Gabriel Boric es un hombre de 35 años, nacido en la ciudad de Punta Arenas, abogado egresado de la Universidad de Chile donde se destacó como dirigente estudiantil llegando a ocupar el puesto de Presidente de la Federación de Estudiantes de Chile; desde muy joven siempre mostró su interés por labrarse una carrera política aspirando a cargos burocráticos, llegando en 2014 a ganar el puesto como Diputado por el Distrito 60 de Magallanes. Durante el histórico estallido social de 2019 que sacudió las raídas estructuras políticas del Estado chileno, Boric se vinculó a las manifestaciones durante las que siempre abogó por una “salida política al estallido social” combinando la participación en las manifestaciones con la bandera de una nueva Constitución para salvar las instituciones y unir a todo Chile alrededor de una nueva carta política. La propia biografía de su Programa, un documento de 229 páginas, describe que «colaboró para lograr el ´Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución´». Proyecto político que ha liderado desde su Partido Apruebo Dignidad, una coalición política creada en enero de 2021, compuesta por una floritura de tendencias políticas que van desde la versión chilena del Partido mamerto, hasta partido cristianos y pequeños grupos que han adoptado una postura anti pinochetista como una de sus banderas de unidad (cualquier parecido con la realidad en Colombia… no es pura coincidencia).
Sin duda, Gabriel Boric es un demócrata burgués, creyente “sincero o no” de la posibilidad de construir un Estado Social de Derecho que una a toda la sociedad chilena alrededor de la comunión de intereses donde los ricos cedan por las buenas una parte de sus ganancias para compartirlas con el sufrido y aguerrido pueblo chileno, Boric sueña con un Chile donde se pueda utilizar el Estado, ya no como máquina asesina y represiva, defensora de los ricos para aplastar a los pobres, sino que haga las veces de “árbitro imparcial” que ponga de acuerdo a ricos y pobres… Un sueño que ronda, no solo las mentes de Boric y sus copartidarios, sino de muchos otros que en el mundo apuestan todo por seguir creyendo que bajo la sociedad actual se puede construir un paraíso sin tener que trasegar por la odiada y para ellos ojalá inexistente lucha de clases.
Por ende, Boric, cuando ya no sea opositor al gobierno, sino su representante oficial, su jefe máximo, esperará, como cualquier mandatario, que se acaben las protestas, o que si las llega a haber, sean pacíficas, que no afecten la movilidad, que no interfieran en la economía, que no paralicen la producción, etc. Para cuando Boric sea mandatario, toda movilización que atente contra el statu quo, tendrá que ser reprimida, y esa es una verdad que hasta el más cerrero defensor de su proyecto político tiene que poder comprender. Basta con mirar el espejo de México, o Venezuela, Nicaragua, el mismo Brasil, o para no ir tan lejos, el gobierno de la señora Bachelet; aunque claro, no faltará quien diga que eso no pasará en este gobierno… ¡Amanecerá y veremos!
Sobre el Programa que expuso al electorado chileno, en lo fundamental se puede caracterizar como asistencialista, dando más poder a las políticas de centralización en manos del Estado y que él mismo lo resume en «Esas prioridades, que nacieron de la participación en todo Chile, son la columna vertebral de esta propuesta expresada en cuatro reformas estructurales: acceso garantizado universal a la salud, pensiones dignas sin AFP, un sistema educativo público, gratuito y de calidad, y la conformación del primer gobierno ecologista de la historia de Chile».
Como Programa, se puede considerar un Plan de gobierno acorde con las expectativas que la población requiere para mejorar su calidad de vida en cualquier parte del mundo, en lo fundamental similar a lo que su antecesora Bachelet también proponía en 2014 en segundo mandato: «Este plan presenta una visión que invita a construir juntos una nueva mayoría para un Chile de todos, a través de tres cimientos fundamentales de este gobierno: Reforma Educacional, Reforma Tributaria y Nueva Constitución, los cuales serán claves para conseguir un país de todos, donde chilenos y chilenas se incorporen al desarrollo». O básicamente lo mismo que dice la letra del de Petro en su actual campaña para 2022 con 5 ejes fundamentales: «1. Salud para la vida y no para el negocio. 2. Educación pública universal, gratuita y de calidad. 3. Una economía productiva para la vida. 4. Política transparente y 5. Justicia independiente y libre de presiones políticas».
