “bioterrorismo” entraña un terrible peligro para la salubridad pública: en los atentados con ántrax en 2001 en Estados Unidos mediante el uso de “sobres contaminados” con esporas de la letal bacteria, se generaron 5 muertes y 17 heridos, un hecho reciente y bastante grave, pero de muy baja amplitud comparado con otros en la historia.
El referente más grave se encuentra en la guerra de Corea, donde el ejército de los Estados Unidos usó armas biológicas a gran escala. La Unión Soviética, la República Popular China y la República Democrática de Corea —en ese entonces países miembros del campo socialista— denunciaron internacionalmente aquel crimen demostrando cómo el ejército de los Estados Unidos y la CIA habían lanzado plumas contaminadas con ántrax, mosquitos y pulgas portadores de fiebre amarilla y volantes contaminados con cólera sobre Manchuria y Corea del Norte. Tales acusaciones se soportaron bajo las declaraciones de 25 prisioneros de guerra estadounidenses, quienes detallaron la “táctica inhumana” que causó miles de muertes civiles. En aquella guerra, los imperialistas yanquis llevaron a la práctica militar lo que los fascistas alemanes y japoneses solo habían logrado realizar experimentalmente con prisioneros de guerra. Para desarrollar tal variedad de armamento biológico, los mismos militares se afanaron por reclutar científicos nazis y japoneses después de la Segunda Guerra Mundial, recolectando además todo el material documentado sobre sus experimentos y sobre esa base crear su arsenal biológico.
El ejercicio bélico imperialista no se reduce a la utilización de microorganismos para crear epidemias y doblegar a los pueblos del mundo, sino que además elabora una carrera armamentista en su variante química. La Primera Guerra Mundial fue el escenario de ensayo de muchas armas químicas bajo la presentación de “gases tóxicos”, entre ellas las más famosas fueron el gas cloro y el gas mostaza. Aún hoy en la reciente guerra en Siria, o en la de Iraq contra Saddam Hussein, fueron usados gases tóxicos con resultados escalofriantes. Los imperialistas y sus ejércitos satélites almacenan millares de bombas con gases tóxicos en sus arsenales, entre ellos, los más letales son el VX y el gas Sarín.
En la guerra de Vietnam en los años 1966 a 1972, Estados Unidos lanzó más de 12 millones de galones de Agente Naranja (un herbicida con dioxina) sobre aproximadamente 1,82 millones de hectáreas en Vietnam del Sur, Laos y Camboya, con el objetivo de someter por hambre al pueblo vietnamita que se había levantado en su justa lucha de liberación nacional contra el imperialismo norteamericano. El gobierno de Vietnam estimó que el Agente Naranja causó la muerte de más de 500.000 civiles, las secuelas de tal arma aún son visibles hoy día, pues Vietnam es el país con los más altos niveles de defectos congénitos en niños, el más característico de ellos es la neurofibromatosis. Decenas de miles de soldados estadounidenses también se cuentan entre las víctimas del Agente Naranja.
Pero no son solamente los imperialistas estadounidenses los interesados en esta carrera criminal, sus rivales de Europa y Asia también trabajan en ello; por consiguiente las posibilidades de que surjan o sean liberados nuevos virus y bacterias fabricados o modificados en laboratorio no son meras especulaciones de gentes paranoicas. La única forma de acabar con el peligro de las pandemias es acabar con el sistema: la peor pandemia.