Las clases de la sociedad capitalista
El estudio científico de las leyes y del movimiento de la sociedad capitalista llevó a Carlos Marx a concluir en su obra EL CAPITAL. Crítica de la Economía Política que: Los propietarios de simple fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los propietarios de tierras, cuyas respectivas fuentes de ingresos son el salario, la ganancia y la renta del suelo, es decir, los obreros asalariados, los capitalistas y los terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna, basada en el régimen capitalista de producción.
Aun así, en la actualidad, no pocos marxistas, en su literatura revolucionaria, se empeñan en desconocer esa conclusión y, con mucha frecuencia, identifican a los campesinos como una clase básica de la sociedad capitalista, y a los terratenientes los conciben únicamente como vestigio de la sociedad feudal. En atención al énfasis en las denuncias políticas que entre las masas debe hacer la agitación, se podría pasar por alto esa apreciación; pero, en términos de la propaganda y de la teoría científica del proletariado, esas afirmaciones son unilaterales, imprecisas y no marxistas.
En realidad, el capitalismo, al imponerse como modo de producción en la agricultura de una sociedad dada, no asimila ni incorpora a los campesinos del feudalismo tal como eran en esa sociedad; sino que, inevitablemente y como ley, descompone, desintegra y diferencia al antiguo campesinado, a tal punto que deja de ser una clase o estamento de clase feudal para dividirse en burgueses y proletarios. Los primeros, ya sean pequeños o grandes propietarios de medios de producción capitalistas, compran la fuerza de trabajo de los segundos en una relación social que ya no es de tributo ni de trabajo de prestación personal del siervo, sino de explotación del trabajo asalariado.
De ahí que, en las sociedades donde el trabajo asalariado se ha convertido en la base de las relaciones sociales de producción, la renta de los terratenientes ya no proviene de la explotación del trabajo servil, sino de la explotación asalariada del trabajo obrero. Este cambio en el origen y la naturaleza de su renta los ha transformado en terratenientes capitalistas.
En El Capital, Marx no deja lugar a duda sobre cuáles son las clases básicas de la sociedad capitalista: Trátase de tres grandes grupos sociales cuyos componentes, los individuos que los forman, viven respectivamente de un salario, es decir, de la explotación de su fuerza de trabajo, de su capital o de su propiedad territorial.
El Salario
Desde los albores del capitalismo hasta nuestros días, la burguesía ha presentado el salario como el pago de todo el trabajo del obrero; pero, en realidad, eso es solo una apariencia que Marx, en EL CAPITAL. Crítica de la Economía Política, atraviesa para revelar por vez primera la verdadera esencia del salario.
Para determinar el valor del trabajo del obrero hay que empezar por distinguir entre su fuerza de trabajo («condiciones físicas y espirituales que se dan en la corporeidad, en la personalidad viviente de un hombre») y su trabajo como la función de la fuerza de trabajo.
Lo que la Economía Política Clásica (burguesa) llama «valor del trabajo» (salario) es, en realidad, estrictamente el valor de la fuerza de trabajo, porque el obrero no vende su trabajo, sino su fuerza de trabajo; y la vende tal y como ocurre con cualquier mercancía: por su valor, que en este caso se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla y reproducirla o, lo que es equivalente, por el valor de los artículos de primera necesidad indispensables para producir, desarrollar, mantener, reponer y perpetuar esa fuerza de trabajo o, lo que es lo mismo, por lo que cuesta conservar y reproducir a la familia obrera.
Pero el capitalista cuando compra fuerza de trabajo la usa durante un tiempo mayor al necesario para producir su propio valor (salario), y el mayor valor (plusvalía) que obtiene en ese tiempo excedente es la motivación, la causa y el único fin de su inversión.
Aparece así una importante relación que antes estaba oculta tras la mera apariencia del salario: el valor de la fuerza de trabajo es siempre más reducido que el valor de su función, de su trabajo. En otras palabras, el valor de cambio de la fuerza de trabajo (salario) es menor que su valor de uso (producto de valor); y ese producto de valor no depende de lo que valga la fuerza de trabajo (valor de cambio), sino de lo que dure su función (valor de uso).
Sin embargo, a los ojos de la sociedad, en los términos jurídicos del contrato de trabajo y en el cerebro del obrero inconsciente, el salario se presenta como el precio de toda la jornada de trabajo, quedando oculta la clave, esencia y razón de ser de la sociedad capitalista: el trabajo excedente no retribuido al obrero asalariado.
En EL CAPITAL. Crítica de la Economía Política, Marx saca a la luz esta cruel realidad, demostrando con toda precisión que el trabajo sobrante no pagado a la clase obrera es la fuente de la riqueza y la opulencia de la burguesía y los terratenientes capitalistas, es la base que soporta y justifica la existencia de todo el régimen capitalista de producción. Demuestra con exactitud científica que el modo de producción capitalista, basado en la explotación asalariada, ya ha dado lo que podía dar al desarrollo histórico de la sociedad, ya los obreros dueños de la fuerza de trabajo pueden y tienen que convertirse también en los dueños de los medios de producción, ya no necesitan de los capitalistas, sino que son ellos, los proletarios, quienes pueden decidir si clausuran o no la válvula de oxígeno que le permite vivir al capitalismo: la explotación del trabajo asalariado.
