La renta capitalista del suelo
La renta capitalista de la tierra tiene su origen en sociedades anteriores al capitalismo, pues en esencia lo que hubo fue una transformación de las rentas anteriores feudales o semifeudales (en trabajo, en especie o en dinero) a la renta capitalista en dinero. Cuando el capitalismo se impuso sobre el feudalismo, y más exactamente cuándo empezó a penetrar al campo, a la agricultura, la burguesía encontró que toda la tierra ya tenía dueños; era una propiedad privada monopolizada. Ante tal situación, o bien debía suprimir ese monopolio de la propiedad territorial nacionalizando la tierra, o bien continuar pagándole a los terratenientes una renta por el uso de la tierra.
La primera opción de suprimir la propiedad privada sobre la tierra, nacionalizándola, fue incluso levantada como consiga por los sectores más radicales de la vieja burguesía revolucionaria, pero pronto fue acallada y olvidada, pues representaba: en primer lugar, un golpe mortal a su misma propiedad privada, que es la base del sistema burgués de explotación asalariada; y, en segundo lugar, porque muchos burgueses se convirtieron en propietarios territoriales y muchos terratenientes, en burgueses compradores de fuerza de trabajo para explotar la tierra.
Se impuso, entonces, el camino de pagarles una renta a los terratenientes, con el agravante de que la tierra existe de por sí —como tal no proviene de un trabajo— y si el trabajo es la fuente del valor de las mercancías, entonces, la tierra no posee valor; pero sí posee un precio que es el equivalente al capital necesario para obtener un interés igual a la renta de la tierra. Por tanto, no se compra o se vende tierra, sino la renta que de ella se obtiene; el terrateniente se embolsa esa renta únicamente porque posee la propiedad privada territorial, y la posee únicamente por el respeto que la burguesía le profesa a la propiedad privada.
Bajo el régimen capitalista en la producción agrícola existe el obrero asalariado, quien es el verdadero agricultor porque con su trabajo le arranca productos a la tierra; existe el capitalista, quien es un arrendatario que no ve en la agricultura más que una rama especial de producción en la cual puede explotar fuerza de trabajo para obtener plusvalía; y existe el terrateniente a quien el capitalista le paga un arriendo por el derecho a invertir su capital en la tierra. A esta suma de dinero se le llama renta capitalista del suelo, y se la apropia el terrateniente —quien no le aporta nada a la producción— por el solo hecho de poseer la propiedad privada sobre la tierra. En este sentido general, es una renta absoluta porque no depende de la situación o la fertilidad de la tierra.
Mientras que en la industria el precio de producción de las mercancías (gastos de producción más ganancia media) lo determinan las condiciones medias de producción; en la agricultura el precio de los productos agrícolas lo determinan las condiciones de las peores tierras, debido, de una parte, a que la producción en las mejores y medianas tierras es insuficiente para el consumo social, y de otra, a que así se le garantiza la ganancia media al capitalista que invierte en las peores tierras. Esto trae como consecuencia que, los capitalistas que invierten en tierras de mediana o mejor calidad pueden producir con un precio inferior al precio general de producción, pero venden con ese precio general. Sin necesidad de vender por encima del precio medio de los productos agrícolas, obtienen una ganancia adicional sobre la ganancia media obtenida en las peores tierras, plusvalía adicional que se transforma en renta diferencial para el terrateniente.
Por tanto, un capitalista puede arrendar una tierra con algunas ventajas naturales, tales como saltos de agua, mejor grado de fertilidad o la situación favorable para el mercadeo. Al invertir su capital y explotar fuerza de trabajo en estas extraordinarias condiciones, consigue un rendimiento también extraordinario con la misma inversión de capital, esto es, obtiene una ganancia adicional por sobre la ganancia media. Esa ganancia extraordinaria se convierte en renta diferencial para el terrateniente, porque el capitalista se ve obligado a cedérsela en virtud de la propiedad privada sobre esa tierra, favorecida por condiciones naturales extraordinarias.
También sucede que una tierra de condiciones normales es arrendada por un capitalista, quien le hace sucesivas inversiones de capital en fuerza de trabajo, en medios de producción o en mejoras técnicas, hasta lograr una producción agrícola intensificada. Así obtiene una ganancia adicional, una plusvalía extraordinaria, que se la embolsa como capitalista mientras tenga vigente su contrato de arrendamiento. Al finalizar tal contrato, esa ganancia extraordinaria también se transforma en renta diferencial para el bolsillo del terrateniente, en calidad de propietario privado de la tierra mejorada.
Las características más generales de la renta capitalista del suelo son:
- Los terratenientes siguen existiendo en la sociedad capitalista, gracias al respeto de la burguesía frente a la propiedad privada.
- La renta que reciben por la explotación capitalista de la tierra es una renta capitalista, ya no en calidad de terratenientes feudales sino de terratenientes capitalistas.
- La renta capitalista del suelo que se apropian los terratenientes no es fruto intrínseco de la tierra, sino de la fuerza de trabajo usada para cultivarla. Por tanto, toda renta capitalista del suelo es parte de la plusvalía producida por el trabajo asalariado.
- La renta capitalista del suelo se la embolsa el terrateniente, no por ser fruto de la tierra como lo presenta la engañosa apariencia, sino por su posesión monopolista de la tierra.
- La propiedad privada territorial es también la causa por la cual también la ganancia extraordinaria se transfiere del capitalista arrendatario al terrateniente en forma de renta diferencial.
- La renta capitalista obstruye el desarrollo de la agricultura, encarece los productos agrícolas y priva a la sociedad de los beneficios de la mayor productividad del trabajo en las tierras mejor situadas o de mejor fertilidad.
- Así, acabar con la propiedad privada sobre la tierra se ha convertido en una necesidad social, con lo cual se liquidaría de un solo tajo la renta absoluta que la sociedad le tributa a los terratenientes.
- Pero se conservaría la renta diferencial proveniente del monopolio de la explotación capitalista de la tierra, ganancia extraordinaria que solo cesaría, si se liquida la propiedad privada de los capitalistas sobre los medios de producción, es decir, si se acaba con el régimen de explotación asalariada.