La crisis de los comunistas y sus tareas

Documento presentado por Jaime Rangel en el evento de lanzamiento de la Revista Contradicción el 18 de marzo de 1990, allí fueron invitados varios comunistas revolucionarios a los que se les convocó para presentarles el primer número de esta publicación, y donde algunos de ellos llevaron documentos escritos que posteriormente se publicaron en el folleto No. 2 de la Revista Contradicción titulado La situación actual de los comunistas y nuestras tareas, que pueden conocer en  https://revolucionobrera.com/wp-content/uploads/2021/05/Folleto2.pdf 


La crisis de los comunistas y sus tareas 1

Desde la década del 60 se proclamó la consigna de «Todos los Marxistas-Leninistas en un solo Partido». Hoy, casi 30 años después, tenemos que reconocer que el proletariado en Colombia no cuenta aún con su destacamento político de vanguardia.

Y es más crítica la situación hoy que en los años 60 cuando, en Colombia y en el mundo existía una corriente bien delimitada, con la energía de lo joven, como producto de deslindamiento radical entre el Maoísmo y el revisionismo moderno.

En el transcurso de estos 30 años ha sido permanente la lucha entre el Marxismo verdadero y el falso en el seno de la mayor parte de las organizaciones, círculos y partidos que han pretendido trabajar por la unidad de los Marxistas Leninistas, ocasionando obviamente un sin número de alinderamientos, de escisiones y fusionamientos. La conciencia se volcó sobre el movimiento espontáneo y logró canalizar importantes episodios de sus auges fundamentalmente en el campesinado y en la lucha económica de la clase obrera. Pero no se logró que el movimiento obrero tuviera como objetivo de su lucha política el socialismo, condición para que esta teoría científica se convierta en fuerza social.

Esto no ha ocurrido tan sólo por la debilidad de los Marxistas Leninistas en lo que se refiere a su división orgánica, sino ante todo por la propia concepción de la fusión entre el socialismo y el movimiento obrero, —que en más de una organización ha sido motivo suficiente para fraccionamientos—, siendo para muchos una mera declaración doctrinaria, pues en la realidad vierten sus principales esfuerzos políticos a sectores no proletarios. Y el caso de mayor gravedad ha sido la contaminación de sectores otrora Marxistas Leninistas con las nauseabundas teorías de los «marxistas críticos» quienes han decretado obsoleto el papel histórico del proletariado.

El hecho real es que el movimiento obrero en Colombia es territorio del revisionismo y la burguesía. Su lucha general no sobrepasa el límite de la espontaneidad convirtiéndose en terreno abonado para toda clase de cizaña burguesa.

Cierto es que el movimiento consciente tiene sus propias leyes no determinadas por la situación del movimiento espontáneo cuya influencia sobre el primero no se da en la relación de causa y efecto. La situación crítica de los Marxistas Leninistas además de haberse acentuado profundamente por la derrota de los comunistas en China, su último baluarte, ha sido apuntalada por la presencia en masa del oportunismo.

Esto se explica, de una parte, porque en las décadas pasadas las ideas socialistas lograron una amplia difusión entre la pequeña burguesía, con mucha amplitud, pero escasa profundidad. El socialismo no se le entendió como el resultado histórico de las propias contradicciones capitalistas, sino como la febril invención de unos doctrinarios.

Hacerse marxista leninista era la práctica revolucionaria de moda, salpicada unas veces de la concepción inmediatista del triunfo, —exquisita al paladar aventurero del pequeño burgués—, y otras entendida como una labor voluntarista que no partía de la realidad para comprender y desarrollar sus teorías, sino que éstas se entendían como recetas aplicables arbitrariamente a la sociedad, que al no producir los resultados objetivos esperados, causó el desencanto, la indiferencia, el abandono y la deserción.

Tal vez esta dolorosa experiencia del movimiento consciente en Colombia, termine por convencernos de una vez y por todas, que el Socialismo Científico es por su propia naturaleza una ciencia clasista.

