El Manifiesto del Partido Comunista: programa de lucha del proletariado mundial (IV)

Proletarios y Comunistas

El capitalismo es el triunfo del dominio económico y político de la burguesía en la sociedad, pero su existencia está condicionada por el trabajo asalariado de los proletarios; por tanto, esta clase de obreros modernos puede decidir el fin del capitalismo si pone fin a la explotación asalariada de su trabajo. Es esa la misión histórica del proletariado, y a ella está dedicado el segundo capítulo del Manifiesto.

La fuerza de trabajo de todo el proletariado (tanto de quienes están activos, como de quienes están en la reserva de las filas del desempleo) está a disposición de todo el capital, que la consume en la producción de los bienes materiales de la sociedad. Su resultado es un producto social, un capital acrecentado, valorizado, que no se convierte en propiedad de toda la sociedad, sino en capital privado. Esto ocurre porque las relaciones sociales de producción entre capitalistas y obreros son de explotación asalariada, pues la propiedad privada de los capitalistas sobre los medios de producción les da derecho a apropiarse del capital social, retribuyendo a los proletarios dueños de la fuerza de trabajo solo un salario para reponerla y reproducirla.

Para que el proletariado pueda romper las cadenas de su esclavitud asalariada, tiene que hacer saltar los cimientos de toda la sociedad capitalista. En una palabra, tiene que abolir la propiedad privada burguesa como la expresión más acabada de la propiedad privada en general; ese es precisamente el gran propósito de los comunistas.

Dice el Manifiesto que los comunistas no tienen ni pueden tener otros intereses distintos a los del proletariado en su conjunto; no proclaman ni inventan ideas y principios sectarios ajenos a la sociedad, pues sus teorías son la expresión de las condiciones reales de la lucha de clases existente y de su movimiento histórico. Los comunistas no son un partido separado del proletariado, sino una parte de él; prácticamente es el sector más resuelto que siempre impulsa hacia adelante a los demás; teóricamente tiene una ventaja sobre el resto del proletariado: su visión clara de las condiciones, la marcha y los resultados generales del movimiento proletario.

El Manifiesto señala que, a diferencia de otros partidos –patrióticos,  nacionalistas, reformistas– el de los comunistas hace valer los intereses comunes de todo el proletariado independientemente de su nacionalidad, pues como clase obrera mundial no tiene patria, y sí, unos mismos enemigos, unos comunes intereses y unos idénticos objetivos; así mismo los comunistas representan los intereses del movimiento obrero en su conjunto en las diversas fases de desarrollo de la lucha entre el proletariado y la burguesía.

«Los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula única: abolición de la propiedad privada» puntualiza el Manifiesto. Y esto significa abolir la propiedad privada burguesa, pues de un lado, la propiedad privada del pequeño propietario de la ciudad y del campo ya la ha ido aboliendo la misma industria capitalista, y de otro, el trabajo asalariado no crea propiedad para el proletario, sólo acrecienta el capital, como producto colectivo de muchos miembros de la sociedad que se lo apropia una sola clase: la burguesía. Terminar con el carácter de clase de la propiedad sobre ese producto colectivo, transformándola en propiedad de todos los miembros de la sociedad, es la esencia de la abolición de la propiedad privada que se proponen los comunistas. «Por consiguiente, –dice el Manifiesto– lo que el obrero asalariado se apropia por su actividad es estrictamente lo que necesita para la mera reproducción de su vida. No queremos de ninguna manera abolir esta apropiación personal de los productos del trabajo, indispensable a la mera reproducción de la vida humana, esa apropiación, que no deja ningún beneficio líquido que pueda dar un poder sobre el trabajo de otro. Lo que queremos suprimir es el carácter miserable de esa apropiación (…) El comunismo no arrebata a nadie la facultad de apropiarse de los productos sociales; no quita más que el poder de sojuzgar el trabajo ajeno por medio de esta apropiación.»

Hacer saltar los cimientos de toda la sociedad capitalista, significa entonces, expropiar a los expropiadores –violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción, en palabras del Manifiesto–, romper las relaciones sociales de explotación asalariada y romper con las relaciones de propiedad tradicionales, todo lo cual conllevaría a cambiar las ideas dominantes en la sociedad capitalista que son las ideas de la burguesía, a cambiar el carácter de clase en la educación arrancándola de su influencia, a terminar la situación de la mujer como simple instrumento de reproducción, a abolir la explotación de una nación por otra. En todo esto consiste la revolución del proletariado.

Ella, exige que los comunistas dejen claro en la conciencia de la clase obrera su antagonismo con la burguesía y la necesidad de constituirse en clase cuya organización y destacamento de vanguardia sea el partido de los comunistas, organizador y dirigente de su lucha política contra la dominación burguesa. Derrocar violentamente el poder de la burguesía es condición para que el proletariado pueda conquistar el poder político y convertirse en la clase dominante de la sociedad, sin lo cual jamás podría expropiar el capital a la burguesía.

En las palabras finales del segundo capítulo del Manifiesto se indica el inevitable rumbo de la sociedad hacia el comunismo: «En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos.»

En la entrega No. 5 de estas Memorias se hizo referencia a la crítica de la literatura socialista y comunista –contenido del tercer capítulo del Manifiesto– que por aquella época de 1847 se difundía entre el movimiento obrero europeo.

En el capítulo final del Manifiesto dedicado a la «Actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de oposición», Marx y Engels dejan nítido el deslinde de los comunistas con respecto a los partidos oportunistas cuyo interés por las ventajas inmediatas y pasajeras de un sector del proletariado en un momento dado o en un país determinado, los lleva a la renuncia de los objetivos finales de todo el movimiento, mientras que los comunistas, por el contrario, al luchar por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera, defienden siempre su porvenir dentro del movimiento actual.

Las palabras finales del Manifiesto del Partido Comunista condensan la forma como se lograrán los objetivos de los comunistas, el inevitable fin que le espera a las clases explotadoras, y el luminoso porvenir del proletariado: «Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES, UNIOS!».

Ningún obrero deseoso de participar conscientemente en la lucha contra la explotación capitalista puede quedarse sin leer el Manifiesto del Partido Comunista, que es el programa de su lucha como clase mundial.

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