Y así, podríamos seguir rememorando programas muy bellos en el papel con cada uno de los candidatos y presidentes habidos y por haber en esta odiosa, terca y aunque no nos guste cruda realidad marcada por la lucha de clases y por ende de intereses económicos que están en la base más profunda de lo que mueve la sociedad. En cuanto al Programa de gobierno, como vemos, Boric en Chile es simplemente la versión chilena de los sueños de los demócratas que “sinceros o no”, siguen pensando que hoy se puede llevar a cabo un programa asistencial, basado en que los ricos aceptarán por las buenas ceder una parte de sus ganancias para beneficiar a toda la población.
El Estado jamás será una “maquina imparcial”, o sirve a los intereses de los trabajadores o sirve a los dueños del capital. Un completo y miserable engaño es lo que esos mal llamados grupos e intelectuales de izquierda hacen al sembrar en el pueblo esa falsa idea, y que materializan al conducir toda la rebeldía espontanea de las masas hacia la podrida ilusión de las elecciones, una camino ya trillado que en el caso de Chile pretende consumar lo que iniciaron al aplacar y adormecer la reciente furia popular con el bombón de trapo de una nueva constitución, bandera precisamente del propio Gabriel Boric, quien utilizó la lucha de las masas como trampolín para su cretinismo parlamentario, a sabiendas de que todo su plan de gobierno, es una simple quimera como siempre lo ha sido la letra muerta de las constituciones políticas, las que solo se hacen realidad cuando se obligan con la fuerza del paro de la producción.
Pero la algarabía no ha sido solo porque haya ganado un mal llamado candidato de izquierda, sino porque supuestamente gano con un margen y votación histórica. Tamaña mentira que basta solo con ver los resultados concretos para quitarse esa tapadera de los ojos; veamos:
De un total de 14.753.345 personas que están habilitadas para votar en Chile, el 44% no votó. Esa es una cifra muy alentadora, pues pone en evidencia que por más maquinaria electorera que derechas y falsas izquierdas pongan, no logran engañar al grueso de la población; y el que no vota en semejante farsa está asumiendo una posición política concreta y real, está dejando presente que no cree en ese circo. Postura que por el hecho que no sea aún consciente en parte de la población, no deja de serlo, y sí se vuelve un terreno fértil para que sea abonado por los auténticos revolucionarios (la verdadera izquierda) y los lleven a convertir ese abstencionismo espontáneo en lucha consciente por el camino del fortalecimiento del paro y de la movilización.
¿A quién beneficia el triunfo de Boric en Chile? En apariencia al pueblo chileno, ese si es un verdadero “paquete chileno”. El triunfo electoral de esas personalidades que encarnan por momentos el sentimiento de las masas, no es gratuito, ni representa el resultado del esfuerzo de la lucha del pueblo, es sin más un arma que tienen las clases dominantes para apaciguar la furia popular; en el mismo orden de cuando negocian con las fuerzas guerrilleras la entrega de armas a cambio de puestos en el Estado o en el parlamento; o cuando permiten que triunfen y gobiernen en alcaldías, gobernaciones, les asignan ministerios, etc.
Las políticas económicas y sociales que se implementan no las determina a voluntad ni el presidente ni el parlamento, esa es una vulgar mentira; todo está determinado por los emporios económicos y las políticas de los imperialistas; y cuando, por azares de la lucha de clases algún político que pretende salirse de esos cánones y órdenes, se le aplica lo que en su momento le sucedió a Salvador Allende precisamente en Chile; no faltará quien inocentemente crea que Boric puede ser un segundo Allende, nada más lejos del perfil de este abogado comprometido con la defensa de la democracia burguesa. En el caso de Chile, con tremendo estallido social, un buen elixir lo compone una nueva constitución y un mandatario con el perfil de Gabriel Boric.
Para los honestos, que se niegan a aprender de la historia y de antemano desechar las ilusiones en el gobierno de Boric, ya les vendrá la tozuda realidad, que con el paso de los días del gobierno de “izquierda” les estallará en la cara su esperanza de cambios sin luchar.