De otra parte, el oportunismo tiene su caldo de cultivo en las migajas burguesas que refuerzan los intereses económicos de la pequeña burguesía.

El fortalecimiento del frente imperialista coadyuvado por el revisionismo internacional y la socialdemocracia, ha fomentado las ilusiones en el mundo y en Colombia particularmente, de que en el capitalismo se puede sobrevivir sin necesidad del antagonismo clasista que presiona a un cambio de sociedad.

La bonanza capitalista de los último años ha permitido a inmensos sectores de la pequeña burguesía acariciar incentivos materiales, incluso para su propia actividad política, fortaleciendo su carácter clasista de burgueses pequeños, lo que unido al estancamiento del movimiento obrero, proporciona las condiciones materiales para que germinen las más diversas teorías oportunistas hasta convertirse en corriente internacional, que a nombre de una crítica al marxismo pretende enterrar toda la teoría científica del proletariado presentando sus objetivos como utopías pasadas de moda.

Este canturreo armoniza a los oídos de la burguesía, quien comprende bien que estar contra el socialismo proletario es estar por la defensa y conservación del capitalismo. Por eso se apresura también a contribuir teóricamente a la condena del marxismo, a dar participación en su establo democrático a los demócratas novicios, a perdonar los pecados revolucionarios de sus arrepentidos pequeñoburgueses.

La propia composición pequeñoburguesa de las organizaciones revolucionarias, facilita objetivamente la atracción hacia estos «cánticos de sirena» y abiertamente unos, abjuran de sus principios y convicciones como el PC (ml) que encuentra en el camarada Mao al «chivo expiatorio» de sus culpas y la justificación de su renuncia; otros, antiguos marxistas leninistas asumen presurosos las panaceas anarquistas traicionando a la chita callando los objetivos del movimiento obrero, todo bajo el patrocinio filantrópico de la socialdemocracia internacional.

En definitiva, la clase obrera sólo cuenta para los proyectos políticos pequeñoburgueses, como productora de plusvalía, pues al fin de cuentas es la clase que carga sobre sus espaldas a las demás en esta sociedad. Pero la voracidad de la burguesía grande, mediana y pequeña continuará confirmando la paradoja clarificada por el marxismo de que entre más riqueza produce la fuerza de trabajo de los obreros, se acentúa en proporción directa su miseria y opresión; así como también continuará aumentando el ejercito de sepultureros del propio capitalismo.

El aspecto común de toda la bazofia de revisionistas, de burgueses grandes y pequeños, radica en su «abolición» de la histórica misión del proletariado. Y si todo el mundo ataca el socialismo proletario, unos como fracaso, otros como utopía, en el fondo el blanco de ataque es la NUEVA FORMA DE ESTADO que se hace inevitable para transitar de la sociedad capitalista al comunismo. Esta nueva forma de estado escandalizante para algunos, primitiva para otros y detestable para muchos, no es otra cosa que la ¡¡¡DICTADURA DEL PROLETARIADO!!!

Y no es la primera vez que se lapida la dictadura proletaria, ya desde el propio socialismo premarxista que no encontraba el aspecto revolucionario de la miseria de los obreros se desconoce esa misión proletaria; luego, Bernstein y sus «economistas», Kaustky y sus chovinistas, Jruschov y sus revisionistas, Tensiao Pin y su cofradía, han representado en el movimiento obrero la voz de la burguesía condenatoria siempre a la dictadura del proletariado.

Precisamente hoy 18 de marzo, hace 119 años, el proletariado de París derrotaba con las armas a la burguesía francesa representada en la batalla por Thiers y su soldadesca, y el 28 de marzo de 1871 era proclamada la Comuna de París, que Marx entendiera como «la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación del trabajo».

No basta con reconocer la lucha de clases del proletariado, es preciso verla ligada indisolublemente a su dictadura como clase, para deslindar realmente los campos con el revisionismo. Así lo entendieron los bolcheviques y los guardias rojos en la revolución cultural proletaria.