La Plusvalía
Al imponerse el modo de producción capitalista, industrializó y concentró los antiguos y dispersos medios de producción, transformándolos de medios individuales en medios sociales; esto a su vez significaba la concentración de los trabajadores, ya no en calidad de siervos, ni de artesanos, ni de trabajadores independientes, sino de modernos esclavos asalariados. La propiedad de los productos sociales no pertenecía a sus directos creadores, sino a los propietarios de los medios de producción. El capitalismo es un proceso social en su conjunto: toda la burguesía compra toda la fuerza de trabajo de toda la clase obrera; y la compra para usarla en la producción de mercancías. Al consumirla, esa fuerza de trabajo produce en un tiempo necesario (una parte de la jornada) su propio valor de cambio, que transfigurado en precio es el salario recibido por el obrero; y en el tiempo excedente (la parte restante de la jornada) produce una plusvalía que no le pertenece al obrero, sino al capitalista asistido por el derecho que le otorga el ser dueño de los medios de producción y haber comprado la fuerza de trabajo para usarla durante toda la jornada.
Esta es la relación esencial entre el capital y el trabajo. Esta es la relación básica de toda la sociedad capitalista, que mientras exista condenará al obrero a ser siempre obrero más pobre, y al capitalista a ser siempre capitalista más rico. Los dos términos están en una relación inversa: a más plusvalía para el capitalista, menor salario para el proletario; y a un aumento general de salarios para la clase obrera, una disminución general de la plusvalía para la burguesía.
Por tanto, la ganancia del capitalista no resulta de vender las mercancías por encima de su valor; el valor de la mercancía ya encierra de hecho la plusvalía. En otras palabras, la parte del valor de la mercancía en la cual se materializa el trabajo no retribuido al obrero, es la plusvalía, y consta de tres partes: la renta del suelo que va al bolsillo del terrateniente por tener el monopolio territorial; el interés que va a las arcas del burgués financiero, por haber prestado su capital en la forma de medios de trabajo o de dinero; y la ganancia para el burgués industrial o comercial, por ser el propietario de medios de producción (fábricas, máquinas, herramientas, locales, transportes, etc.).
Y aunque los explotadores siempre han confundido a la gente con las apariencias de este fenómeno, presentando la renta del suelo, el interés y la ganancia, como productos exclusivos de la tierra y del capital; son en realidad tres partes esenciales de la plusvalía, y todas provienen de la explotación del trabajo asalariado, aplicado a la tierra o al capital.
La burguesía siempre ha evitado cuidadosamente el tema de la plusvalía, y para ello, ha presentado al salario con la falsa apariencia de remuneración de todo el trabajo del obrero; y su ganancia como fruto directo y de por sí del capital. Se entiende, que si la burguesía reconociera que el verdadero origen de su capital (ganancia acumulada), es decir, de su poder, está en la explotación asalariada de todo el proletariado como clase, y no en las habilidades gerenciales, ni en las capacidades de los inversionistas, ni mucho menos en su sagrado derecho hereditario; entonces, ella misma habría colocado su cabeza en la guillotina.
Como en los demás modos de producción, también en el capitalismo, uno de sus componentes son las fuerzas productivas (la técnica, la tecnología, los obreros, su experiencia y capacidad productiva), las cuales progresan incesantemente, haciendo cada vez más productivo el trabajo social. Esto obliga a los capitalistas a invertir más capital en medios de producción (capital constante) en comparación con el capital invertido en comprar fuerza de trabajo (capital variable) que es la fuente del valor, de la plusvalía, de la ganancia. Esto significa que los capitalistas obtienen más producción, pero con productos de menos valor; disminuye el precio de cada mercancía y aumenta el número de mercancías producidas. En términos de ganancias, mayor masa de ganancia, pero con una decreciente cuota de ganancia (g’) entendida como proporción entre la plusvalía obtenida y el capital total invertido en la producción (p/C)). Son varias las formas utilizadas por los capitalistas para contrarrestar la tendencia decreciente de su cuota de ganancia, pero las predilectas son: aumentar el grado de explotación del trabajo (prolongando la jornada o intensificándolo) y reducir los salarios por debajo de su valor.
En el proceso de desarrollo del capitalismo, el progreso de las fuerzas productivas, es a la vez, desastroso para la clase obrera porque cada vez más el capitalismo está en menos capacidad de utilizar la fuerza de trabajo de los obreros, aumentando incesantemente el ejército industrial de reserva, con lo cual aumenta la competencia entre los obreros, competencia que se traduce en rebaja del salario; y alentador porque independientemente de la voluntad de las clases en lucha, representa un acercamiento inevitable hacia el fin del capitalismo y el comienzo del socialismo.
Son las propias leyes económicas, objetivas e ineludibles del sistema de producción capitalista, las que indican su caducidad histórica, y la necesidad de su reemplazo por un sistema con unas relaciones sociales de producción basadas en la cooperación de los productores, donde el producto social sea también de propiedad social, donde fluya libre el desarrollo de las fuerzas productivas en provecho del progreso general de la sociedad: ese sistema, es el socialismo.
[Próxima entrega: El Capital – continuación]