¿Por qué la Dictadura del Proletariado se ha ganado el más profundo odio de la burguesía?

Precisamente porque es la forma de estado en que el proletariado rompe con la máquina estatal burguesa, la destruye para gobernar con otra nueva sin ejército permanente y sin burocracia privilegiada, sino con el pueblo en armas y funcionarios asalariados elegidos desde abajo y revocables en cualquier momento. En este nuevo tipo de estado el proletariado debe «expropiar a los expropiadores», reprimir a la burguesía y vencer toda su resistencia.

En este contexto, la Dictadura del Proletariado se constituye en un peligro mortal para los capitalistas, en una amenaza a su opresiva democracia, en una costosa pérdida de su dulce plusvalía.

De ahí que la burguesía trance fácil paz y amistad con terroristas y guerrilleros que siendo aparentemente tan peligrosos no amenazan este podrido orden social, porque sólo remozarán cuando más la vieja máquina estatal burguesa, dejando incólumes sus intereses económicos y políticos, así como lo demostró la revolución pequeño burguesa sandinista de Nicaragua.

Entendiendo la esencia de la Comuna de París como la esencia de la Dictadura del Proletariado, observamos una línea de desarrollo del Marxismo a lo largo de Engels, Lenin, Stalin y Mao, plenamente diferenciada de otras concepciones que apoyándose en problemas secundarios rompen con esta continuidad de pensamiento, terminando por colocar en tela de juicio la validez de la Dictadura del Proletariado.

Identificarse con el Marxismo Leninismo Maoísmo, exige empezar por defender el Comunismo como objetivo máximo del movimiento obrero, que presupone una etapa histórica de Dictadura Proletaria de acuerdo a los principios de la Comuna de París.

De ser así el papel de los marxistas leninistas es llevar el socialismo científico y fundirlo con el movimiento obrero. Sin embargo, esta tarea está casi que abandonada y no porque haya ausencia de marxistas leninistas, no porque falte la vinculación directa con el movimiento, no porque sea inexistente la prensa revolucionaria. La razón es, hoy por hoy, que vincular el socialismo con el movimiento obrero exige empezar por rescatar el Socialismo Científico, sacarlo del olvido, pulsar la identidad de los propios marxistas con el marxismo, defenderlo de la arremetida burguesa, salvarlo del envilecimiento pequeñoburgués.

El actual es un periodo histórico en el cual, el aspecto determinante de la contradicción teoría-práctica, lo juega la lucha teórica, la elaboración científica de la teoría, que no es segregada espontáneamente por el movimiento sino elaborada con los rigores que implica como ciencia, por los intelectuales del proletariado.

Clarificar las ideas, diferenciar entre el marxismo y el revisionismo, atravesar la neblina que opaca nuestros objetivos máximos, se constituye en la labor indispensable para pensar en un verdadero Partido, que mire lejos, que salvaguarde sin titubeos los objetivos máximos del proletariado, que no se desmorone al primer ventarrón de derecha o de «izquierda», que sea capaz real y efectivamente de fundir el socialismo con el movimiento obrero.

Esta clarificación ideológica no tiene otro camino, que el viejo camino seguido por el pensamiento marxista: ¡¡en encarnizada lucha pública contra las ideas erróneas, contra las tergiversaciones, contra el oportunismo!! Sólo a través de una rigurosa delimitación de campos podremos hacer realidad la Unidad de los Marxistas Leninistas en un sólo Partido.

Si de veras estamos empeñados en fusionar el socialismo con el movimiento obrero, tenemos que defender su filo revolucionario y armarnos por convicción científica de su teoría, propagarlas entre la clase, aprestigiarlas de nuevo entre sus destinatarios: los obreros.

Considero que este propósito es correctamente interpretado por la Revista Contradicción, por lo cual me he adherido a su trabajo.

Con saludos comunistas,
Jaime Rangel
Marzo 18 de 1990

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